GUANAJUATO. Gran y rotunda noche de rejones se vivió este viernes en la Plaza de Toros La Luz de León. Tres grandes expresiones del toreo a caballo ofrecieron sus mejores momentos: Pablo y Guillermo Hermoso de Mendoza, así como Fauro Aloi, estos dos últimos con una pletórica salida a hombros. En su adiós de León, Pablo, por las fallas con el rejón de muerte, no compartió este momento con sus alternantes, pero quedan para el recuerdo sus grandes faenas.
Duende, de 514 kilos, número 521, de la ganadería de Bernaldo de Quirós, para Pablo Hermoso de Mendoza que abrió montando a Portobello, rodándose con mucho poder para encontrarse con un astado con calidad y emotividad.
Talento, hijo de una gran estrella, como lo es Disparate, dimensionó su temple y valor, pues Pablo logró la expresión natural del rejoneo al dominar por completo la pista.
El rejoneador tuvo el temple necesario para llevar a milímetros la embestida del ejemplar de Bernaldo de Quirós, y torearlo de nuevo de costado y por dentro, para después cambiarle de costado con los pitones casi rozándole.
Con Niltóm rompió con sincera emoción, muy arriba también, en un derroche de capacidad y de belleza, ejecutando un gran carrusel. Dejó un rejón entero al segundo viaje para cortar una oreja.
BRINDIS PARA EL REJONEADOR NAVARRO
Dinastía, de 534 kilos, número 516, segundo de la noche, del hierro de Bernaldo de Quirós, para el rejoneador Guillermo Hermoso de Mendoza, que saludó en Basajun, pasando con un rejón de castigo.
Un toro emotivo y con calidad fue dimensionado en una gran faena. Tocó el turno a Malbec, con el que firmó un segundo tercio de banderillas excepcional, dejándose llegar los pitones al pecho para quebrar y además firmar las piruetas, tan suyas.
Junto a Justiciero, dominaron todas las embestidas, con las notas de la pasión y la desbordada emoción, tres rosas fueron el gran colofón. No se pudo acertar con el rejón de muerte. Silencio.
El tercero llevó por nombre Legado, de 484 kilos, al que Fauro Aloi brindó al rejoneador navarro Pablo Hermoso de Mendoza.
Fue complicado el primer pasaje, el de Bernaldo de Quirós apretaba con fuerza. Fue faena determinada por parte de Fauro Aloi, quien aguantó las acometidas que eran reacias, por eso fue clave el pulso que el rejoneador le imprimió a cada embroque para que las suertes salieran impecables a pesar de todo.
Una banderilla al violín, para seguir con la tónica del mando y poder. Su apuesta fue a más y clavó una segunda en medio de un público jubiloso que le reconoció en demasía su enorme entrega.
Abrochar este momento no podía ser de otra manera que clavando una banderilla más al violín, rompiendo la noche con su temeridad y entrega. Y todo continuó en ascenso, al final las rosas, colocadas con su imponente ejecución. Cobró un rejón entero y el premio fue una oreja.
CUATRO OREJAS
Guantero, de 522 kilos, número 530, el cuarto de la noche, correspondiente a Pablo Hermoso de Mendoza.
El toro tuvo menos fondo, pero Pablo más grandeza. No podía irse así de León, de su Guanajuato tan querido, de su tierra adoptiva donde ya echó raíces.
Sentir el toreo y sentir a México en una actuación soberbia y con la grandeza de su apellido. Lo enceló y lo esperó todo lo posible, fue con Generoso, donde la entrega quedó manifiesta al volcarse con las banderillas cortas en un perfecto carrusel que bajo las notas de las “Golondrinas” ejecutó en medio de un ambiente de nostalgia y agradecimiento.
A Pablo se le agradecen los años, pero también su don de gente, su facilidad y honradez intacta que conquistó por décadas a México. Falló con el Rejón de Muerte para ser aplaudido.
Brujo, de 495 kilos, número 540, el quinto de la noche, segundo del lote de Guillermo Hermoso de Mendoza.
Momentos importantes cuajó junto a Berlín, con la elegancia en la doma, con los cites de frente y la perfecta ejecución al batirse a pitón contrario.
Malbec y las elevadas pusieron un toque mágico a la noche, vibrando y haciendo vibrar al público leonés. Un rejonazo lo llevó a cortar dos orejas.
Fauro Aloi tuvo a un buen toro en Peregrino, de 450 kilos, de Bernaldo de Quirós. Firmó una actuación llena de superioridad y capacidad para adueñarse de todos los espacios posibles.
No quedaba otra que darle todas las vueltas que fueran necesarias para cuajar a este su segundo.
Fauro tiró del inmenso fondo de su oficio, siempre temerario, encelándolo y metiéndolo. Se sumergió hasta el fondo de esos embroques ajustados al milímetro, sin prisa alguna, quedándose al hilo de los pitones, metiendo el caballo la cara en la testuz del toro, poniendo el pecho por delante y constatando una tarde más que su nivel va en ascenso.
Ya en el último tercio, lució con las banderillas cortas, y tuvo un enorme cierre con el Rejón de Muerte para cortar dos orejas.
Leyenda, de 500 kilos, fue el toro que regaló Pablo Hermoso de Mendoza, de Villa Carmela, y con el que demostró su grandeza.
Qué gran gesto cuando invitó a Fauro Aloi a torear por colleras, haciendo lo mismo con su hijo Guillermo, para poner de pie a un público que se le rindió. No tuvieron la suerte con el Rejón de Muerte y se despidió entre una clamorosa ovación.