TLAXCALA. La expectación por ver a hoy a Diego Ventura es muy alta, en su primera fecha en Tlaxcala, pues desde las primeras horas de este miércoles se colgó el cartel de “No hay boletos», garantizando así un lleno espectacular en la Plaza de Toros Jorge El Ranchero Aguilar.
La apuesta
Diego Ventura, que llegó desde hace uno días a nuestro país, cuenta con el respaldo de una de sus mejores temporadas europeas, y por ello, la apuesta en México es seguir en la misma tesitura, por lo que desde su arribo a tierra azteca se encuentra inmerso en el campo bravo queretano.
Desde ahí se prepara con dedicación e ilusión a los caballos de su amplia cuadra actual, mismos que eligió para torear de este lado del Atlántico, de entre las 20 estrellas equinas con las que contó para sus encerronas y corridas históricas que toreó a lo largo de su agenda en el viejo continente, donde lidió 87 toros, 104 orejas y 16 rabos.
“Volver a México es como un bálsamo para mí. Lo necesito para disfrutar de su manera tan pasional de vivir la tauromaquia y para no dejar de aprender.
“Siempre he sido muy competitivo y exigente conmigo mismo, pero vengo para volver a disfrutar de la ilusión que me da torear en este país que aporta tanto a mi toreo”, detalló desde el rancho El Ciervo, donde volvió a centrar su plantel general, al lado del rejoneador Funtanet.
La llegada, los recuerdos
Ventura llegó acompañado por su mozo de espadas Iván García, así como por su apoderado Andrés Caballero; desde luego a la vera del mexicano Alejandro Amaya, y de su pilar y hombre de confianza Othón Ortega, quien preparó una gran campaña mexicana para otro revolucionario del rejoneo. El origen, en primera persona.
“Mi padre nació en Portugal y quiso ser rejoneador. Tenía poco dinero y disponía de uno o dos caballos prestados de algunos amigos.
“Conoció entonces a Ángel Peralta, que le ofreció venirse a Sevilla para que domara a sus caballos. Mi padre le prepararía los caballos nuevos al maestro, y él, a cambio, le permitiría torear 30 o 40 corridas por los pueblos.
Después de algún tiempo aquí en España, mi madre quedó embarazada, dio a luz en Portugal y se vino a España. Tenía yo dos meses cuando llegué a Sevilla”, relató Ventura.
Para Diego, montar a caballo fue natural, pues “me viene prácticamente de la cuna. Cuando empecé a andar, lo primero que hice con tres o cuatro años fue ir al picadero, donde veía a los hermanos Peralta y a mi padre montando.
“Vivíamos allí, por lo tanto, lo que he visto siempre han sido caballos, cómo toreaban las vacas, cómo entrenaban y mataban toros… Cuando tenía cinco años empecé a montar y, con seis, don Ángel me dijo por primera vez: ´¿quieres darle una vuelta a la vaca?´ Ésa fue mi primera vuelta y donde empezó todo.
“Con seis años ya toreaba las vacas. Me amarraban a la montura para que no me cayera”, recordó el rejoneador.
Tul y el hallazgo
Diego recuerda que su primer caballo fue negro, y su padre se llevó dos años toreando; se llamaba Tul. El animal se quedó cojo por una infosura y entonces ya no les servía para torear, pero para él era ideal.
De ahí surgió la decisión de ser rejoneador, pues “siempre tuve presente que quería serlo.
“Yo era de los que me hacía el enfermo para no ir al colegio cuando me enteraba de que iban a torear vacas, porque lo que quería era montar y ver entrenar a los toreros.
“No hubo un momento justo. Yo iba toreando, iba montando con mi padre y, cuando me vi preparado, toreé por primera vez”, apuntó.
Llegar a la cima
Para Diego Ventura 2008 fue el año consagratorio y el que lo llevó a la cúspide. Recuerdo que fue “cuando puse a casi todos de acuerdo. Empecé en Sevilla y corté siete orejas en las tres tardes que toreé. Otras siete corté en dos tardes en Madrid, cuatro en la Feria del Pilar, además de otros triunfos sonados en Jerez, Barcelona, Málaga, Arles, Nimes.
“Todas las plazas a las que iba, de primera y de segunda categoría, conseguí salir a hombros. Jamás pensé que pudiera sucederme a mí. Yo sabía que tenía una cuadra buena, que estaba preparado, pero todo cuanto empecé a conseguir desde ese año”, explicó el portugués.
Ventura, el antes y el después de una época, tocó el cielo con sus manos; y llegar ahí fue posible “cuando el público lo decide así. Son tus triunfos los que te acercan a ella, pero solo estás en ella cuando te ganas el favor y la admiración de la gente”, sentenció.
México hoy día es un país añorado, que quiere, que anhela y desea siempre retribuir. Hoy comienza la magia, comienza Ventura.