No es fácil retraerse del bullicio diario para hacer apuntes de mediano o largo plazo. Las dudas que nos asaltan no son de fácil solución. Estamos en un contexto político revuelto: una oposición que solo atina a articular su objetivo primordial, impedir la continuidad del lopezobradorismo en el gobierno federal el próximo año, pero no atina estrategias mínimamente eficaces.
Está la otra oposición, la del emecismo, que tampoco se articula con la eficacia de quien quiere ganar. Dicen los emecistas informados que el candidato para 2024 será una figura de transición sin grandes expectativas de triunfo pero que le permita al partido ser creíble con miras al año 2030 donde las esperanzas más cifradas estarán en Luis Donaldo Colosio Riojas, quien en un acto calculado a futuro, declinó a precipitarse hacia una candidatura presidencial de corto plazo que le desgastaría el halo y su nombre histórico. Además, Colosio, debe demostrar que puede gobernar la tercera ciudad más importante del país, para construirse piernas de presidente.
Entonces, ¿asistimos a una consolidación democrática o a la formación de un nuevo sistema político mexicano con el mismo dejo de autoritarismo que tuvo en los hitos de 1929, 1968, 2000 y 2018?
Para una democracia se necesitan demócratas y López Obrador, con todo y sus desplantes mañaneros, envió al Congreso el año pasado una reforma política que, bien leída, perjudicaba políticamente al morenismo. Lo preocupante es que ningún analista serio lo advirtió, o al menos manifestó haberlo hecho.
Se insiste hasta el cansancio en llamar dictador a López Obrador, pero si actuara como tal muchos de sus acusadores serían fulminados, al menos políticamente. En la dictadura venezolana del norte se ataca con notable libertad al draconiano.
Existen dos riesgos de valoración electoral. El gran triunfo del morenismo será si, por enésima vez, la campaña de 2024 vuelve a tratarse de López Obrador. Si es así, prácticamente podremos ahorrarnos la campaña y Claudia Sheinbaum será la primera presidenta de México. Como estrategia de marketing político se vuelve inminente el trazo.
El otro riesgo es lo que se omita, lo sustancial. La verdadera batalla será la estructura del país que se configurará a partir del 1 de septiembre (cuando se instale la nueva Legislatura) y del 1 de octubre (cuando tome posesión el próximo Ejecutivo). Si el destino de la presidencia está muy anticipado, entonces queda imaginar con qué contrapesos lidiará la futura presidenta Sheinbaum. La verdadera discusión será sobre el Legislativo.
En función del Congreso se podrán configurar reformas y modificaciones a la estructura republicana e incluso se le dará forma al tercer poder de urgente restauración: el judicial. Y su restauración quedará también en función de lo que se aprecie con la claridad del largo plazo.
Los políticos, empresarios y los opinadores (muchos de ellos a su servicio) claman por la independencia del Poder Judicial de los otros dos poderes, pero sobre todo del ejecutivo, como si estuviéramos hablando de un garante del Estado de Derecho.
Es decir, claman por un Poder Judicial que tenga la independencia de seguirse vendiendo a los mejores postores o que continúe arrendado a quienes lo tienen bajo control. Y la lógica es la del “mal de muchos…”: “no es que esté bien, pero podría estar peor”. Y sí: a la disparatada racionalización, le aparejan el cuento petatero del dictador (uno que se va el 1 de octubre próximo).
En tales escenarios, los electores deberán elegir: entre una oposición que clama por el regreso del estatus quo anterior al 2018 (y si no, tampoco tienen la elocuencia para decirnos entonces qué proponen) o un lopezobradorismo que, para profundizarse, precisa el apoyo popular para modificar al país.
El desarrollo de una ciudadanía responsable nos obliga a ver más allá de los blancos y negros de las campañas que se avecinan y con esa conciencia advertir los reacomodos que nos entregarán un México, el del futuro.