JALISCO. La segunda corrida de la temporada en la Plaza de Toros Nuevo Progreso, de Guadalajara, estuvo plagada por la salida a hombros del francés Sebastián Castella, que cortó dos orejas tras su faena al toro de Campo Real, de regalo.
Antonio Ferrera cuajó también un ejemplar de San Pablo, al que pinchó. Quien sin duda tuvo la tarde más redonda fue Ernesto Javier El Calita, que cortó la oreja de su primero, perdiendo los trofeos del segundo tras estar errático con el acero. La Puerta Grande se quedó muy cerca de abrirse.
LA PROFUNDIDAD DE ANTONIO FERRERA
Don Bet, de 480 kilos de Campo Real, le correspondió al torero español Antonio Ferrera, que brindó su faena de muleta al maestro Manolo Arruza, que celebró sus 50 años de alternativa.
Una faena que fue de menos a más, pues gracias a la parsimonia con la que llevó al de Campo Real es que consiguió meterlo en el engaño, suave y templado.
Por el derecho alcanzó un culmen sublime en una serie con hondura y profundidad. Un molinete precedió la naturalidad que brotó por el izquierdo, la mano muy baja llevó a plasmar ese toreo tan suyo, de pellizco y sentimiento en su estado más puro.
Toreó muy relajado, a compás, una figura que se mueve bajo el sentimiento único del corazón.
Don José, de 515 kilos, fue el cuarto de la tarde y segundo del lote de Antonio Ferrera, también del hierro titular de Campo Real.
Fue un toro muy protestado desde salida; que por su presencia provocó las divisiones en los tendidos. A la muleta llegó con los ánimos encima y con el deslucido juego del ejemplar que pasó sin la mayor de las transmisiones, pese al enorme esfuerzo del español. División de opiniones.
Alteño, de 495 kilos de San Pablo, fue el segundo de regalo de la tarde, el cual toreó Antonio Ferrera, quien encontró la calidad del toro desde el inicio de su faena.
Su genialidad va más allá del sentimiento puro, se queda en cada pase, en cada momento, firmando bajo la absoluta convicción de una vocación intacta que se retroalimenta cada tarde. Cada muletazo fue hondo, templado, con clase, no quedaba más que disfrutar y transmitir. Cortó una oreja.
La clase firmada por Sebastián Castella
Dentista, de 490 kilos, fue el segundo de la tarde de la ganadería de Campo Real para el torero Sebastián Castella, quien puso la variedad e inspiración con el capote.
Con doblones comenzó su faena de muleta ante un toro muy áspero. No tardó el francés en encontrar el ritmo, aunque no fue fácil porque el ejemplar se metía con cierto peligro, punteaba el engaño y además era tardo.
Lo que consiguió lo hizo a base de ese oficio, y por ello robó dos buenas series mandonas por el pitón derecho.
Cuánto mérito tuvo lo que hizo por el izquierdo, dejando también la calidad, poniendo él todo lo que al toro le faltó.
Los finales, anteponiendo esa verdad y entrega en momentos poderosos. Sin duda fue una faena pensada, con un buen prólogo en ese quite variado y el culmen en una faena donde todo lo resolvió con enorme facilidad. No estuvo certero con el acero y todo quedó en palmas tras aviso.
León, de 480 kilos, quinto de la tarde y segundo del lote de Sebastián Castella; otro toro protestado. El francés comenzó por alto, ignorando los reclamos del tendido.
En las cercanías, comenzó a firmar los primeros pasajes hasta cuajar de buena manera al ejemplar por el derecho.
Fue una faena que se mantuvo en la línea, largo por derecho, acompasado, sin tener un toro que fuera un derroche de fuerza, pero que sí reflejó su fondo de nobleza.
Pasaportó al primer viaje, retirándose entre las divisiones del público.
San Juanero, de Campo Real, fue el toro de regalo de Sebastián Castella que empezó con toda la fuerza, aguantando los parones.
El animal, que parecía no embestiría por su comportamiento en los dos primeros tercios de la lidia, terminó por acudir a la muleta mandona del torero, que por el izquierdo cuajó con rotundidad al ejemplar en una sinfonía de naturales.
Por el derecho, profundo y poderoso, entonando la parsimonia de lo excelso en una sola escena. Los últimos adornos por debajo fueron esa corona que hacía falta para la obra firmada hoy ante el público tapatío que terminó por rendírsele. Dos orejas.
El Calita dimensiona el buen toreo
Zapatitos, de 520 kilos, tercero de la tarde y primero del lote de un convencido Ernesto Javier El Calita, que saludó a porta gayola al de Campo Real.
Un toro muy rebrincado, siempre con la cabeza arriba, muy descompuesto en su andar. Por el derecho, poco quiso, muy pronto lo intentó por el izquierdo, encontró la distancia y el ritmo, y cuajó dos buenas series.
Con que mando y poder rompió su faena por el derecho, profundizó en las notas del buen toreo, largo, profundo. La variedad también fue una constante en la apuesta firme de El Calita, que llevó a buen puerto su faena que terminó por convencer en el tendido. Ajustadas fueron las bernardinas que acompañaron el último tramo de su faena. Se tiró a matar con toda la verdad y el honor, pasaportando al primer viaje, cortando una oreja.
Arquitecto, de 480 kilos, sexto toro, correspondiendo al mexiquense, que comenzó de buena manera su faena, corrió la mano con mucho mando, el trazo largo, con hondura y sentimiento.
El Calita es un torero que se asume con verdad, que interpreta a su manera y con la fidelidad de su esencia.
La faena fue creciendo en intensidad cuando deletreó los muletazos por el derecho, las series con alto contenido artístico, bajo la mirada cautiva de los presentes. Al final imprimió la variedad en su buen trasteo, pero la espada no fue su aliada.