Tras examinar cada centímetro de árido suelo con sus varas y machetes, una pequeña comitiva de indígenas huicholes, exhaustos y afligidos, cede ante la frustración.
Mientras uno de ellos sugiere continuar con su búsqueda al día siguiente por el Este, otro, poniendo en duda su cordura, clama que llevan dos semanas caminando, que la comida se les ha terminado y lo mejor es volver a casa para llevar a sus enfermos al pueblo.
«¿Y el peyote?», revira el primero, recordando el objeto de aquella expedición. «¡¿Qué no ves?!, ya no hay peyote ni animales ni comida. El peyote está muerto, todo está envenenado».
La única joven del grupo, y quien acaba por ser la única persona que no deja su comunidad, no puede sino intentar cumplir la voluntad de su abuela de sembrar las últimas semillas de peyote -o hikuri, en wixárika- que le ha heredado cual más preciado tesoro, ahí donde no parece que nada más pueda volver a crecer.
Tal es la crisis en torno a este cactus endémico reverenciado ancestralmente por el pueblo wixárika, y que actualmente está en estado vulnerable de acuerdo con la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, retratada en el cortometraje Hikuri, de la cineasta nayarita Sandra Ovilla León.
«El peyote está en peligro de extinción», remarca la directora y productora audiovisual en entrevista telefónica desde Serbia, donde su ópera prima se exhibió hace unos días como parte de la selección del Festival Internacional de Cine y Música de Kustendorf -fundado en 2008 por Emir Kusturica-, siendo la única representante de Iberoamérica.
«La respuesta de la gente fue muy buena, se ha interesado mucho; de hecho, tuvimos algunas entrevistas para medios de Serbia, televisión y radio, y algunas para Italia», comparte Ovilla León, emocionada. «Les ha interesado mucho la cultura wixárika, la vestimenta, la lengua, los paisajes. Ha tenido muy buena recepción».
Si bien la pieza mexicana no resultó premiada en la competencia, su directora celebra la gran experiencia de llevar hasta tal región esta historia acerca de la pérdida de esa cactácea con propiedades psicotrópicas que es utilizada con fines religiosos por los wixaritari, en cuya cosmovisión ocupa una posición central.
De hecho, cuenta Ovilla León, el argumento se basa en la leyenda huichola del venado azul, según la cual dicho animal -una deidad de este pueblo originario- habría guiado a cuatro jóvenes hasta el peyote, con el cual consiguen saciar por igual la hambruna física y la sed espiritual de la comunidad.
«La historia está basada en esta leyenda y en la pregunta de qué pasaría si el peyote dejara de existir en la comunidad. Es por eso que en el cortometraje podemos ver que la comunidad se está yendo de su lugar de origen hacia la civilización porque ya no tienen qué venerar», explica la cineasta egresada de la Universidad Autónoma de Nayarit.
La cinta bilingüe fue filmada en la comunidad de El Roble, en el Municipio de El Nayar, a tres horas de Tepic, con personas pertenecientes a esta etnia que además de conocer de primera mano ese desplazamiento a las ciudades hablaron a la producción sobre la dramática situación del peyote.
«Por ejemplo, María Dolores Muñoz Carrillo, nuestra actriz que interpreta a la abuelita de nuestra protagonista, nos mostró fotografías y nos contó historias de cómo ella cuando joven iba precisamente en estas caravanas a buscar peyote. Se iba con dos, tres costales, y los regresaba llenos, y ahora no, ahora no.
«La gente que se va en las caravanas regresa con pocas unidades. Esto nos habla de que ha ido disminuyendo bastante la producción», apunta Ovilla León.
Aunque por un lado está el daño a la tierra provocado por el extractivismo de mineras como la canadiense Revolution Resources -«Ya ni la chingan», exclama en el corto uno de los huicholes al pasar junto a esa gran extensión de tierra ultrajada-, por el otro está el impacto del turismo.
«Una de las causas es que el peyote se ha hecho en cierta forma tan popular como un alucinógeno que las personas se lo llevan, lo consumen y no dejan que llegue a ese tiempo de maduración y donde pueda seguir reproduciéndose», precisa la cineasta, quien espera que su trabajo contribuya a frenar este problema.
«Si este corto ayuda a concientizar un poco acerca de que debemos dejar este cactus desarrollarse y no perderlo, pues qué mejor».
Hikuri, producción realizada con apoyo del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) luego de que Ovilla León resultara seleccionada en la convocatoria «Huellas verdes: Concurso de creación de cortometrajes con mejores prácticas para reducir su impacto ambiental», ha itinerado por siete festivales y recibido un par de reconocimientos.
En el Encuentro Internacional de Artes y Ciencias Cinematográficas, en Hidalgo, se alzó con el premio a Mejor Cortometraje de Ficción, mientras que, en el Festival internacional de Cinema Ambiental da Serra da Estrela, en Portugal, obtuvo el premio Valor del Agua.
Tras su paso por Kustendorf, donde fue uno de los 17 cortos seleccionados entre 536 películas inscritas, la obra de Ovilla León se presentará este febrero en el Festival Internacional de Cine de Apatzingán, en Michoacán.
«Seguiremos trabajando para volver a ser seleccionados en nuestros siguientes proyectos», confía la cineasta.