Los cumplidores
En un mundo de simples mortales, sobrevivir es un acto audaz que no se pueden permitir las deidades invisibles que se inventaron los que sí mueren.
Por eso, los mortaletes festejan año con año, hasta que no se pueda más. Celebran “cumplir” años para concientizarse, aunque sea tantito, que se está lo suficientemente vivo como para poder seguir moviendo sabrosamente la calavera, esa estructura con forma de muerte, que, aunque a veces se olvide, todos los cuerpos llevan siempre por dentro, al menos, hasta que el siempre de cada quien se haya acabado.
Entonces, después de cumplir, nomás queda la calaca, simple recuerdo formado de calcio de los que, en otros momentos, anduvieron soplándole a las velitas deseando quién sabe qué cosas, suponiendo que iban a seguir viviendo. Desear es ser optimista.
Un año más de vida es también un año menos, pero mejor no mencionarlo porque eso es muy pesimista y pone las caritas tristes.
Y bueno, nadie quiere estar voluntariamente triste porque eso es de los que no saben sonreírle, permanentemente, a la vida, tal como recomiendan los expertos en recomendar que hay que ser lo más feliz que se pueda.
Felicidades es como felicidad, pero en plural, porque una sola no es suficiente para expresar lo significativo que son algunos momentos suficientemente celebrables.
Algo así como encontrar que vivir, además de morir de a poquito, también es, como dice alguna “aseguradora” de vida: increíble.
Lamentablemente y a pesar de lo que pretenden los hedonistas, vivir también a veces resulta ser tantito o tantote doloroso, y eso; sin embargo, es totalmente normal.
Vivir es estar dispuesto a sentir y eso implica no sentir nomás lo placentero. El dolor es eso que incomoda cuerpos y mentes y que les recuerda su fragilidad.
Una simple muelita puede incapacitar todo un cuerpote, no se diga del ilocalizable dolor mental que no se ve, pero como joroba.
Afortunadamente, nadie se siente más vivo que cuando algo deja de doler y hasta dan ganas como de sonreír así nomás, como un idiota sin otro motivo que sentirse vivo.
Que agradable a veces es ser idiota. Aliviarse es volverse más ligero para poder andar casi flotando, como si no importara el tiempo que dure la sonrisa.
Una fiesta, es una reunión de sonrientes solitarios que encontraron un motivo para juntarse con otros igual o más solitarios.
Festejar es también, encontrar un pretexto para reunirse con los que son importantes, pero no se les dice tanto ni tan seguido, a veces nomás una vez al año, o tal vez dos contando la navidad, que es también otro pretexto para festejar porque nació una deidad invisible, esa que también murió, pero luego resucitó al tercer día según las escrituras y subió al cielo, y está sentado a la derecha de otra deidad mayor, porque eso de ser divino, ha de ser medio cansado como para estar sempiternamente de pie.
Los ateos, a veces también celebran la Navidad y los cumpleaños porque eso de ser mortal, ha de ser medio cansado, como para estar sempiternamente hincados.
Vivir es un compromiso o ¿por qué se cumple? qué dejan de cumplir los que ya no viven? se cumple algo que se promete, se ordena, se desea o se encarga. ¿cuándo se prometió cumplirle qué cosa al tiempo?
Y además, ¿qué carajos es el tiempo? tal vez sea eso que cada vez se tiene menos y se reparte más, tal vez sea el aire o el amor en alguna caja fuerte, en el congelador.
Un año cumplido no se suma ni se resta, porque eso de los números y el tiempo, seguro también son imaginarios inventos, casi divinos, casi no requeridos para enterarse, más o menos sobre lo que es vivir.
Sobrevivir es como tratar de vivir, pero a costa de lo que mata, es decir, a costa de todo incluyendo, por supuesto, al tiempo.
Vivir mata, pero de a poquito, lo suficientemente lento, en el mejor de los casos, como para poder de vez en cuando celebrar, que algo ya se cumplió, eso con lo que a veces, ni el mismo cumplidor sabía que tenía compromiso.