VILLANUEVA. El dolor de siete familias se unió en una sola exigencia: que regresen con vida. Durante casi nueve horas, las madres y los padres de los adolescentes y jóvenes secuestrados en Malpaso bloquearon la carretera federal 54 para demandar respuestas a las autoridades.
Este martes, llegaron poco antes del mediodía y bloquearon ambos sentidos a la altura de la Unidad Regional de Seguridad (Unirse), a pocos metros del rancho El Potrerito, donde un grupo armado privó ilegalmente de la libertad a los muchachos la madrugada del 24 de septiembre.
Desde entonces buscan con desesperación a: Jorge Alberto René Ocón Acevedo, de 14 años; Óscar Ernesto Rojas Alvarado, de 15; Héctor Alejandro Saucedo Acevedo y Diego Rodríguez Vidales, ambos de 17; Sergio Yobani Acevedo Rodríguez, Gumaro Santacruz Carrillo y Jesús Manuel Rodríguez Robles, de 18.
“Solamente queremos a nuestros hijos sanos y salvos”, lloraba la madre de Héctor. Acompañados por familiares y vecinos de la comunidad de Villanueva, reclamaban que aquel domingo, en la Unirse “pareció que no escucharon los balazos” y, cuando denunciaron el secuestro, “llegó un solo elemento y sin pistola”.
“Estábamos en un operativo”, les respondieron policías estatales que intentaban dialogar. Las respuestas fueron gritos de “justicia, justicia”. “¿Dónde está la autoridad? Desde las 12 de la noche hubo balazos y nadie entró. ¿Cómo no escucharon? Malpaso es un pueblo sin ley”, reviró un tío de Yobani.
Impotencia
Después, unidades del Ejército Mexicano y de la Guardia Nacional (GN) llegaron hasta el bloqueo. El comandante de la Zona Militar 11, Alejandro Vargas González, se presentó con las familias y les garantizó que las búsquedas se mantendrían. Con esa promesa, los manifestantes dejaron pasar las camionetas.
Una tras otra, rechazaron a las autoridades que arribaron luego. Llegó el comisionado estatal de Búsqueda, Everardo Ramírez Aguayo, a quien le dieron una lona para que se uniera a la protesta. Recibieron al secretario de Seguridad Pública, Arturo Medina Mayoral, con quien se negaron a liberar la carretera. Y la desesperación crecía.
“Vimos videos en redes sociales donde están torturando a nuestros hijos, los están golpeando. Mi niño tiene 14 años, imagínense la impotencia de verlo así. El operativo fue solo para poner retenes, no los han buscado, no los han encontrado. Fuimos a la fiscalía y dimos fotografías, ubicaciones y no se han movido”, cuestionó la madre de Jorge Alberto.
“Ya me cansé de llorar. Me quisieron extorsionar, me pidieron 15 mil pesos. Le dije a quien me llamó que de rodillas le pedía que me devolviera a mi hijo. No fuera el hijo del gobernador David Monreal porque rápido lo encontraban. Queremos a nuestros hijos vivos”, reiteró la madre de Yobani.
“No pasa nada”
Al secretario de Seguridad le siguió la fiscal especializada en Derechos Humanos, Berenice Vázquez González. Ella tampoco logró convencer a las familias de que acudieran a la Fiscalía General de Justicia del Estado (FGJE) para “explicarles las técnicas de búsqueda”. “No queremos representantes, queremos al fiscal”, le contestaron.
El titular de la FGJE, Francisco Murillo Ruiseco, avisó que no acudiría al bloqueo y volvió a llamar a la mesa de diálogo. “Tantas carpetas que se archivan y archivan y solo dicen que andaban en la delincuencia organizada y no pasa nada”, criticaba la mamá de Héctor. Las familias pasaron a exigir la presencia del gobernador.
“Demuéstrame, David, que hay un cambio. Cuando anduvimos en tu campaña nos dabas la cara, no es tu campaña y te escondes. Nosotros siempre ayudamos a juntar gente para David Monreal, hemos trabajado para ti. Ahora necesitamos de ti, contéstanos. Tú trajiste la delincuencia aquí y ya estuvo bueno de quedarnos callados”.
Sin miedo
Tras esperar sin éxito, madres y padres decidieron ir a las instalaciones de la fiscalía, mientras que los demás se quedaron en la toma de la Unirse. Los recibió Murillo Ruiseco. Cuando regresaron al bloqueo, el papá de Jorge Alberto recriminó que durante la noche se suspenderían las búsquedas y explicó que el fiscal no acudió porque “tenía mucho trabajo”.
“Los van a sacar de donde los tienen y se los van a llevar a otro lado. Que no hay pruebas y no pueden agarrar a una persona nomás porque la gente dice. Nos dicen que no nos arriesguemos buscando a nuestros hijos. Por Dios, ¿no tienen piedad? ¡Son unos niños!”, rogó el padre.
Más tarde, volvieron el comandante Alejandro Vargas y el secretario Arturo Medina para informar avances del Operativo Malpaso. Minutos antes de las 9 de la noche, las familias decidieron liberar la carretera, con la promesa de que continuarán las búsquedas y la advertencia de que también lo harán con las protestas.
Frente a los agentes estatales de la Unirse, el padre de Jorge Alberto aseguró tener fe en que “no todos los policías son malos y nos van a ayudar”. “Y si no pueden, dennos las armas, porque si ustedes tienen miedo, nosotros no”.
Noche de horror
La medianoche del domingo 24 de septiembre, once adolescentes y jóvenes paseaban en moto por las calles de Malpaso cuando se escucharon disparos de armas de fuego. Horas más tarde, un grupo armado secuestró a siete de ellos, todos los hombres.
Al escuchar la balacera, el padre de uno de los muchachos lo llamó para que regresaran a casa ante el peligro. El grupo volvió al rancho El Potrerito, ubicado a no más de 500 metros de la Unidad Regional de Seguridad (Unirse), encendió una fogata y permaneció junto a ella hasta cerca de las 3 horas. Luego se metieron a dormir.
El sueño de una de las madres se vio interrumpido tras escuchar disparos y golpes, al parecer con un arma, en la puerta principal. Al recorrer la finca se dio cuenta de que había delincuentes dentro y, con miedo, regresó a la habitación donde el padre ya estaba en pie. “Me asomo y uno de ellos me regresó a la recámara para exigirnos el dinero. Le respondimos que no había”, relató el hombre.
Desde otras habitaciones se escuchaban ruidos: cómo sacaban a los jóvenes de la cama hasta que, de pronto, quien parecía encabezar al grupo delictivo gritó: “con las chiquillas no se metan”, y las muchachas fueron encerradas en uno de los cuartos.
Mientras tanto, la madre y el padre de una de las víctimas eran sacados con gritos de que encendieran la luz, pero en el rancho la planta de energía no estaba encendida. Todo ocurrió en la oscuridad. Los delincuentes regresaron al hombre a la habitación, lo arrojaron sobre la cama y lo amenazaron: “me encañonaron y escuché que me iban a disparar, pero el arma se encasquilló”.
Con los muchachos tirados bocabajo y encañonados, el sujeto golpeó al padre con la cacha y le exigió las llaves de una pick up. “Mi hijo las tenía y se las entregó, con la intención de que se fueran”. Los hombres armados salieron, pero antes sacaron de la casa a los siete adolescentes y jóvenes, varios de ellos descalzos, y los obligaron a subir a la caja de la camioneta.