El indio Victoriano, una biografía diferente
José Victoriano Huerta Márquez (Colotlán, Jalisco, 1850 – El Paso, Texas, 1916) es el 39 presidente de la República; estuvo del 19 de febrero de 1913 al 15 de julio de 1914. Su nombramiento, hecho con argucias legales -renuncia de Francisco I. Madero, ascenso del sucesor correspondiente, quien nombró a Huerta secretario de tal para sustituirlo en el Poder Ejecutivo federal-, fue en el contexto de un golpe de Estado orquestado por militares porfirianos.
Huerta en las narrativas literarias e históricas es un referente contextual. Su nombre aparece para marcar temporalidad y filias de personajes en las novelas de la Revolución (Los caciques de Azuela). En la historiografía es un capítulo breve en la historiografía sobre la Revolución, es un apartado entre el gobierno de Madero y la emergencia de los villismos, los zapatismos y el constitucionalismo carrancista (Historia de la Revolución mexicana, tomo 1, coord. Garciadiego).
Hay textos que lo presentan en primera persona, y provienen de la literatura: Memorias del general Victoriano Huerta (apócrifas, localizable en las redes) y Charlas de café con… Victoriano Huerta (Ethel Krauze, 2010). Ahora circula la novela biográfica El indio Victoriano, de Gustavo Vázquez Lozano (Debate, 2013).
Conozco del autor una obra precedente: 60 años de soledad: la vida de Carlota después del Imperio mexicano. También, como El indio Victoriano, es una investigación sobre la emperatriz Carlota, un personaje que no es parte de lo políticamente correcto y da cuenta sobre lapsos de la vida privada. La obra aporta y facilita para situar circunstancias de las actuaciones públicas y privadas.
El indio Victoriano. Del idealismo a la desolación, la novela biográfica de El Chacal -es el título completo del libro- lo procuré por tres razones: cómo aborda la filiación masónica de Huerta, conocer algo más sobre un presidente mexicano que marcó las trayectorias de la Revolución, y los orígenes en Colotlán -el pueblo jalisciense que colinda con Tlaltenango-. En los dos últimos tópicos aporta. El primero nada expone, aunque conociendo que el general fue masón, la información dibuja los vínculos en el ejército -escuela, compañeros, mentores y los nexos en el gobierno. Hace que uno haga deducciones no conclusivas.
Respecto de Colotlán, el autor señala: Huerta fue un indígena. Tanto como Benito Juárez -aunque claro, ambos son distantes y próximos en política y cómo son abordados; Juárez es el personaje y tema más prolijo en las narrativas-. De Colotlán quería mirar la fase de amanuense de Huerta, porque fue un indígena que sabiendo leer y escribir, pudo enviar telegramas ordenados por Donato Guerra a varias personas de México, Guadalajara y otros lares.
El indio Victoriano es una novela biográfica construida con investigación documental, da protagonismo al personaje, desde su infancia hasta fallecimiento.
El autor no le prorratea la voz para explicar las fases por las que transcurre: de la casa paterna al Colegio militar -donde padece discriminación racial-, de su preparación científica -y aquí resalta respecto de Madero el espiritista, frente al geógrafo Huerta; cuán distintos son los astros geométricos a los signos de ultratumba-.
Por supuesto trata el golpe de Estado, sitúa su lugar en cada fase de la Revolución, asume sus actos como militar. En fin, cada lector mirara que la construcción narrativa está elaborada con halos de obras literarias y varias formas narrativas. El autor cuenta sobre fuentes, verosimilitudes y posibilidades históricas.
El indio Victoriano es una obra que contribuye a desprejuiciar y hacer notar qué es un personaje al que se le han colocado tantos sambenitos. Facilita la obra notar a un personaje que proviene y ¿aceptaba? un gobierno militar ordenado, centralista y autoritario. El mismo Huerta un militar, y no es un simple antagonista de Madero, es más como lo trata la novela de Vázquez Lozano: un hombre que supo ascender en su profesión, siendo un indio.