CIUDAD DE MÉXICO. El sexto festejo de la Temporada de Reapertura de la Plaza México tuvo como protagonistas a Diego San Román, que al clamor del valor cortó dos orejas, para salir a hombros en una tarde en la que triunfó de la mano de la ganadería zacatecana de Pozo Hondo, propiedad de la Familia Alatorre Rivero, que hoy envió un encierro de buen juego y calidad.
Por esto, don Ramiro Alatorre, junto a su hijo Ramiro, dieron una vuelta al ruedo con el sexto de la tarde.
En tanto: Emilio de Justo y un encuentro a tiempo con la afición capitalina. Momentos de gran clase cuajó al primero de su lote, el toro de confirmación de alternativa, que tuvo un pitón izquierdo extraordinario que aprovechó a cabalidad el español que saludó en el tercio.
Quien puso el punto de hervor fue José Mauricio, quien consiguió hacer sentir las grandes emociones cuando toreó con esa entrega y determinación al buen segundo toro, procedente de la cabaña brava zacatecana. Una oreja con fuerte petición de la segunda fue el premio.
Grandeza y clase de Justo
Tinterillo, de 535 kilos, de la ganadería de Pozo Hondo, primero de la tarde con el que el diestro español Emilio de Justo confirmó la alternativa.
Elegante y portentoso con el capote en las chicuelinas, en las que imprimió su buen estilo y clase. La buena sinfonía con el capote continuó cuando llevó al caballo por chicuelinas andantes al toro.
Por alto y con mando comenzó su trasteo muleteril. Encontró el virtuoso pitón izquierdo del ejemplar de Pozo Hondo, al que toreó con temple y fondo. Se trató de la expresión inquebrantable de la naturalidad, de la grandeza y la clase.
No podía ser de otra manera este encuentro con el público mexicano, en una asignatura que parecía pendiente, Emilio y el tiempo justo, como su toreo, con ese trazo largo y lleno de la perfección que brotaba de su mano.
Qué fino en los últimos pases firmados a pies juntos con la muleta muy baja. Pinchazo arriba y estocada, para saludar con fuerza en el tercio.
José, exquisito en La México
Bandoleon, de 512 kilos, de Pozo Hondo, para José Mauricio, que tuvo un buen saludo capotero. El brindis a su público, el de la Plaza México.
La faena desde un inicio en la búsqueda del punto de encuentro con el toro. Tardó la faena en romperse, pero cuando lo hizo todo fue emoción y sentimiento.
Nadie hubiera imaginado el despliegue de calidad, de mando: una faena que emanó de la rotundidad, del quedarse quieto, de hacer rugir a un público que vio el acompañamiento de sus trazos bajo la perfección.
José Mauricio terminó haciendo una faena de dimensiones mayúsculas: se quedó quieto, aguantando enormidades y cuajando muletazos con clase, de los que interpreta y se sienten en la piel; así fue la faena de un exquisito matador que sigue demostrando que La México es una plaza donde él siempre cautiva.
Gran estocada para cortar una oreja.
San Román: valor y temeridad
Habano, de 511 kilos, tercero de la tarde, correspondiendo al queretano Diego San Román, que tuvo un breve saludo capotero.
En la muleta comenzó con pases por alto su trasteo. Fue una faena de mucha solvencia donde faltó la transmisión del toro.
Por el izquierdo tuvo ese peligro y terminó por arrollarle sin consecuencias. Aguantó los parones del ejemplar que tuvo también por el derecho; lo hizo estoico y a base de esa firmeza y determinación.
Al final sabemos lo que tiene San Román por ofrecer y hoy no fue la excepción. Demostró valor y temeridad, quedándose entre los pitones.
Nuevamente fue prendido, pero no llevó la cornada. Lejos de ir a menos, su actitud se mantuvo intacta, así como su desmedido valor: los pitones rozándole la taleguilla y él sin dar un paso atrás. Sereno y con la cabeza fría y el alma desbordada. La rúbrica fue una gran estocada para cortar una oreja.
La vuelta
Compae, de 529 kilos, el cuarto de la tarde y segundo del lote de José Mauricio, que con el capote lució con ajustadas gaoneras.
En la faena fue construyendo una labor en la que buscó por ambos pitones, siempre con decisión, porfiando, aguantando mucho la complejidad que tuvo el de Pozo Hondo. Fuertemente ovacionado tras su labor.
Palmero, de 525 kilos, el quinto de la tarde, segundo del lote de Emilio de Justo. El brindis al respetable para comenzar con doblones su labor muleteril.
El viento fue determinante, pues las fuertes ráfagas incomodaron las primeras tandas, pero la paciencia rindió frutos y, de nueva cuenta, se encontró un toro con calidad, y por pitón derecho ligó series deletreadas, con lucimiento y clase.
Por el izquierdo poco tuvo el ejemplar, tirando los derrotes y con ese peligro. Regresó a la senda derechista y firmó la faena más rotunda, cuajó portentoso los muletazos y el brillo regresó. Se tardó el toro en doblar y Emilio de Justo escuchó un aviso y después la ovación del respetable en el tercio.
El último
Cenizo, de 537 kilos, de Pozo Hondo, el toro que cerró plaza, tocando en suerte a Diego San Román, quien gustó con el capote.
Temerario y con verdad rubricó un gran quite por chicuelinas. Con muletazos por alto comenzó su faena, se encontró muy pronto con la movilidad del de Pozo Hondo, ligando las primeras series con mando por el pitón derecho.
Tuvo mucha clase y nobleza el ejemplar, y así pudo bajar mucho la muleta San Román, que prácticamente lo llevó con los vuelos. El trazo fue muy largo y los muletazos deletreados.
Qué profundidad imprimió San Román, que toreó a placer y cuajó por nota a este gran toro.