El pasado lunes, 6 de marzo, llegó la noticia sobre la partida del historiador Enrique Florescano a los 85 años de edad. La nota ha conmocionado al mundo de la cultura, las letras y la historia en México, pues se ha ido un grande en verdad.
Florescano se interesó por el pasado indígena de México, generando gran cantidad de investigaciones al respecto, indagando en el devenir de las etnias que fueron conformando el pasado novohispano y articularon el discurso histórico sobre el cual se generó parte de la historia oficial sobre la nación mexicana.
La obra del veracruzano fue más allá de una línea historiográfica, sus modelos analíticos y las extensas búsquedas que realizó le abrieron vetas en temas económicos (Precios del maíz y crisis en México, 1969), políticos y sociales (El poder y la lucha por el poder en la historiografía mexicana, 1980). Además, su extenso recorrido como estudioso de la historia lo llevó a formarse en distintos espacios, incluyendo París, ello en el contexto de diversos cambios globales a finales de la década de 1960, y que significaron en la obra de Florescano un enfoque amplio de las diversas problemáticas que analizó.
¿Qué nos deja Florescano? Es impresionante el legado de su obra. Además de ser un clásico para estudiantes de ciencias sociales y humanidades, prácticamente no hay algún libro de texto de historia de nivel básico que no cite alguno de sus libros; es decir, su herencia ya la hemos estado leyendo desde hace varias décadas, desde estudiantes de primaria hasta investigadores altamente especializados.
El que alguna vez fue director del Instituto Nacional de Antropología e Historia, catedrático en El Colegio de México, en la UNAM, distinguido con diversos premios nacionales y extranjeros publicó una innumerable cantidad de lectores que se han visto motivados por esos abordajes del pasado mexicano para elaborar nuevas preguntas a problemáticas añejas.
A Florescano debemos hallazgos de nuestro devenir como nación, iniciando con la muestra de las dinámicas sociales y culturales del pasado indígena (El mito de Quetzalcóatl 1993; Memoria indígena 1999), las estructuras económicas de períodos completos como el novohispano (Origen y desarrollo de los problemas agrarios en México 1500-1821 1971), así como aspectos que fueron configurando los discursos históricos enmarcados en la independencia nacional y su trascendencia a través de la rectoría del Estado (Etnia, Estado y nación, ensayos sobre las identidades colectivas en México, 1997; Memoria mexicana, ensayos sobre la reconstrucción del pasado, 2000), asimismo, fue un defensor dedicado del patrimonio cultural de México, del cual fue un difusor abnegado, quien sostenía la bandera de que el patrimonio y la patrimonialización se generaba con el acercamiento de las y los historiadores con la sociedad, cuando se generaba la conciencia de pertenecer a una cultura y apropiarse del legado de la misma (El patrimonio cultural de México, 1997; ¿Cómo se hace un dios? Creación y reacción en los dioses en Mesoamérica, 2016).
La cantidad de libros y artículos que generó el brillante Enrique Florescano quedan como recurso que debe atesorar y utilizar la sociedad mexicana de manera constante a través de las generaciones, pues su vigencia parece ser que es ya de larga data, y en esas letras siempre encontraremos al historiador, y a través de sus propuestas llegaremos al encuentro con el maestro Enrique Florescano. Un grande, uno en verdad.