Primero hay que elegir un tema. Siempre sirven los tópicos que ya se han escrito en muchas canciones, guiones cinematográficos o de perdido, en poemas. El amor siempre tiene cierta garantía; el desamor, más.
En caso de ser necesario, sirve leer algún periódico, revista o librucho que se tenga al alcance de la mano. También funciona encender eventualmente la radio, televisión o al menos echarle un ojo a las redes sociales para plantearse una postura respecto al mundo en el que se anda viviendo, con todo y sus atavismos, planes y melancolías.
A nadie le caen bien los que son muy originales porque luego no se entiende del todo, si andan muy marihuanos, sensibleros o nomás traen fundido algún fusible de la normalidad recomendada. También funcionan los lugares comunes y frases prefabricadas, pero digeribles para escribir sobre lo que, de otro modo, no podría nombrarse.
Conviene ponerse a pensar lo que se siente porque sentir lo que se piensa podría requerir desdoblamientos metafísicos, para los que seguramente ya hay otras metodologías. Recordar siempre es inspirador, sobre todo, si lo que se recuerda lleva edulcorantes añadidos que destierren la amargura, el arrepentimiento y en general, si es que existe, la objetividad de la memoria.
Para recordar no hace falta mucho, pero seguramente algunos espacios, horas del día, sabores, melodías, olores y sensaciones en general podrían ayudar. Lo que ya no se recuerda podría ser bastante valioso para darle sentido al mundo en general, de no ser precisamente, por la efectividad que conlleva el olvido.
Es adecuado no preocuparse demasiado por obtener fidedignos retratos de lo real, de cualquier modo, la realidad nunca resulta ser como es, sino como se recuerda.
Habrá que buscar elegir las palabras medianamente adecuadas y usarlas cuidadosamente en medida de lo posible, para decir lo más con lo menos. A pocos les gusta perder su tiempo leyendo algo que no les haga sentirse mejores o peores personas después de haberlo leído. Para perder el tiempo, ya se han descubierto e inventado muchas otras actividades que requieren menor sentir o compromiso.
Para compartir algunas ideas es mejor si de vez en cuando se utilizan conceptos romantizados y populares como el alma, el fuego o los pájaros rojos; también funcionan las flores sobre todo si están secas; las nubes, los barcos, los ojos de perro, los niños jugando; por supuesto el corazón, la sangre, las pestañas; quizás las madrugadas y las abuelas; las olas del mar, el polvo, el fuego y desde luego, el tiempo. Detrás está, como decía Sabines, todo lo que no se dice. Ya es tarde. Que calor hace. Se hizo de noche.
Finalmente, y en medida de lo posible, habrá que difundir el mensaje. Se puede susurrar en privado o alzar la voz en la mitad del foro a la manera del tenor que imita. Se sugiere publicarlo sobre papel o detrás de una pantalla, dejando que uno, dos o varios, alguien reaccione con dibujitos en forma de manitas o caritas amarillas.
Que viva el Rey de lo inútil, que muera. Habrá que hacer canciones con lo escrito, dedicarlo y ponerle destinatarios o quemarlo, prenderle fuego para que arda como debe de arder un hogar-hoguera; como deben de arder los ojos después de tanto llanto; como debe de arder la piel abierta, todavía viva.
De otra manera, escribir carecería totalmente de sentido y todas las canciones del mundo, los guiones de cine y ya de perdido, los poemas, serían lo suficientemente inútiles como para no encontrar provecho, comodidad, resultado o interés. De tal modo que, además de dejarse sentir, en el mejor de los casos, todo lo que se escribe, es inútil.