CIUDAD DE MÉXICO. Contamos 622 días, arrancamos día a día las hojas en el calendario y por fin llegó la fecha: 28 de enero.
Hoy todas las rutas nos condujeron aquí, donde 42 mil aficionados encontraron un mismo destino, la Plaza México.
Los meses de incertidumbre terminaron y por fin, al encuentro de nuestra afición pudimos nuevamente esperar a que el reloj marcara la hora y la magia comenzara a surgir.
Desde temprana hora el sorteo reunió a centenares de personas que deseaban ser parte del ritual con el que comienza la liturgia del toreo.
Los rostros conocidos volvieron a sonreír y la hermandad prevaleció como si el tiempo no hubiera transcurrido.
La tauromaquia forjó una familia que siempre ha defendido a capa y espada lo suyo, lo nuestro.
A los alrededores de la Plaza México los comercios retomaron también la rutina que parecía perdida. Los empleos se generaron nuevamente y todo es ya una bocanada de aire puro.
Llegó la hora, la cita pactada, los tendidos poco a poco comenzaron a llenarse, y de pronto, un marco esplendoroso con 42 mil aficionados esperando a que los toreros partieran plaza.
En el túnel, el primero en arribar fue el peruano Andrés Roca Rey, con los nervios a cuestas; siguió Diego Silveti y esa mirada fija con el serio compromiso de una fecha trascendental.
Posteriormente, hizo su arribo Joselito Adame, serio, con esa personalidad que se llega a esconder detrás de un sonrisa.
Todos buscaban la mejor fotografía, el mejor ángulo para captar el video. Al final, todos estábamos de regreso.
Un paseíllo poco usual: con letras gigantes en el ruedo se escribió LIBERTAD, y es que eso es lo que buscan los taurinos, el respeto.
Lo inusual fue porque la Banda de Música de la Plaza México estaba en el imponente ruedo, y ahí, interpretaron el “Cielo andaluz”, estrujante, lleno de emoción, con los olés saliendo de las gargantas de la afición que a capa y espada defiende lo que quiere. La tercia hizo un paseíllo que quedará para la historia. Valió la pena la espera.
CONTRARIEDADES
La corrida tuvo un encierro de poco juego de la ganadería de Tequisquiapan de Fernando de la Mora, por lo que el resultado no fue el esperado. Joselito Adame perdió la salida a hombros por las fallas con la espada.
Diego Silveti pudo tocar pelo en su primero, pero también el acero le privó de ello. Quien pechó con el lote más complicado fue Andrés Roca Rey, pasando duros momentos con su segundo que se fue vivo.
El gran momento de Joselito Adame
El abre plaza, Aceituno, de 589 kilos, de la ganadería de Tequisquiapan, al que Joselito Adame recibió con larga cambiada de rodillas, toreando después con cadencia en lances a pies juntos, rematando de manera vistosa al soltar la punta del capote.
Brindó a la afición y comenzó por alto su faena de muleta. El toro punteaba el engaño, pero la muleta poderosa de Joselito logró imponerse y entonces surgió el toreo derechista, el del trazo largo, el mando, los toques precisos y los tiempos perfectos.
Por el izquierdo, rompiendo a bueno, con las fibras sensibles, con la naturalidad que emana del buen toreo. Es así Adame un torero de claridad, sitio y madurez.
Un regreso que no podía ser de otra manera. Creó una faena donde predominó las series por la diestra, con la muleta muy baja, llevándola con los vuelos; una serie exquisita que desbordó las emociones.
Adame convenció a los más exigentes, a los detractores, a los que ha tenido tanto tiempo en contra. Hoy todos reconocieron su grandeza bajo la inspiración más pura del toreo que no necesita nada más que expresarse, más que sentir.
El toreo en redondo acompañó los últimos pasajes de la lidia; sin embargo, la espada no fue su aliada, señalando un pinchazo, cosechando palmas.
Joselito Adame sabía que lo que se jugaba hoy no podía ser de otra forma. Saludó con garbo a Pelea de Gallos, de 532 kilos, y con esa determinación como en sus mejores tiempos de novillero, tomó las banderillas y cubrió el Segundo Tercio.
Los años pasan, pero la esencia sigue siendo la misma. Respeto por la profesión, antes que todo y que a todos.
Se asume con grandeza y así lo demuestra, íntegro y con verdad, no queda espacio para dudas sino para la mayor de las entregas.
Joselito, hoy fue punto y aparte en un escenario donde prevaleció el sentimiento de libertad.
Fue una faena pensada, pausada, sin exigencias ante un toro que había que llevarlo así, con el tiempo y el viento a favor.
El ejemplar fue a menos, muy rápido, se aplomó, pero la faena continuó en la buena tesitura, guardando lo mejor para los finales al romper con una tanda poderosa.
Qué pulso y temple en dos tandas por derecho, aguantando también los parones del toro. Las manoletinas y la emoción sobre los tendidos fueron el colofón de la faena. No atinó con el acero y de nueva cuenta se esfumó el tocar pelo.
El esfuerzo del guanajuatense
Diego Silveti toreó al segundo de la tarde, Ministro, de 522 kilos, al que saludó por verónicas; soberbio fue en el quite y con ese mismo ánimo brindó su faena a un público expectante.
Fue una faena poderosa, de estar con verdad, de ser auténtico y de siempre querer ir a más a pesar de las condiciones de un toro rajado que se fue a refugiar a tablas.
La colocación de la espada le privó del corte de una oreja, saludando con fuerza en el tercio.
Tortolito, de 530 kilos, fue el quinto de la tarde, correspondiendo a Diego Silveti. Fue un toro que poco se prestó, sin opciones para el guanajuatense que buscó agradar, siempre con entrega, cosechando palmas.
El peruano Andrés Roca Rey tuvo pocas opciones con Seda Negra, el tercero de la tarde, de Tequisquiapan, protestado con fuerza por la afición. Abrevió su labor de la que dividió las opiniones por las fallas con el acero.
Mar de Nubes, de 547 kilos,fue el cierra plaza, con el que Andrés Roca Rey tuvo un buen comienzo de faena, con cambiados por la espalda.
El toro se acabó muy pronto. Muy pesado con la espada estuvo el peruano que escuchó los tres avisos; el animal regresó vivo a los corrales y la bronca cayó sobre Roca Rey.