La resolución del histórico problema del pago de salarios a los docentes, es un factor necesario para dar certidumbre a las relaciones económicas y otorgar un trato digno al magisterio zacatecano, condición indispensable para sentar las bases de una educación de excelencia, como bujía para crear el motor de la transformación que requiere el estado.
El anuncio realizado por el presidente Andrés López Obrador, en su reciente visita por Fresnillo, para garantizar el pago de salarios a maestros, sólo puede ser entendido a la luz de la construcción de un renovado pacto político AMLO/Monreal, para garantizar la transición y la unidad en la sucesión presidencial del 2024.
Dicha decisión presidencial libera de fuertes tensiones a la administración estatal, le da oxígeno financiero y le permite construir un horizonte de relativa gobernabilidad.
Pero sin duda esto obedece al renovado posicionamiento del senador Ricardo Monreal y al emergente acuerdo fraguado con López Obrador en la ruta 2024 por la disputa del poder de la República, a fin de que el proceso se conduzca de manera tersa y sin rupturas.
El compromiso de AMLO de apoyar con recursos para el pago de salarios a los docentes es importante, pero no suficiente para resolver de fondo los problemas estructurales del sector. Se tendrán que sentar a mediano plazo las bases definitivas para dar el paso a la federalización de la nómina magisterial, circunstancias que existen para su concreción.
Un hecho de esa naturaleza ayudaría a superar los pasivos financieros que gravitan como una pesada losa en el sector educativo por más de 2 mil 500 millones de pesos, fenómeno que distorsiona la economía de la administración pública estatal, al extremo de dejarla sin capacidad para destinar recursos a los grandes proyectos del desarrollo productivo de Zacatecas.
Está bien que se anuncien apoyos con recursos extraordinarios para cubrir salarios a los trabajadores de la educación de la entidad. Esto es un avance sustancial, pero no definitivo y concluyente. Habrá que poner la piedra de toque de la definitiva federalización de la nómina, que nos ayude a superar los sobresaltos que imponen las coyunturas de corte político.
Aunado a ello, es pertinente cimentar una sólida nueva arquitectura institucional de la estructura burocrática/administrativa del sector, que le confiera eficiencia y eficacia, a efecto de que no esté posada en las ineficiencias y las inercias del pasado. Se requiere un renovado modelo de gestión.
Resulta altamente positivo que se autoricen recursos extraordinarios a este sector. Pero si no se trabaja en la creación de un sistema educativo de mayor excelencia y calidad (que promueva aprendizajes altamente significativos para la sociedad), de nada servirá, porque los problemas volverán como torbellinos a la vuelta de muy poco tiempo.
El sistema educativo zacatecano ocupa actualmente el lugar número 26 (de 32) en eficiencia terminal en el ranking de calidad de la enseñanza pública nacional, según lo documenta la propia SEP. Nos desplazamos en el cabús de la educación, con pésimos indicadores. Eso urge que se supere con trabajo estratégicamente bien planificado.
Lo anterior significa que es imperativo hacer de la educación de excelencia y calidad, el motor del cambio que tanto anhela el estado. Y eso pasa inequívocamente por otorgar un trato digno y respetuoso al magisterio.
Está bien que lleguen a Zacatecas más recursos económicos, pero si estos no se utilizan con eficiencia y eficacia, para privilegiar procesos educativos de alta calidad, de poco o nada servirán, porque irían, sin una reforma administrativa correcta, al bote del desperdicio, que sólo beneficiarían a grupos burocráticos y políticos deshonestos y no a la niñez y a la juventud.
Es pertinente auspiciar en Zacatecas una profunda revolución de terciopelo en el sector educativo, que contemple aspectos financieros, pero sobre todo y también de índole pedagógico.