LAS REFORMAS LEGALES Y LOS ORGANISMOS PARASITARIOS
Como sabemos, en ambas cámaras el partido MORENA, en alianza con el PT y el Partido Verde, mantienen la mayoría obtenida por el voto popular; es decir, por la amplia voluntad de los votantes. En ambas se cuenta con mayoría simple, o bien la mitad más uno. La Ley Electoral no permite la mayoría calificada, por aquello de la “sobre representación”; habría que construirla. Tal distribución le permite a esta mayoría realizar iniciativas como adiciones, derogaciones y modificaciones a la ley mientras no se trate de reformas constitucionales.
Así pues, con base a sus atribuciones, durante el último Período de Sesiones en la Cámara de Diputados se eligieron 4 Consejeros del INE; el Senado dejó pendiente, por falta de acuerdo, la elección de 3 comisionados del INAI; y ambas cámaras, de origen y revisora respectivamente, aprobaron la Reforma que modifica la ley, entre otros órganos del estado Mexicano, del CONACYT, transformándolo en Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación (Conahcyt).
Si bien es facultad constitucional de la mayoría de cada una de las cámaras aprobar los procedimientos señalados, lo cierto es que modifica que debe realizarse mediante un trámite establecido en el Reglamento General del Congreso de la Unión, y que consiste en discutir y aprobar los dictámenes, primero en las comisiones correspondientes, luego en pleno en la Cámara de Origen y finalmente en la colegisladora. Tal como se ha hecho.
Lo que es una verdad inobjetable es que el INE, el INAI y el CONACYT, en el período neoliberal, fueron secuestrados por mafias que se apoderaron de la asignación de los puestos principales y la administración de sus presupuestos, lo que para el caso del INAI, pone en tela de juicio su pertinencia institucional y presupuestal.
Para muestra estos botones:
Comencemos con el INE. Después de la aprobación de la última Ley de Salarios Máximos, el INE entró en desacato, ya que sus 11 consejeros, bajo la dirección de Lorenzo Córdova y Ciro Murayama, mantuvieron sus salarios de 262 mil pesos mensuales; su Secretario Ejecutivo, Edmundo Jacobo Molina, siguió percibiendo 245 mil; en total 123 funcionarios ganaban mucho más que el Presidente de la República, cuyo ingreso es de 162 mil pesos. De la misma manera se asignaron una exorbitante suma por concepto de retiro. Tampoco obviemos la adquisición injustificada de motocicletas de la marca Harley Davidson.
El CONACYT, en 2009, durante el periodo de Calderón, destinó 36 millones de pesos a Kimberly Clark, empresa privada, de la cual Claudio González Laporte es accionista mayoritario. Para «mejorar pañales desechables y papel higiénico” recordemos que González Laporte es padre de Claudio X. González fundador e ideólogo de Va X México.
En el otro caso es evidente que, de forma sistemática, el INAI ha incumplido en la responsabilidad de hacer realidad el derecho de acceso a la información y protección de datos; y más bien lo que lo ha caracterizado, en las administraciones neoliberales, es la opacidad, ahí está el asunto de la Casa Blanca, el patrimonio de García Luna y un largo etc. Este instituto le cuesta al erario público 1 millón de pesos anuales y sus funciones bien pudiera asumirlas la Auditoría Superior de la Federación. Pese a la férrea defensa que la oposición ha hecho del instituto, una de sus conspicuas integrantes, Margarita Zavala, desconoce de manera tan absurda como risible sus funciones, ¡cree que sirve para conocer “la calidad del aire!”
El gobierno no puede meter todas las rémoras neoliberales de las instituciones del estado mexicano en el mismo costal, sino que es necesario tener un diagnóstico particular de cada espacio institucional respecto de su viabilidad social, política y presupuestal.
Lo que sí tenemos claro es que estas evidencias demuestran palmariamente que lo que la oposición defiende es el control que ha ejercido sobre estos organismos, pues son los reductos desde donde se posicionan para hace frente a la 4T, mediante mentiras en todos los medios posibles, hacer circo, maroma y teatro y ¡una pijamada!