Stendhal y el arte en los tiempos de las redes sociales
¿Alguna vez ha experimentado una especie de emoción que acelere su corazón frente a una obra de arte? ¿ha sentido incluso marearse en los pasillos de un museo, agobiado por esa sensación inexplicable de parálisis ante la belleza?
Lo que parece ser una descripción edulcorada, poética e incluso cursi, es un malestar psíquico identificado en 1989 por una psiquiatra italiana que lo denominó “síndrome de Stendhal”. Identificó que era común que los viajeros, específicamente en ciudades en las que la riqueza artística y patrimonial se desborda en cada calle, llegaran al hospital con sensaciones parecidas a las arriba descritas: mareos, palpitaciones, desequilibrio emocional y hasta ataques de pánico.
Desde entonces las explicaciones del padecimiento son aún fuente de estudio para neurólogos y psiquiatras.
El nombre del malestar surge de los diarios de viaje del escritor francés Henri Beyle, mejor conocido como Stendhal. En 1817, este apasionado por la historia y el arte del Renacimiento viajó a Italia para recorrer a ras de tierra las calles en las que habían caminado artistas y filósofos. Un viaje que, por cierto, era bastante común entre las élites intelectuales de aquel entonces.
Como buen turista, después de haber recorrido las calles de Florencia y comprarse su guía del viajero para ubicar los puntos a visitar, Stendhal se dirigió a la iglesia de la Santa Croce. Este lugar resguarda hasta la fecha las tumbas y cenotafios de ni más ni menos que “las glorias italianas”: Miguel Ángel, Dante Alighieri, Nicolás Maquiavelo, Galileo Galilei, entre otros. Asombrado por estar rodeado de tremendos personajes y obras de arte, el escritor experimentó lo siguiente al interior de una capilla:
“Ahí, sentado en el reclinatorio, con la cabeza apoyada sobre el respaldo para poder mirar el techo, las Sibilas del Volterrano me otorgaron quizá el placer más intenso que me haya dado nunca la pintura. Estaba ya en una suerte de éxtasis ante la idea de estar en Florencia y por la cercanía de los grandes hombres cuyas tumbas acababa de ver. Absorto en la contemplación de la belleza sublime, la veía de cerca, la tocaba, por así decir. Había alcanzado ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes inspiradas por las bellas artes y los sentimientos apasionados.
“Saliendo de la Santa Croce me latía con fuerza el corazón; sentía aquello que en Berlín denominan nervios; la vida se agotaba en mí y caminaba temeroso de caerme. Me senté en uno de los bancos de la plaza de Santa Croce, releí con delicia estos versos de Foscolo que llevaba en mi cartera; no les veía ni un defecto, necesitaba la voz de un amigo compartiendo mi emoción. (…) Dos días después, el recuerdo de lo que había sentido me dio una idea impertinente: es mejor para la felicidad, me dije, tener el corazón de esta forma que no la Legión de honor”.
Como mencionaba, esos malestares y sensaciones “inspiradas por las bellas artes” a la fecha corresponden a un padecimiento bien identificado pero considero que cada vez menos frecuente. Al releer lo anterior, no pude evitar preguntarme, ¿el escritor francés habría experimentado lo mismo en los tiempos de las redes sociales? Probablemente en este 2023 se hubiera ocupado en tomar la mejor foto de las Sibilas para compartirla en su historia de Instagram que en mirar con atención.
El pasado fin de semana acudí a una exposición que se me presentó como la muestra de que ya no somos más esos buscadores de placer estético ni nos permitimos sobrecogernos ante lo que nos parece bello o lo que nos quita el aliento. Ahora somos presas del vértigo de “compartir”, de decir que estuvimos ahí.
En este punto hay que hacer un ejercicio de honestidad, porque el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra… todos hemos caído en la tentación de subir la foto antes de contemplar con atención, sobre todo cuando visitamos un museo, una exposición o peor, una de las obras cúlmen de la Historia del Arte y eso nos lleva a una nueva manera de relacionarnos con lo que vemos y admiramos. Pero de ello hablaremos la próxima semana…