MONTERREY. Hay a quienes un personaje les cambia la vida, y Paty Quiroga lo sabe.
Sobre el escenario, esta mujer menuda, de mirada nostálgica y voz privilegiada, se transforma en Edith Piaf, «El gorrión de París», una de las cantantes francesas más célebres del siglo 20, cuya historia transcurre entre el dolor, las adicciones y la gloria.
«Piaf llegó a mí cuando, para sorpresa de mi esposo, me inscribí en el Centro de Estudios Teatrales a finales de los 80», cuenta sonriente.
«Ya en el último semestre, la maestra Irma Morantes, que en paz descanse, me dijo: ‘Quiero que hagas a Edith Piaf en el monólogo ‘Le bel indifférent’ (‘El bello indiferente’) que le escribió su amigo y cineasta Jean Cocteau’. Yo había estudiado francés y las primeras canciones que me aprendí fueron las de ella, y le sugerí incluir algunas».
Su respuesta, recuerda, fue un rotundo: «De ninguna manera». Ella no alteraría esa pieza tan especial que desnuda desgarradoras emociones ante la infidelidad, el desamor, los celos y la soledad.
Por su parte, Paty ahondó más en la trágica y a la vez glamorosa vida de la también actriz francesa que, a sus 47 años, murió de cáncer hepático.
«Con Jean Cocteau tuvo una increíble y entrañable amistad. Al enterarse de que había fallecido, él dijo: ‘El barco se acaba de hundir. Nunca he conocido un ser más desprendido de su alma’, y horas después murió de un infarto», cuenta Paty, visiblemente emocionada.
«Para el monólogo me maquilló el extraordinario Pancho Rangel, y ha seguido haciéndolo en mis presentaciones».
En el comedor de su casa, donde destacan muebles clásicos, candelabros y cuadros de rosas en marcos dorados, Paty, hoy de 66 años, comparte que estar sobre el escenario le encantó y le abrió otro mundo, pero se quedó con ganas de volver a interpretar al fascinante personaje de Edith Piaf.
Aun más cuando vio la película La vida en rosa, de Olivier Dahan, por la que Marion Cotillard ganó el Óscar a Mejor Actriz en el 2008.
Por años intentó que algún maestro de teatro le escribiera un texto sobre la vida de Piaf, sin éxito, así que terminó por escribir un monólogo y le pidió a su amigo, el actor Bernardo de la Rosa, que la dirigiera.
«Incluí las canciones que quería cantar y el espectáculo se llama ‘Piaf’. Se estrenó en el Centro Cultural Plaza Fátima en febrero del 2016 y lo he seguido presentando en diferentes lugares».
Este año la puesta en escena se realizará una vez al mes en el Teatro 4ORIUM de Parque Arboleda, en San Pedro, y la próxima será el 25 de febrero.
«Siento que Piaf se va a quedar conmigo por muchos años», reflexiona Paty. «Me identifico por la intensidad con la que vivió, por su pasión por la música y los escenarios. Siento como si me mimetizara en el personaje. Está muy dentro de mí».
La directora teatral y escritora Coral Aguirre comparte sus impresiones en el estreno.
«Cuando apareció Paty y empezó a cantar, me quedé helada, fascinada. Fue como si estuviera viendo a Edith Piaf. Su trabajo es realmente extraordinario: voz, cuerpo, estilo, carácter», comenta Coral.
«Hace un trabajo de investigación muy profundo y está integrada totalmente al perfil de Piaf. Es como una metamorfosis».
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La música y el teatro le fascinaban desde niña, pero Patricia Quiroga no pudo involucrarse más en esas artes hasta después de casarse con César Lozano, licenciado en Administración de Empresas, con quien tiene dos hijas: Patricia Eugenia y Cordelia, así como dos nietas que son su adoración.
César ha sido el cómplice de sus aventuras.
«A mis papás (el ingeniero Eligio Quiroga y Aurora Guerra) no les parecía que una chica fuera actriz y tampoco le daban importancia a la música. Me decían: ‘¡Ponte a estudiar!'», ríe Paty, jovial, delgada, de cabello corto rojizo y facciones delicadas.
Si bien de pequeña tuvo clases de piano y aprendió a tocar sola con un requinto usado que le compró su papá ante su terquedad, porque su hermano mayor sí tocaba guitarra y cantaba, en su casa lo veían como entretenimiento.
«Estuve en el Colegio Mexicano hasta segundo de secundaria. Al año siguiente, en Labastida. Reprobé y fui al Colegio La Paz y, luego, cursé Diseño de Interiores en el ISCAM (Instituto Superior de Cultura y Arte de Monterrey), de donde me salí al segundo año para entrar a la prepa en el Tec y seguí ahí con la carrera en Ciencias de la Comunicación», detalla Paty.
Relata que tras un Concurso de la Canción, en el que quedó en cuarto lugar con un tema que escribió e interpretó, Gerardo Maldonado, entonces director de Difusión Cultural del Tec, la invitó a sumarse al Concierto Ensamble como solista.
«Fue una época muy bonita: recuerdo la sensación de salir al teatro a cantar; era mágica y de nervios, también. Lo que siempre había querido.
«Pero cuando dije en mi casa que me encantaría estar en teatro, me respondieron: ‘¡Ni lo sueñes!’. Mis papás eran muy conservadores, antes me dejaron participar en el Concierto Ensamble».
Paty dice que en su adolescencia sólo había tocado la guitarra y cantado en misas con un grupo de amigos que reunió.
Luego empezó a interpretar baladas de moda y tomó clases de solfeo.
No ejerció su carrera profesional porque al solicitar empleo de reportera en aquella época le dejaron claro que, por los riesgos del oficio periodístico, preferían varones, o si se quedaba sería por un salario muy bajo o sin paga por varios meses.
