Jueves de Corpus
El jueves pasado, fui testigo de una procesión religiosa de la que, soy franca, nunca había sido partícipe. Todos sabemos que en México hay ciertas fiestas religiosas que atraen a miles de feligreses a las calles aledañas a su parroquia o incluso a las carreteras, donde la gente camina kilómetros y kilómetros para llegar a festejar, por ejemplo, a la Virgen de Guadalupe o a San Judas Tadeo. Sin embargo, el pasado jueves se conmemoró la festividad de Corpus Christi y las calles del centro zacatecano reunieron a un centenar de personas en torno a la conmemoración de lo que la cristiandad considera el cuerpo y la sangre de Cristo.
Por un momento parecieron repetirse y materializarse de nuevo los sabores de una fiesta que durante el periodo barroco tuvo su más grande auge. Pensar que por esas mismas calles, la misma procesión -quizás con muchas más personas- tuvo lugar hace dos o tres siglos, fue algo que me llevó a pensar sobre el curioso funcionamiento del tiempo y de los cambios que ocurren dentro de él.
Y es que sin ocupar estas líneas en hacer un recuento de lo que significa esta festividad en el ámbito religioso, sí mencionaré que durante cientos de años esta conmemoración fue casi la fiesta más importante del territorio que hoy ocupa México, pues era un despliegue de poder religioso y civil que reunía a todos los sectores sociales de la Nueva España, donde se desplegaba el lujo y el boato de una sociedad profundamente desigual y a la vez muy apegada a lo ceremonial.
Y es que la fiesta del Corpus excedía la solemnidad del acto en el interior de las iglesias; lo más importante era lo que pasaba en el exterior, en las calles. Ahí la fiesta no estaba exenta de tomar tintes populares, que iban desde la consabida procesión con la participación de todos los gremios y oficios, con música que sonaba mientras desfilaban todos los integrantes de la sociedad, desde el más rico minero hasta el más pobre barretero o artesano.
En toda la Nueva España esta celebración se llevaba a cabo en atrios, capillas, iglesias, conventos, plazas y calles, en casas reales o particulares, con la participación de todos los estamentos de la sociedad, de tal manera que el jueves de Corpus se convertía en el evento en toda la extensión de la palabra. A la obligatoria celebración religiosa se le unían representaciones dramáticas que se llevaban a cabo con toda la parafernalia, desde el mencionado desfile o procesión, hasta el tianguis y la venta de fritangas (tan presentes desde aquel entonces).
Era una fiesta donde convivían lo reglamentado por las instituciones virreinales y eclesiásticas, así como lo improvisado y azaroso, que muchas veces devenía en riñas o crímenes que incluso llegaban a formar parte de todo el espectáculo
En Zacatecas se contaba con la participación no solo de lo más granado de la sociedad minera, o de los gremios, como ya mencionamos, sino también de todas las cofradías que aprovechaban esta festividad para salir en procesión con los atavíos propios de la religiosidad novohispana y las siempre presentes hachas y candelas de cera, que no eran otra cosa que las velas que usaban para iluminar el camino. Gracias a las constituciones o reglamento general de la Cofradía del “Santísimo Sacramento” que pertenecía a la actual Catedral de Zacatecas, la festividad de Corpus Christi se celebró en nuestro territorio al menos desde 1551, pues en dicho documento redactado en el citado año, ya se establece la forma en que deberá llevarse a cabo la procesión tanto en el jueves de Corpus como ocho días después, que se conocía como la infraoctava de Corpus. Según algunas fuentes locales, esta festividad magna que congregaba a los poderes civiles y eclesiásticos así como a toda la población de la Nueva España, cayó en desuso en el Zacatecas del siglo XIX, cuando se limitó la conmemoración a los ámbitos privados y el interior de los templos.
Fue así que de ser casi una fiesta “nacional”, pasó al olvido; sin embargo, de repente podemos ser testigos de esas ceremonias con resabios virreinales que aún forman parte de la cultura mexicana, como ocurrió el pasado jueves.