El preludio de la definición de candidaturas fue un proceso primario que no tuvo el más mínimo sabor. Ni para quienes gustan de ver la política como ring, tampoco quienes depuran el espectáculo para escuchar “ideas” salieron atendidos.
Solo los espectadores de lo incidental o anecdótico pudieron sacar bytes para videos con palabrotas de Xóchitl Gálvez o alguna declaración anodina de Claudia Sheinbaum. Al entrar al escenario Samuel García y perfilarse como el precandidato sin retador viable para abanderar a Movimiento Ciudadano, parece que ya tenemos el elenco; acaso, agregar al ultraconservador Eduardo Verástegui.
En el inter entre la definición de candidaturas y el arranque de campañas se harán los perfiles de marketing político. Según los conocedores, quienes no lo hayan hecho ya van tarde, aunque algunos —como Xóchitl Gálvez— tal vez vayan demasiado temprano en su propio detrimento.
A estas alturas, los estrategas políticos de “Va por México” siguen sin descartar la sustitución de candidata, porque según mediciones de perfil de acuerdo con segmentos, la señora más que “tocar techo”, no termina de “tocar fondo”.
¿A quién le hablarán los mercadólogos políticos? Entrarán a escena no tanto las posturas políticas, los argumentos ideológicos, los datos, las narrativas de “por qué las cosas pueden ser mejores conmigo”, según los opositores, o “la transformación ha comenzado a mejorar al país”, démosle más oportunidad.
También irrumpirán las “imposturas”: el marketing como ritual de persuasión vendiéndonos no tanto productos “chafa” sino la idea de que los necesitamos; una necesidad creada, una impostura.
Acaso, ése será el mayor triunfo del mercadólogo, no solo del político, sino de cualquier publicista: que no nos venda el producto por lo que ofrece para solucionar algún aspecto de nuestra vida, sino que nos persuada en lo que necesitamos modificar. El triunfo más arrollador de Steve Jobs no fue vendernos un iPhone, sino convencernos de que necesitábamos un smartphone.
En mercadotecnia electoral, esta ocasión el ciudadano parece estar más aguzado en sus gustos y necesidades definidas. Pero sigue abierta la posibilidad para que algunos se cuelen: el campo más fértil serán los jóvenes que votarán por primera vez. Mucho potencial para moldearlos, aunque no tanta población que realmente vaya a votar. En cambio, el voto duro de Sheinbaum está en segmentos con porcentajes de participación que superan el 60 por ciento.
Muchos pensaron que por haber sido de la “escuela” de Fox (patético a niveles de escándalo tras sus insultos a Mariana Rodríguez, esposa de Samuel García), Xóchitl caería en blandito, pero quienes hicieron ese trazo olvidaron lo más importante: el resultado. Si bien Fox ganó en el entorno de un electorado impresionable y ávido de cambio, resultó ser una impostura. Terminaron repudiándolo no pocos de quienes lo apoyaron.
Imposturas a la carta: el paradigma del político empresario, tan fallido como la cuenta de X (antes Twitter) del ex presidente. En una población que ya comienza a probar las mieles de la redistribución de la riqueza (vía programas sociales), encima le espetan el “a trabajar, huevones”, el mismo ex presidente que cada que puede se lamenta por haber perdido su pensión.
Fox siempre fue un impostor, pero eso no fue lo más grave de su paso por el poder. Lo más espeluznante es que aún al día de hoy, como entonces, no parece tener una sola idea en la cabeza que valga la pena. Y de las imposturas del cambio que prometió, ésa fue la más imperdonable por haberlo trivializado en un momento clave en nuestra historia.
Algo no previeron los cerebros detrás del PRIANRD “Va por México”: tanta amplitud ideológica volvió al “público meta” inabarcable, por eso la senadora no da una. Y ojo: se engañarán quienes piensen solucionarlo cambiando de candidato. Si bien una sustitución podría generar momentum: duraría muy poco, cuando necesite distinguirse de los vicios partidistas, los estará esperando la realidad.
Nos esperan más posturas e imposturas. Las campañas todavía no empiezan.