«Eran otros tiempos. Lo bueno fue que después de una entrevista en un canal de televisión pasé por donde iban a grabar un jingle y no llegaba la cantante. Me ofrecí a sustituirla y me quedé haciendo comerciales. Me pagaban muy bien».
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Paty se casó el 26 de mayo de 1978, a los 21 años, y más tarde empezó a cantar en misas y otros eventos por una invitación de Katy Peña Kipper, maestra de guitarra y quien también le facilitó un método para dar clases de este instrumento en casa.
Les iba muy bien y cantaban de todo un poco: bossa nova, canto nuevo, baladas, hasta que un día tras una discusión muy fuerte por aspectos técnicos de una presentación muy importante que acababa de terminar se le desgarraron las cuerdas vocales.
Tuvieron que pasar dos años y medio para recuperarse totalmente, entre la incertidumbre de si podría volver a cantar.
Fue en esa época (1987) cuando pasó en su auto por la calle de atrás del Teatro de la Ciudad, vio el Centro de Estudios Teatrales, se estacionó y fue a preguntar e inscribirse.
«Llegué a la casa. Le dije a mi marido que iba a estudiar teatro y me dijo que estaba loca. Lo mismo mis papás, pero yo estaba feliz.
«Enrique Fernández era el director. Luis Martín dirigía el Teatro de la Ciudad. También eran mis maestros Gerardo Dávila, que en paz descanse; Irma Morantes, Rosa María Gutiérrez y Roberto Roger, que me dio clases de expresión corporal».
Paty comparte que al graduarse del CET empezó a ensayar una obra con el maestro Julián Guajardo, pero la presentación se canceló y, al paso del tiempo, no surgieron oportunidades para actuar, así que volvió a cantar en eventos y bares sampetrinos y formó el grupo Tercera Llamada, que aludía a su pasión por el teatro.
«Es una gran cantante, de voz exquisita y singular», menciona Oziel Salazar, pianista y encargado de la producción musical de los proyectos que Paty emprende, desde hace más de 30 años.
«Es una gran amiga, alegre, directa, cálida y con mucha energía».
Con él coincide Francisco Rangel, maquillista profesional y amigo de Paty. Agrega que ella ha emprendido sus propios proyectos por su cuenta, en lugar de esperar hasta que le llamen.
«Eso nos da muestra de su carácter porque es una luchadora tenaz, fuerte y sensible a la vez. Lo mismo escribe que produce, y es muy estudiosa y entregada a lo que hace».
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Con decisión y versatilidad, Paty ha incursionado en muy variados campos.
Se capacitó y dio clases de meditación y yoga. También abrió varios antros gay (El Arlequín, Tabú y Bisú), a pesar de la desaprobación inicial de su esposo, quien como siempre, terminó dándole todo su apoyo.
Durante una década, a partir del 2001, esos espacios fueron lugares seguros de encuentro para esta comunidad.
De hecho, el 26 de mayo del 2001, los activistas Alfonso Torres y Mariaurora Mota, con apoyo de integrantes de Oasis Centro de la Diversidad Sexual, organizaron la primera Marcha del Orgullo Gay en Monterrey, mientras que en El Arlequín se llevaban a cabo una serie de eventos alrededor.
César, esposo de Paty, la describe como una mujer intensa, sensible, soñadora, amorosa y muy trabajadora.
«Siempre está creando nuevos proyectos y cuando termina un ciclo, ya está en lo que sigue: si no es teatro, es música y, a veces, no sé con qué me va a salir. Con ella nunca te aburres.
«Su obra con más éxito es ‘Piaf’, la siguen pidiendo y mueve mucho los sentimientos de la gente, como en ‘Los dientes del perro’, un texto de denuncia social que mezcla canto y poesía, y que cuando volteas a ver al público, está llorando o riendo. Es genial».
Paty dice que otros montajes en los que ha participado son «Últimas noticias del frente», escrita por Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio, bajo la dirección de Luis Martín.
También la puesta en escena virtual «Alientos. Palabras del cáncer», una lectura de textos de mujeres sobrevivientes del cáncer de mama, producida por la Fundación El Mundo Escribe y Casa Musa, y «Una llorona más», de Hernán Galindo, con la dirección de Fabián Rodríguez.
Hernán, director y dramaturgo, dice que Paty mostró desde siempre un espíritu abundante en deseos de comunicarse a través de las artes.
«Es una artista profunda, comprometida y generosa, que tiene una voz privilegiada.
«Se destaca principalmente su puesta en escena de Edith Piaf, donde da vida a esta importante cantante y donde, además, ejecuta varios de los temas musicales con una gran calidad, por lo que ha refrendado el cariño y el respeto del público».
Paty cuenta que, inspirada en la historia de Rocío Jurado, a finales del 2016 empezó a escribir un espectáculo que retrata partes de la vida de la cantante española, con algunos de sus éxitos, y en el que estuvo acompañada por su amigo, el reconocido bailaor Sabás Santos, quien personificaba a los dos maridos que tuvo Rocío.
«Era un monólogo y lo presentamos como tres años aquí y en San Miguel de Allende», menciona Sabás.
«Para eso Paty tuvo que tomar clases de canto flamenco y estuvo espléndida. Es una artista muy completa: escribe, canta, baila, actúa; es multifacética. Incluso me acompañó en algunas giras cantando flamenco».
Paty no se detiene. Comparte que el próximo mes se presentará en «Voces retro 1976», una lectura en atril dirigida por Hernán Galindo, con textos de Francisco Rangel, donde interpretará canciones de Camilo Sesto.
También repondrá «Los dientes del perro». Y, por supuesto, seguirá encarnando a Edith Piaf, un personaje que ya habita en su piel y en su vida.