Vacacionar, además del verbo favorito de los oficinistas es algo así como hacer un paréntesis, una pausa a veces en verano o en invierno que resulta regularmente insuficiente para hacer todo lo que no puede hacerse en temporada baja, aunque sean los otros trabajos pendientes.
Según los wikipedistas, la palabra proviene de vacío, que es como darse el lujo de quitar alarmas y recordatorios sobre la obligatoriedad y el deber que conlleva la vida del ciudadano trabajador, responsable y consciente, porque eso de no hacer mucho, nomás es exclusivo de los vagabundos y los locos, porque, al parecer, nadie en su sano juicio pierde su preciado tiempo andando sin prisas y sin pendientes, a menos que sean vacaciones.
Vacacionar es dejar de correr y tomar una buena bocanada de esa realidad que suele pasar inadvertida mientras los engranes del mundo giran incesantemente.
Para vacacionar sobran sugerencias para todos gustos y bolsillos, desde Hollywood hasta los comerciales de Coppel, eso sí, hay que andar contento, sonriente y disfrutante, hay que aprovechar el tiempo porque para eso está hecho el asueto, ya luego que se acaben habrá oportunidad suficiente para regresar a las mismas preocupaciones que se quedaron guardadas en la agenda, cajón o carpeta y retomar el normal modus vivendi, la rutina cotidiana y modo común de pisar el suelo, ese actuar que vuelve ciudadanos modernos y civilizados a los que le dan cuerda a los ya mencionados engranes, al menos que así se lo crean mientras les llega el derecho a otra probadita de libertad.
El caso es que las vacaciones no deben de ser demasiadas ni tan seguido, porque no vaya siendo que a la gente le guste eso de andar tan libres y sin tantos compromisos que nomás se ponga a idear cosas, luego se vuelve difícil distinguir el ocio de la ociosidad, que es algo así como la terrible desobligación que no tienen ni los punks, y en un mundo de gente trabajadora y responsable.
Mejor planear las vacaciones, porque no vaya a resultar un irrespetuoso imprevisto que comprometa la ausencia de compromisos. Nada como un viaje todo pagado, de esos que ya incluyen transporte, propinas y fiestas sorpresa, cuarto de hotel con mini bar, tv con cable, clima artificial, ventilador y playa privada; desayuno, comida y cena buffet con barra libre nacional, terrazas y antro, piscina clorada con agua dulce y sol gratuito; tour por la ciudad con atractivas actividades nocturnas y diurnas para el siguiente día, snorkel, caminata en la playa, montar a caballo, tirolesa, banana, parachute, viaje en lancha, visita a islas, diversión con foto gratis pal’ face con una sonrisa que hasta parezca natural y otras exóticas actividades únicas e irrepetibles medio difíciles de realizar en una oficina.
Vacacionar es descubrirse ajeno, cansado y hasta quizás aburrido de una rutina que ya más bien era lo normal, contemplar la realidad, pero despacito antes de que se acabe la chance. Los vacacionistas son los mismos uniformados, oficinistas, empleados y trabajadores cuyos días suelen estar ocupados de actividades que mantienen el movimiento universal de quien sabe que cosa, de compromisos y alarmas, de deber y chambas pendientes que permiten la civilización y la existencia de la humanidad moderna, porque al parecer, para que el mundo siga girando alguien tiene que darle cuerda mientras otros se detienen.
Mientras unos vacacionan alguien tiene que trabajar, unos más que otros eso si tan seguido y tan demasiado como sea posible, hasta que ya no se pueda más y por recomendación del médico o de perdido de algún amigo hubiera que tomar la vacación, cerrar los ojos y respirar otra vez como si se estuviera vivo, vagabundear, y no restringirse tanto a la responsable cordura, ser y hacer algo distinto, único e irrepetible al menos hasta el próximo invierno o el verano.