Mexicanísimos
Afortunadamente, todos los meses tienen lo suyo, unos más, otro menos, pero todos justifican que el próximo año se esperen con igual o mayor paciencia que éste, tal como pasó el año anterior, el que está en curso y así sucesivamente, porque seguro que no todos son iguales, como tampoco lo son los días, las noches o las horas, minutos y todas esas fracciones que subdividen el tiempo categóricamente, casi, como si fuera eterno.
Septiembre es el mes de México, el más patrio de todos, especialmente para los que viven aquí o vivieron, porque curiosamente resulta, que nada como salir del país para sentirlo más dentro, o algo así.
Ni siquiera hace falta saber qué se conmemora, festeja o celebra, sólo es necesario identificar que algo gritan los gobernantes mientras los gobernados festejan, y que se tiene que hacer con el suficiente orgullo de pertenecer a estos lares y no a otros, algo así como expresar con bastante enjundia que no se es guatemalteco, gringo o gachupín, sino mexicano ¡caray! digo ¡Viva! porque al parecer, este sitio resulta ser la mejor opción cuando se trata de esas cosas de nacer en algún lugar y de vivir entre los límites fronterizos de una soberanía u otra. Es casi seguro que, si fuera opcional, los mexicanos decidirían nacer, otra vez, aquí mismo.
Septiembre es mes de banderas, de bigotes, pozole y chinas poblanas; es el mes de celebrar con la familia, amigos o medio conocidos, disponiendo adecuadamente el orgullo sobre la mesa, en una noche, cuyo día, por fortuna está marcado oficialmente celebrable en el calendario, porque es tiempo de festejar que se pertenece a un país bello por donde se le busque, con gente bonita, edificios bonitos, discursos bonitos y festejos tan bonitos, como éste.
Que lástima que no haya varios septiembres al año y puedan andar disfrazados los mexicanos de mexicanos para que se note más el mexicano orgullo de pertenencia a esta patria independiente, humana y generosa a la que entregamos nuestra existencia.
México es un legado de héroes, no de heroínas porque endenantes no había paridad, esos señores que anduvieron buscando que ya no fuera la Nueva España, la Nueva Galicia o las nuevas tierras que nomás eran nuevas para los que llegaron, porque unos, los que ya estaban, ya las conocían bien, nomás que no les llamaban con tanta novedad, ni en castellano, que es el idioma en el que están escritas estas bobas líneas.
La cosa está, en que algo de lo que quedó después del divorcio con las Europas fue el idioma, de otro modo, seguramente esta breve expresión tendría que recurrir a dibujitos de serpientes, fuego y algunos animalitos salvajes, para darle más sabor a una idea que quién sabe a dónde va, pero que habla de un México orgulloso de sí mismo, más para estas fechas.
Además de todo, México es un símbolo de unidad, de los padres y hermanos de los mismos mexicanos orgullosos de sus padres y sus hermanos, no de las madres, ni tampoco de las hermanas por las mismas razones citadas en el párrafo anterior.
Porque resulta que eso de andar prefiriendo a los extraños suena como algo que hizo una vez doña Marina que ni se llamaba así y le fue mal en los libros de la historia, lo de menos es que tuviera sólo 15 añitos cuando, según los mismos libros, prefirió voluntariamente los aromas gachupines, por cierto, medio añejos.
Afortunadamente, nadie se disfraza de Malintzin en septiembre, ni que fuera prehispánica la fiesta, porque éste es el mes más patrio de todos, el mes del orgullo veridiblaquicolorado-aguileñoserpentino, y que no es cómo los otros, ni como el del año pasado, ni como el del siguiente, sino un mes único, en el que hay que gritar ¡Que viva! porque resulta que en este mismo México, el resto del año, hay que callar.