Historias e identidades
Han pasado 109 años desde que las entrañas de Zacatecas se cimbraron con la energía de los cañones y las balas. 109 años desde la histórica, heroica y casi mítica, Toma de Zacatecas; un acontecimiento que ha inspirado corridos, películas, cientos de libros y muchas opiniones.
Para nosotros, zacatecanos que habitamos un siglo XXI tan alejado de las gestas revolucionarias, parece fascinante ver las fotografías que la batalla dejó. Nos volvemos curiosos espectadores de la destrucción, la sangre, los cadáveres y nos envolvemos de ese mismo morbo que poseía en siglos pasados a todos los que acudían a las ejecuciones públicas.
Hoy no quiero hacer mención de lo dura que fue la batalla ni de los cientos de muertos aún incuantificables que dejó una lucha que finalmente enfrentó a mexicanos contra mexicanos, polarizados por opiniones distintas.
Fue una lucha cruel y violenta que nos deja para la posteridad aquello que debemos recordar en colectivo para no volverlo a repetir. Quiero hacer mención de que, en la algidez de la batalla y como consecuencia propia de la guerra, la batalla y los previos a ella, dejaron transformaciones urbanas aún palpables y algunas irrecuperables.
Bien sabido es que, gracias a la Toma de Zacatecas, perdimos uno de los mejores ejemplos del barroco estípite en todo el norte de México: el Palacio Federal, también conocido como antigua Caja Real. Una de las fotografías más reproducidas de la batalla retrata la ruina del otrora palacio virreinal, con un cañón rodeado de curiosos en primer plano y detrás, cientos de piedras y escombros apilados en una maraña de barandales torcidos.
Gracias a la magia de la fotografía de principios del siglo XX, podemos saber que antes de su destrucción, el Palacio Federal ostentaba una magnífica fachada con caprichosas columnas salientes que daban un efecto visual de movimiento y ostentación: la clásica fachada barroca que presenta ese horror al vacío, no dejando espacio para que el ojo descanse.
Esa fachada se intentó copiar en lo que ahora es el Congreso Local, aunque sus formas acusan diferencias notables, mientras que el espacio que ocupó el Palacio Federal, hoy lleva el justo nombre de Plazuela de la Caja.
Hay otras fotografías que retratan el interior de este edificio; así uno puede imaginar que entra a ese patio rodeado de arcos y dobles alturas.
De este palacio pasamos a una casona que, si no fuera también por los testimonios fotográficos, jamás advertiríamos que se trata de una reconstrucción. Se trata del edificio que hoy alberga las instalaciones de BBVA, en la avenida Hidalgo esquina con Allende. Hoy vemos una elegante fachada cuya esquina se mata en chaflán (recurso urbanístico que elimina la arista en la esquina para añadir un corte que amplia la visibilidad y el espacio de circulación) coronada por un frontón curvo que muchos han identificado con el art nouveau.
Esta casa fue totalmente destruida no durante la Toma de Zacatecas, sino el 6 de junio de 1913, cuando Pánfilo Natera ingresó a la ciudad de Zacatecas con la intención de tomarla para el bando revolucionario. Un intento que fracasó y se materializó hasta un año después. Comúnmente esta fotografía circula como testimonio de la destrucción de la mencionada batalla y por ello le hacemos mención; sin embargo, resaltamos que fue de un año anterior.
Otros inmuebles se vieron seriamente afectados. El Teatro Calderón, así como los edificios circundantes cercanos al Palacio Federal, terminaron con daños importantes que iban desde la pérdida de sus vidrios hasta fracturas en molduras y cornisas. Asimismo, de la zona del jardín Independencia resalta una fotografía donde se observan las casas aledañas a la hoy Casa de Cultura Municipal con fuertes daños en sus fachadas que alcanzan otros elementos estructurales como los arcos que sostenían el ingreso. Sería largo mencionar todos los inmuebles que fueron afectados, pero aún hoy, casi 110 años después, hay testigos de piedra que siguen recordando como aquel 23 de junio se cimbró Zacatecas.