Un punto de partida para 2024
Ayer se celebraron elecciones en Coahuila de Zaragoza y en el Estado de México. En la primera entidad, los coahuilenses emitieron su voto para renovar la gubernatura y el Congreso local, y en el caso del Estado de México para gobernador. En el momento en que usted lee esto, ya hay virtuales ganadores y, por supuesto, habrá diferentes interpretaciones.
Tengamos presentes solo un par de cosas para fines de esta colaboración: primero, ambas entidades federativas son económica y políticamente importantes en el país, más allá del aspecto demográfico que caracteriza a la entidad mexiquense; segundo, ambos estados son considerados como bastiones príístas debido a que, hasta llegar a esta elección, no habían vivido la alternancia política; y tres, ambas entidades tuvieron procesos de definición de candidaturas a las gubernaturas y formación de alianzas y coaliciones, único, sin precedentes en términos de alianzas locales y nacionales de los partidos, así como de paridad de género.
Independientemente de la definición numérica de resultados que estaremos viendo en próximos días, seguramente a partir de hoy, tanto actores políticos involucrados directamente, dirigencias partidistas, líderes de opinión, grupos de poder y de presión, representantes de sectores empresariales, sociales y demás figuras, académicos y quizás políticos en general, estarán revisando lo acontecido para visualizar una serie de condiciones, circunstancias y situaciones que habrán de vivirse en la elección del próximo año.
Los resultados de las elecciones en ambas entidades tienen que ser un punto de partida para 2024 por el análisis de todo lo acontecido: los juegos internos en los partidos previo al proceso electoral, las y los candidatos presentados, los procesos de selección de candidaturas, las campañas en sí, y la definición de posiciones de los partidos en el ámbito nacional y lo que sucede localmente.
Además de lo anterior, se habrá de analizar lo hecho -o no- por actores políticos desde el propio presidente de la República, los gobernadores salientes, presidentes municipales, legisladores; por otro lado, habrá que revisarse -en la medida de lo posible- el marketing político partidista y electoral, las redes sociales, las ofertas de campaña, las guerras sucias, los equipos alrededor de los protagonistas electorales y muchas cosas más.
Hoy por hoy es preciso que los actores políticos, antes que señalar a un externo a su propia circunstancia, hagan un ejercicio de reflexión autocrítico y sensato: ni dedos flamígeros, ni campanas al vuelo ni enajenación total.
La evaluación de lo acontecido tiene que servir para que se abone en mejorar los escenarios y los procesos políticos y que, eventualmente, derivado de ello, los ciudadanos seamos los beneficiarios de una lucha por acceso al poder político gubernamental con buenos candidatos, buenas propuestas y buenos partidos.
Así que considerando solamente las tres circunstancias que mencionaba al principio (la posición económica y políticamente de las entidades; la alternancia política; y los procesos de definición de candidaturas, alianzas y coaliciones), ya se tiene un espectro muy amplio para que los actores políticos que ya andan agitadillos para el 2024, como decimos en mi pueblo, “le vayan tanteando el agua a los camotes”, visualicen posibilidades.
Por lo pronto, no tenga duda de que las pre pre pre pre pre campañas ya iniciaron, que la búsqueda de popularidad -a pesar de la estupidez- será una constante y que los partidos políticos -sobre todo en lo que hoy es “oposición” a nivel federal- andarán un rato como gallina sin cabeza. Y nosotros los ciudadanos, si seguimos solamente de espectadores, seremos una comparsa por omisión y nos sujetaremos a ser gobernador por lo peor de lo peor, en todos los aspectos.