GUANAJUATO. Noche mágica, de triunfo y grandeza se tuvo en la plaza de toros La Luz, de León. La Corrida de las Luces cumplió con las expectativas y lució un lleno espectacular en una velada donde el triunfo y la gloria fueron de la mano.
Pablo Hermoso de Mendoza y la cátedra del toreo, de un sitio privilegiado que cada tarde se refrenda. El Calita y el deseo de triunfo que concluyó en las notas más altas de la emoción.
La convicción de Isaac Fonseca que demuestra no tenerle miedo al miedo, y una corrida de calidad de Fernando de la Mora; éstos fueron los apuntes que escribieron una memorable noche.
Dominio absoluto
Seda Gris, el abre plaza de 510 kilos, de Fernando de la Mora, número 33, fue el toro que correspondió a Pablo Hermoso de Mendoza, que con mando y poder se rodó con el buen ejemplar que tuvo brío y transmisión.
En las banderillas imprimió su clase y temple en el dominio absoluto del ruedo; estuvo espectacular con las banderillas, en un palmo de terreno, en las cercanías, temerario y con valor.
Una faena llena de momentos claves, de la madurez y evolución de un rejoneador que sigue causando emoción, que al clamor de su nombre reúne multitudes que quieren despedirlo como al más grande.
Una plaza de toros abarrotada atestiguó una faena que lo coloca una vez más en el sitio de mayor privilegio.
Es Pablo el español que se ha ganado a México. Una pena que el toro tardara en doblar y se escapara la posibilidad de tocar pelo. Fue ovacionado con fuerza en el tercio.
Pulso y temple de El Calita
Emotivo, de 500 kilos, de Fernando de la Mora, al que Ernesto Javier El Calita esperó con determinación a porta gayola.
La de hoy, sin duda, fue clave para el mexiquense que sabía lo que era estar ante un compromiso en una plaza como ésta.
No se dejó nada desde el capote, y por eso la firma en un quite soberbio por navarras, con un público ferviente.
Un brindis sincero con el que apenas se firmaba el compromiso, un cambiado por la espalda vibrante, el prólogo de la faena que iría a más.
El pulso y temple en una sinfonía derechista que cautivó ante la buena colaboración del toro de Fernando de la Mora.
El izquierdo, con ese empaque en un trazo largo y profundo, sirvió como la antesala de una faena variada, pensada, estructurada que fue creciendo al ritmo de un torero que hoy se asumió con grandeza.
Los últimos detalles por alto y en una cercanía minúscula. Nada ni nadie le quita al hoy líder del escalafón el lugar que busca alcanzar. La estocada no fue suficiente, haciendo uso de la espada corta, sonando dos avisos.
Fonseca, entre palmas
Reencuentro fue el tercero, un ejemplar que no fue fácil para el capote de Isaac Fonseca, aunque el michoacano quiso ir por todas en el comienzo de su faena de muleta.
Una larga espera al citarlo de largo para la ejecución de un péndulo, que al final se logró. Esa entrega convenció a una afición que esperaba mucho por él.
El toro fue deslucido y le faltó la transmisión que le sobró a Fonseca, que supo aprovechar los muletazos. Estuvo por encima, sacando agua al final de una piedra.
Entero y dispuesto el desarrollo de una faena que requirió del conocimiento del respetable, que entendió las condiciones. Pesado con la espada de verdad, se retiró entre palmas.
La doma perfecta de Pablo Hermoso
Reencuentro fue el cuarto de la emotiva tarde, en la que Pablo Hermoso de Mendoza una vez más firmó la cátedra del buen toreo, de costado, único, a la grupa, con el temple nato que brota de su doma perfecta, de una cuadra con la que se conjuga para bordar y deletrear el rejoneo en su estado más puro.
Para Pablo Hermoso, una campaña tan larga de despedida en suelo mexicano no le ha significado cansancio, por el contrario, renovó el espíritu de figura.
Malbec, una estrella con luz propia con la que hizo las delicias de una noche llena de magia. La ejecución perfecta en las banderillas y las piruetas que elevaron aún más su grandeza.
Una pirueta ajustada donde sólo cabían un alma desbordada y un corazón latiendo a un tiempo. Justiciero y un carrusel perfecto de banderillas cortas, y el broche de oro banderillas a dos manos. Un par no ha sido suficiente, pues dejó uno más, ante un público que al unísono entonaba “Caminos de Guanajuato”.
Certero para cortar dos orejas y dar una clamorosa vuelta al ruedo con el ganadero Don Fernando de la Mora.
Sin medias tintas
Caporal de 506 kilos, quinto de la tarde al que Ernesto Javier El Calita saludó a porta gayola para después torear con elegancia a la verónica.
Un comienzo de faena con ese pundonor, de rodillas, para después ligar el toreo por la senda derechista, y así, asentado, ritmo y tiempo en las notas de un estilo tan suyo.
Al toro le faltó más transmisión, pero El Calita supo dar ese extra, tapando los defectos y buscando los recursos del lucimiento, de una transmisión que diera cuenta de un deseo claro de triunfo, de estar y conquistar.
No hay nada en él a medias tintas, su verdad la dice y la demuestra, y esto fue el fiel reflejo de su faena que lo dijo todo.
Una gran estocada para cortar dos orejas. El toro, aplaudido en el arrastre y una nueva postal en la vuelta al ruedo con el ganadero Fernando de la Mora.
Temerario
Leonés de 540 kilos, el cierra plaza, al que Fonseca saludó a porta gayola. Buen manejo del capote para abrir su faena de manera temeraria, con cambiado por la espalda de rodillas. Un toro que fue a menos muy pronto pero con el que puso todo el esfuerzo en la cercanía de las tablas. Al final se pegó un verdadero arrimón. Pinchazo y estocada para cortar dos orejas.