Manolo Jiménez y el modelo Coahuila
En días pasados, enfilado a mi oficina, sintonicé el noticiero matutino de Ciro Gómez Leyva en Radio Fórmula. El comunicador estaba dando cuenta del sainete que era Nuevo León después del tórrido fin de semana en el estado norteño en cuanto a la situación de la gubernatura ante la ausencia -o no- de Samuel García, en su infructuosa búsqueda de la candidatura presidencial por Movimiento Ciudadano (MC).
En ese contexto, el periodista entrevistó a Manolo Jiménez Salinas, gobernador de Coahuila de Zaragoza. Apenas el pasado viernes 1 de diciembre, Jiménez asumió la gubernatura después de la jornada electoral realizada en junio, donde se impuso con mucha claridad como candidato de la Alianza Ciudadana por la Seguridad que impulsaron el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), a los candidatos de Morena, el senador Armando Guadiana; del Partido del Trabajo (PT), el ex subsecretario de Seguridad Pública federal, Ricardo Mejía; y al de la alianza entre el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y el partido local Unidad Democrática de Coahuila (UDC), Lenin Pérez.
En aquella contienda electoral, Jiménez Salinas obtuvo casi 50 por ciento de los votos, por lo que accedió a la gubernatura con legalidad y mucha legitimidad.
En la entrevista, Gómez Leyva cuestionó al manifestó coahuilense respecto de la situación de la gubernatura de Nuevo León. La frase con la que Manolo atajó el cuestionamiento es, a mi juicio, de primera: “Somos vecinos y buenos amigos. Nosotros estamos concentrados en Coahuila y como dicen: ‘el respeto a la grilla ajena, es la paz”. Y con ello, el recién estrenado gobernador pasó a dar cuenta a Gómez Leyva de algunas situaciones en su estado.
Revisando lo que significaba estar “concentrado en Coahuila”, me di cuenta de varias cosas: tanto en su mensaje en la toma de protesta como gobernador ante el congreso estatal, como en el que ofreció en lo que se denominó una “toma de protesta ciudadana”, Manolo Jiménez lanzó frases de compromisos institucionales interesantes: la continuidad en el modelo de seguridad, con el blindaje que ofrecen las corporaciones locales; la conformación de un equipo de gobierno con juventud y experiencia, representativo de las regiones del estado y de las fuerzas políticas.
Asimismo, un compromiso para ciudadanizar el ejercicio de gobierno; unidad en las distintas expresiones para sumar en pro de la fortaleza y competitividad del estado; funcionamiento de un esquema sólido de equilibrio entre poderes y órdenes de gobierno; la mano tendida para trabajar en conjunto con el gobierno federal; lo fundamental de la relación con EUA para la entidad (el estado Coahuila-Texas de antaño); la cercanía con la gente y el apoyo incondicional de las mujeres y; lo fundamental del presente para los niños.
Manolo Jiménez viene a insertarse en una coyuntura de timing político muy interesante. Habrá quienes lo puedan considerar como el último de una especie política emanada enteramente del PRI, un joven heredero de la tradición y el orden político como en los mejores tiempos del partido; o bien, se le puede ver como el primero de una nueva especie híbrida de político, que combina las formas políticas que daban orden, jerarquía, entendimiento, acuerdos y perspectiva política y de gobierno, e institucionalidad y, por otro lado, la forma entre la jovialidad, la energía, la disciplina, la seriedad y el equilibrio personal, y lo práctico.
Me inclino porque Jiménez sea el primero de una especie política renovada.
El modelo político y de gobierno de Coahuila ofreció una competencia electoral que forzó a los actores políticos que buscaban el protagonismo, a mostrar la mejor versión de ellos mismos, de sus equipos, de sus partidos y/o alianzas.
La búsqueda de la representación de los coahuilenses arrojó un resultado único a nivel nacional: el Frente conformado por PRI, PAN y PRD auspició las candidaturas de Jiménez y de 16 aspirantes al congreso local: todos obtuvieron el triunfo al amparo de la candidatura de Jiménez, sin escatimar, por supuesto, en la trayectoria y el trabajo de cada uno de ellos en sus distritos.
Dicho también de otra forma, los resultados electorales fueron un entero voto de confianza al gobierno que terminaba de Miguel Ángel Riquelme Solís y, a la par, uno de plena entrega a Jiménez y a los actores alrededor de él. Una maquinaria bien aceitada que generó plena confianza.
Coahuila vivió durante varios meses una transición ordenada, y una ola de satisfacción y buenos augurios con el nombramiento del gabinete. Muy de vez en cuando se escucha a algún personaje vociferar en contra del gobierno que entregó Miguel Riquelme o bien, sobre la circunstancia política o personal del gobernador Jiménez.
En ambos casos, son la rarísima excepción, mientras que la regla es reconocer lo bien que se vive en Coahuila gracias en gran medida al gobierno priísta no por lo que hace por sí solo, sino por lo que se trabaja con los sectores sociales.
En la entidad norteña parece que hay acuerdos institucionales no escritos donde la clase política sabe, entiende y acepta que hay momentos en que le toca bailar, y hay momentos de sentarse a esperar una mejor canción.
Ello implica, por supuesto, no ver al gobierno como botín sino como medio para canalizar esfuerzos de las distintas expresiones productivas y sociales que hagan crecer -aún más- a la entidad que, dicho sea de paso, goza de espacios con una gran calidad de vida, como Saltillo.
Así que, en mi interpretación, el modelo Coahuila tiene dos vertientes: una, la concentración absoluta del mandatario estatal en la realidad del estado, sus regiones, municipios y rubros estratégicos, sin distraerse en politiquerías y calenturas ajenas; y dos, asumir el mando a la voz de “el gobernador soy yo, pero el gobierno somos todos, y hay que jalar duro”, a la que se suman con disciplina y pleno entendimiento el equipo de trabajo y las generaciones político-partidistas.
Manolo Jiménez comienza su mandato, pero créame, yo no lo perdería de vista. Las revoluciones vienen del norte.
Es muy temprano para saberlo con certeza, pero hay buenos visos de que se esté desarrollando una generación de políticos como Manolo Jiménez que, alejados de lo superfluo, lo banal, la vulgar ambición de posiciones de poder, la estupidez de la soberbia y lo ruin y falaz del señalamiento de la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, estén verdaderamente ejerciendo los gobiernos con claridad, profesionalismo, equilibrio, orden y compromiso social, que dicho sea de paso, mucho nos hace falta. Ya veremos.