ZACATECAS. “Fantástico” es como tres mujeres definen su labor en diversos cuerpos policíacos; sin embargo, su mayor placer es regresar a casa para despojarse de los 30 kilos extras del uniforme y vestir ropa cómoda, sentarse a la mesa y compartir con la familia un instante de tranquilidad.
Para ellas, quienes son elementos de las policías Estatal Preventiva (PEP), Metropolitana (Metropol) y Municipal de la capital, la más grande recompensa es recibir el saludo de un niño o la bendición de una “viejita” durante sus recorridos de seguridad y la vocación de servicio.
Este sentir queda rezagado cuando salen en operativo en patrullas a toda velocidad y viajan en la caja junto con sus compañeros con una carga de adrenalina que poco a poco se convierte en una adicción con la que conviven diariamente.
Con sus nombres y cargos reservados, por motivos de seguridad, las tres mujeres comparten el orgullo de servir a la comunidad, desde una visión que dista de sus compañeros varones al preocuparse por pequeños detalles, quizá invisibles para ellos.
Un cuidado especial
González, con 11 años en la PEP, explica que para ella lo más importante al atender un caso de violencia intrafamiliar “es evitar que los niños estén presentes al momento que intervenimos, porque no sabemos el grado de violencia que viven”.
Ella al llegar al lugar de conflicto procura retirar a los menores para que no presencien gritos o posibles agresiones físicas entre los protagonistas de los hechos, que en la mayoría de los casos son sus propios familiares: “tratamos de no causar daño a los menores”.
Martínez, quien cuenta con un año y ocho meses en la Metropol, menciona que para ella es primordial atender a las mujeres que sufren violencia, retirarlas de su agresor y ponerlas a salvo: “nos identificamos más con ellas porque entendemos la circunstancia desde su punto de vista”.
Con ella coincide Sánchez, quien forma parte de la PEP desde hace 11 años, “somos más empáticas con las mujeres, más humanitarias con la cuestión de la violencia de género”.
Las tres concuerdan en que el mayor anhelo es ver a sus hijas, primas, madres y a todas las mujeres lejos de cualquier tipo de violencia, en particular la que ponga en riesgo la vida.
Miedo bajo control
Para ninguna de ellas el miedo es ajeno, conviven de manera cotidiana con él y son conscientes de las situaciones a las que pueden enfrentarse de manera sorpresiva, puesto que “es algo que conocemos y es parte de nuestro trabajo, lo aceptamos”, afirma Martínez.
González abona al tema: “entendemos los riesgos y para mí el mayor temor es perder a un elemento bajo mi mando” porque esta posibilidad es latente y, durante el último año, una posibilidad real que está presente en todo momento.
Sánchez acepta que el tener miedo es natural y constante, “sobre todo cuando vamos a atender un reporte y no sabemos qué vamos a encontrar”.
Motivación de servir
Martínez afirma no tener una motivación especial para formar parte de la PEP, “es algo que me gusta, servir a la gente, poder ayudar; en mi familia nunca imaginaron que sería policía porque soy la única”.
Sánchez desde su infancia tuvo claro que quería ser oficial, “veía en la calle a los policías y como ayudaban, desde entonces sabía que era algo que quería hacer”.
González, hija de un padre que formó parte de la Marina Armada de México, compartió que él fue su inspiración para sumarse a las filas de una corporación policíaca: “intente entrar a la Marina, pero por diversas cuestiones no me fue posible”.
Fue necesario que pasaran más de 20 años para lograr ingresar a la Metropol en Zacatecas, “es lo que siempre quise y es un orgullo ser parte de esta corporación policíaca”.
Orgullo familiar
Las tres mujeres son parte de una familia, González y Sánchez tienen pareja, la primera es madre de un hijo de 18 años y Martínez tiene dos hijos en edad de primaria. Martínez tiene una hija de ocho años y es madre soltera.
Las tres comparten la misma satisfacción: ser un orgullo para sus hijos y sus familias, pese a los riesgos que implica el trabajo diario.
Un hecho entre las tres mujeres es que en sus familias las felicitaciones y orgullo por sus labores son constantes, así como el aliento para seguir adelante y que logren alcanzar las metas propuestas.
Metas factibles
Los objetivos al corto plazo son claros para las tres: mantenerse cercanas a la población, servir y proteger a quien lo requiera, la duda es inexistente.
González y Sánchez quieren formarse para ser parte de las áreas jurídicas y ayudar al procesamiento de cada uno de los detenidos.
Aseguran que siempre genera una gran satisfacción ver que algún presunto delincuente es procesado y puesto a disposición de los jueces.
Martínez apunta más alto: “quiero llegar a ser secretaria de Seguridad Pública”, para ello busca prepararse y escalar tanto como sea necesario para cumplir su meta, aunque sabe que la ruta es larga, tiene muy claro que habrá de llegar.
Fantástico
Al final del día y llegar a casa, todo se traduce en que es fantástico ser policía “ponerte el uniforme, salir a la calle, ayudar a las personas, que un niño te salude”, dice Sánchez.
“Fantástico es representar al estado y hacer que la gente se sienta protegida, un orgullo portar el uniforme y saber usar armas a favor de la ciudadanía”, asegura Sánchez.
“Lo fantástico es disfrutar lo que uno hace todos los días”, resume Martínez.
Romper el mito
González celebra ser parte de las mujeres que rompieron el mito de que ser policía era sólo para hombres: “cuando llegué a la corporación no nos dejaban salir a operativos; nos tenían en la cocina o en cosas administrativas”.
Ahora, a 11 años de distancia, ella ocupa uno de los puestos de toma de decisiones al interior de la PEP y tiene varios elementos a su cargo: “es una gran satisfacción que entiendan que tenemos las mismas capacidades que ellos”.
Sánchez explica que, al ir a bordo de las patrullas y tomar el arma en las manos, es con la misma presteza con que lo hace cualquier hombre y quizá la única diferencia es no poder enfrentar a un hombre al momento de realizar una detención.
“En esos casos apoyamos resguardando el área para evitar que alguien más dañe a nuestros compañeros que realizan el procedimiento”, explica.
Y, pese a ello, cuando es necesario intervienen para garantizar la seguridad de sus compañeros y reducir el riesgo durante los diversos operativos, sin titubeo, sabedoras de que cuentan con la misma capacidad y entrenamiento.