MADRID. Juan Ortega puede estar, posiblemente, en una de las temporadas más importantes de su vida.
A golpe de faenas para el recuerdo en la mayoría de las ferias en las que hizo el paseíllo, por encima de los trofeos obtenidos, que también están las sensaciones y el interés despertado entre la afición.
Así vuelve ahora a Madrid, en un cartel esperado el 7 de octubre, con toros de El Pilar, mismo hierro con el que el pasado año, también en otoño, dejaría una de sus mejores tardes en la capital española.
“Lo que mejor tiene Madrid es que se habla mucho de lo que ocurre en su ruedo. Por mucho que veamos videos y fotografías, los taurinos nos seguimos guiando del boca a boca.
“Las cosas buenas corren como la pólvora entre los aficionados, es de lo que más nos fiamos”, apuntó Juan Ortega.
Un torero marcado por el sello de la calidad, la torería añeja, el clasicismo, la pureza, la pasión, la sensibilidad […] que dejó su cumbre artística esta campaña en plazas como Málaga, Granada, Santander, Cuenca o Valladolid.
Ortega frente a las Ventas
Al torero sevillano no le cuesta decir que Las Ventas fue la plaza que primero creyó en su toreo: “La tarde del 15 de agosto de 2018 fue la corrida que a mí me dio la tranquilidad de estar buscando lo que quería.
“Llevaba tiempo apuntando cosas de las que después logré hacer en la plaza. Cosas que sentía pero que nunca había logrado materializar en una faena en el ruedo. Me aportó mucho porque personalmente me dio una confianza que después me ha afianzado en mi camino”, aseguró.
Ante la cita del 7 de octubre, Ortega dijo estar “deseando reencontrarme con Madrid y estoy haciendo el esfuerzo de cogerle mucho cariño a la tarde.
“Las corridas hay que trabajarlas en la mente. Uno no puede llegar a Madrid de sopetón, sin sentir nada, solo el miedo que genera. Hay que sentir desde ya la tarde, llegar muy metido, rememorar sensaciones, para cuando me vea en el patio de caballos me resulte familiar”, sentenció.
Una plaza, Las Ventas, que considera suya. “En Madrid hay mucho y buen aficionado. Es una plaza muy pasional como la propia personalidad de la ciudad, de su gente, de su tierra.
“Diría que es emocional, de las plazas que antes se calientan, para lo bueno y para lo malo. Como torero me siento cómodo porque cualquier esfuerzo que hago se valora. Da confianza sentirte comprendido, aunque a veces no te comprende nadie”, afirmó Ortega.
La ilusión, un motor
Un año para Juan Ortega en el que él mismo afirma haberse reencontrado con un camino en el que le cogen más toros en la cabeza, motivación que le ayuda a desarrollar el arrojo y las ganas de sus últimas tardes.
Habla el torero de motivación, y expresa que “la ilusión es el motor de mi toreo. Cada uno tiene una ilusión en la vida, en mi caso es la de sacar lo que llevo dentro. La ilusión se tiene que generar a través de estudiar y conocer la tauromaquia.
“Lo peor que hay en el toreo es caer en lo mecánico. Todo está vinculado a la vida personal, hay que cuidar la ilusión continuamente para que salga en la plaza”, concluyó.