HISTORIAS E IDENTIDADES
Hace quince días dejamos pendiente la conclusión del recuento histórico del Barrio de la Estación. Entonces hablé de cómo un espacio yermo, periférico a la zona central de la ciudad, pasó a convertirse en un núcleo poblacional que fue delineando el crecimiento de Zacatecas a finales del siglo XIX y principios del XX, bajo la dinámica de un medio de transporte como lo fue el ferrocarril.
La instalación de la Estación trajo consigo el concomitante desarrollo de otros rubros, así como la natural presencia de viviendas y espacios diversos como escuelas, comercios y un templo. Precisamente finalicé la anterior entrega rememorando que en 1891 se colocó la primera piedra del templo Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe -o Guadalupito-, obra impulsada por el hidrocálido José Anastasio Díaz López, bajo el mandato de la diócesis.
El templo, de cruz latina y estilo ecléctico (es decir, una mezcla de diversos estilos que van desde el art noveau, el neogótico, neoclásico hasta el barroco), fue construida por Refugio Reyes en lo que se entendió como un complejo de caridad cristiana donde además del templo, hubiera un asilo para las y los niños pobres de aquel paraje que se educarían bajo los principios de la urbanidad cristiana. Este templo hasta la fecha cuenta con uno de los acervos pictóricos virreinales más importantes del estado, resguardando obras de pintores de la talla de Cristóbal de Villalpando, José de Alcíbar, Miguel Cabrera, entre otros.
Volviendo al tema, cabe destacar que hasta entonces -principios del siglo XX-, este territorio era la orilla de la ciudad, una parte marginal, habitada sí, pero muy determinada por las actividades industriales. No solo la Estación del Ferrocarril se situaba en estos lugares, sino también un conjunto de espacios dedicados a la minería y el beneficio de los metales. Unos metros adelante se situaba la Hacienda de 5 Señores, ahora colonia y avenida con el mismo nombre, mientras que muy cercana a la Estación se encontraba la negociación minera de La Unión, abarcando espacios que ahora pertenecen al boulevard, a las instalaciones del hospital del ISSSTE y el puente cercano.
Incluso, si hacemos un ejercicio de memoria, seguramente recordará que, hasta hace muy pocos años, frente al centro comercial La Futura, se encontraban unas bodegas abandonadas y llenas de óxido que eran conocidas por los vecinos como “la Unión”, y no eran más que los restos de tal negociación minera. Y ya que hicimos mención de La Futura, espacio de grata memoria para la chavorruquez zacatecana, conviene señalar que este centro comercial fue establecido a principios de los años ochenta cuando esta calle ahora muy transitada era un altozano lleno de árboles y matorrales. A finales de la década de los setenta, esta zona aún no había sufrido grandes modificaciones. Mi madre aún recuerda las llamadas “casitas” del ferrocarril y un enorme espacio vacío por el que se transitaba para acudir al centro de la ciudad.
La Futura, nombre que evoca lo moderno, fue uno de los primeros centros comerciales en Zacatecas donde se mezclaba la vida social con lo comercial. Contaba con un cine que en su posterior decadencia se convirtió en una sala cinematográfica para adultos, pero que en sus inicios reunía a quienes acudían deseosos de ver los más recientes estrenos de la pantalla grande. Seguramente usted que me lee acudió en alguna ocasión. El dinamismo actual de la plaza ahora está dictado por albergar las oficinas del SAT, pero más allá de ello, nada queda de sus antiguas glorias.
Para finalizar, hay dos monumentos conmemorativos que recuerdan el ajetreo cotidiano de la antigua estación de pasajeros. Por un lado, la locomotora Niágara 3030, -llamada coloquialmente La Carabina que formó parte de un grupo de 32 locomotoras de vapor numeradas de la 3025 a la 3056 adquiridas por Ferrocarriles Nacionales de México en la década de los cuarenta del siglo pasado, así como la placa conmemorativa de 1966 cuando se dio la renovación de la terminal de pasajeros. Ambos, sin embargo, solo son recuerdos mudos de lo que un día fue el símbolo de progreso de la ciudad.