ZACATECAS. La noticia de un grupo de niños atrapados en un canal le cambió la vida a los ocho años. “Ayudar, esa es mi misión”, se dijo Nebai Acosta Saucedo y, una década después, inició su preparación para convertirse en rescatista internacional.
La zacatecana es una de las contadas mujeres en México con una preparación especializada en el rescate de personas en catástrofes a niveles como los sismos de 2017 en Ciudad de México y el de 2023 en Turquía, su experiencia más reciente.
Con una fotografía de su hijo en la bolsa y el equipo de hasta 15 kilogramos que debe cargar durante sus labores, la mujer de 30 años viajó a Kahramanmaraş para ayudar en la tragedia que cobró casi 45 mil vidas en aquel país.
“Estábamos muy cerca de Siria, en un lugar que no había recibido mucho apoyo. Desde el avión vimos todo cubierto de hielo y supimos que el frío iba a ser peor de lo que esperábamos. Trabajamos en temperaturas de menos 16 grados, 12 horas continuas, en guardias y relevos”.
Era tanto el frío, recordó Nebai, que ella y sus compañeros llegaban a quedarse dormidos de pie. “Después entendimos que el cuerpo buscaba ahorrar energía y empezamos a trabajar de noche, porque no podíamos dormir por las temperaturas tan bajas”.
Explicó que también tuvo que enfrentar la dificultad de los choques culturales, como la barrera del idioma, pues no había muchas personas que hablaban inglés, y reglas sociales como la limitada convivencia entre hombres y mujeres por su religión.
“Ellos no se podían acercar a las mujeres, teníamos que ayudar a nuestros compañeros para que fueran al baño. Al entrar en una mezquita, no podíamos hacerlo con el pelo descubierto. Todo el tiempo tuve que traer el pelo cubierto estando en el país turco”.
Guiados por la Autoridad de Gestión de Desastres y Emergencias (AFAD), se enfocaron en buscar sobrevivientes, “en buscar, buscar, buscar”. Nebai resaltó que esta misión le dio la satisfacción de ver cómo fue tratada, que “te ofrecían lo que no tenían” y, en respuesta, “lo mínimo es tratar de darles un poco de paz”.
Hallar fortaleza
Inspirada por su padre, de profesión médico, la rescatista reconoció el valor del altruismo y quiso dedicar su vida a ello. Pero también su mamá fue una inspiración, sobre todo después de perder a su papá cuando tenía 12 años.
“Mi madre me ha enseñado mucho. Ella se quedó viuda cuando yo era pequeña y vi a lo que se enfrentó, que no era nada fácil. Ella no se dejó caer, hizo lo que tenía qué hacer, ¿cómo le hizo? Se me hace de admirar, recuerdo haber visto esa fortaleza en ella. De ahí viene mi parte fuerte”, expresó.
Ahora que también es mamá de un niño, entiende esas dificultades. “Lo que se me hace difícil es cuando me voy, cuando hay un desastre y me tengo que ir. Cómo llegas y te despides y ellos se quedan con esa angustia, al verme con mi equipo, con mi mochila”.
Aceptó que aunque están preparados para enfrentarse a desastres, siempre desconocen cómo serán las circunstancias una vez en el lugar. “Parte mí tiene miedo, pero no es de que probablemente vaya y no regrese, es más el miedo de que le pase algo a mis compañeros, que algo no salga bien. Es una hermandad”, precisó.
Expuso que, cuando decidió convertirse en voluntaria, le preguntaban “por qué iba a hacer eso si ya tenía un hijo”. A lo que ella respondió: “si ellos lo necesitaran, alguien haría por ellos lo que yo hago”.
Nebai admitió que su labor es “un poco más complicada para las mujeres, cuesta un poco más de trabajo”, debido a la falta de inclusión mientras se preparaba, lo que incluía capacitaciones de siete días completos casi sin dormir, sin comer, “lo más cercano a una misión”.
“Me veían nueva, pero trabajé. Ni a los hombres se les ocurrían ciertas cosas para poder solucionar problemas, me fui ganando mi lugar con el ingenio, porque podemos solucionar mil cosas a la vez”. Ahora incluso capacita a otras mujeres a quienes apoya sobre todo a sortear la exclusión.
“Yo les exigía mucho, pero también porque les demostraba cómo”. Lamentó que todavía son pocas quienes se dedican a su labor, a pesar de que considera que su aportación es muy valiosa para los equipos de rescate.
En su “segunda vida”, como le llama ella, Nebai se dedica a un negocio de materiales para agua potable. “Es como si te convirtieras en otra persona totalmente diferente”. Sin embargo, después de conocer a una mujer mayor de 50 “con toda la fuerza del mundo”, espera pasar más años como voluntaria.
“Esto me salvó. Me volví más empática, más consciente. Algo sentía dentro de mí, quería ayudar, hacer algo, incluso hasta teniendo miedo”.
DAR PAZ
“En el sismo de Ciudad de México, una familia tenía ya varios días en una zona donde nos decían que no podíamos entrar. Yo empaticé con la hija porque era prácticamente de mi edad, con una madre de la edad de mi mamá y hasta les vi parecido. Hice mucha conexión en ese lugar, La hija viajó desde el extranjero, lo único que le quedaba era un video en el que veía bajar a su mamá de un edificio. Ella decía: “aquí está mi mamá”. La mamá vivía en el quinto piso y sé que lo que más duele es la esperanza, porque no sabes cómo está tu familiar. No nos dejaban pasar e insistimos. Nos tardamos una hora y cuarenta minutos. Le decía a la mamá, se llamaba Laura: “déjanos encontrarte”. Le pedí: “no me vayas a asustar” y la encontré de espaldas, estaba ya sin vida, pero la encontramos. Después de entregarla me dormí y no supe nada mí. Me levanté y tuve tanta paz por ser los únicos que estábamos ahí. Ya no había más familias esperando. Esa es nuestra mayor satisfacción”.