VILLANUEVA. Temor de no regresar a casa, ver gente armada y encapuchada recorrer las calles todos los días, dudar de si enviar a los hijos a la escuela o dejarlos en casa, escuchar balaceras casi todas las noches, esto es vivir en Malpaso.
Sus habitantes aseguran que esta comunidad de Villanueva, municipio recientemente nombrado Pueblo Mágico, ya fue rebasada por la violencia y olvidada por autoridades de los tres órdenes de gobierno.
“El presidente municipal [Rogelio González Álvarez] solo viene cuando tiene que pararse el cuello, cuando hay fiesta o para coronar a una reina”, afirmaron varias señoras, quienes por temor pidieron reservar sus nombres y rostros.
Incluso, coincidieron que tras buscarle durante la crisis de los siete jóvenes privados ilegalmente de la libertad el 24 de septiembre, González Álvarez no tuvo atención alguna con los habitantes de Malpaso.
Bajo esta misma condición de olvido y desdén son los rondines de la policía; las mujeres denunciaron que nunca ven agentes de ninguna corporación para vigilar las calles de su comunidad.
“Tenemos instalaciones de una delegación de la Policía Municipal, pero nunca hay policías, la ocupan para talleres del DIF estatal o para hacer reuniones, nadie se ocupa de nuestra seguridad”, coincidieron.
Esto las lleva al problema de mandar a los niños a la escuela, dado que la secundaria y primaria están al pie de la carretera, “ahora con lo que pasó nos da mucho miedo que vayan porque ya ha ocurrido que se llevan a jóvenes de ahí sin que nadie haga nada”.
Aseguraron que, aun cuando no es frecuente, al menos tienen conocimiento de dos jóvenes que fueron privados ilegalmente de la libertad por la zona de las escuelas y nunca más se supo de ellos, “es un miedo constante”.
Con respecto a la Unidad Regional de Seguridad (Unirse), la cual está a unos cuantos metros, reiteraron que pese a los constantes movimientos de gente armada y encapuchada por las calles de Malpaso, “nunca vienen, ahí están sin hacer nada y por las noches nunca hay nadie para cuidarnos”.
Esto los lleva a refugiarse en sus casas apenas comienza a oscurecer, “es cuando camionetas con gente rara comienzan a pasear por la calle, casi todos pasan con la cara cubierta”.
Así el miedo es constante, no cesa por sentirse abandonados; hasta incrédulos están de que alguna autoridad tome el problema de la inseguridad en sus manos.