Gobernar sin brújula
Déjeme hacer una acotación: yo era una de esas personas que hace algunos años “festejaba” el 8 de marzo como Día de la Mujer.
Eso cambió cuando gracias a las labores como servidor público profesional (así me considero) y el encuentro con distintas voces gubernamentales, académicas y de la sociedad civil, mi espectro sobre esa fecha pasó a entender lo que implicaba conmemorarla.
Por azares de la vida, he sido partícipe de diferentes manifestaciones sociales y políticas, tanto como emisor del mensaje como receptor; la primera de ellas tratando de alzar la voz por diferentes temas que nos pueden afectar; la segunda, dado mi camino en la administración pública, es decir, por ser parte de un cuerpo gubernamental que en algún momento es receptor de la demanda social. O sea, he protestado y he sido receptor de protestas. Ambos espectros me abrieron mucho los ojos, pero debo decir humildemente que aún sigo aprendiendo muchas cosas.
En ese mismo orden de ideas, creo que vale la pena agregar que, además de protestar y atender demandas sociales, he sido testigo de expresiones sociales incluso porque simple y sencillamente me ha tocado estar en el momento y lugar adecuado (pura suerte, se lo juro), meramente como observador.
Así me pasó en temas como los derechos de niñas, niños y adolescentes, las protestas por falta de medicamentos, la extinción de Luz y Fuerza del Centro, entre muchas otras más.
No me haga Usted mucho caso, pero hablando estrictamente desde la percepción de las cosas (tomando como eje esa expresión de “percepción es igual a realidad”, me cuesta mucho trabajo entender las decisiones que toman algunos gobiernos respecto a cómo actuar o responder a determinadas demandas, exigencias o propuestas que emanan de la sociedad civil. No podemos querer tapar el sol con un dedo, caray.
Lo menciono porque recientemente hemos sido testigos del desenlace que tuvieron distintas marchas que se realizaron al amparo del 8 de marzo, en las que mujeres (abuelas, madres, hijas, sobrinas, nietas, hermanas, compañeras, profesionistas, funcionarias y cuanta connotación quiera Usted darle a las femeninas que formaron parte de las manifestaciones) salieron a las calles a exigir que se visibilicen las circunstancias adversas que viven, particularmente a partir del ejercicio de la violencia (con sus distintos matices) sobre ellas.
Lo que realmente es inconcebible es que tengamos gobernantes y/o funcionarios insensibles, ajenos, ausentes y hasta desdeñables o burlones respecto del espíritu de la manifestación (más si son masculinos).
En este punto, por favor, estimada o estimado lector, ponga/inserte el nombre del político/representante popular/gobernante de cualquier ámbito que Usted considere que encaja, comenzando por la idea que Usted puede tener de efectividad, presencia, carácter, fuerza, inteligencia y sensibilidad en el ejercicio del cargo del personaje en cuestión.
Una vez hecho lo anterior, le invito a que hagamos el siguiente ejercicio: ¿usted consideraría votar -quizás nuevamente- por el personaje que le vino a la mente?
¿Haría Usted algo para prevenir que tengamos gobernantes/funcionarios/representantes como la persona que Usted tiene en mente?
¿Consideraría Usted necesario elevar el nivel de preparación o sensibilidad que debe tener un servidor público como el que le vino a la mente, para que atienda la problemática como la que involucra la expresión social que se manifiesta el 8 de marzo?
¿Cree Usted que el personaje debería hacer “x” cosa con motivo de los resultados de las marchas? ¿El personaje sabe del tema, o mínimo le entiende un poco? ¿El personaje en su mente, es bueno en su trabajo? ¿El personaje está al tanto de lo que pasa en el entorno?
Hace casi un año, en la presentación de un libro, un buen amigo mío -religioso él- mencionó en su intervención la importancia de que los gobernantes leyeran “los signos de los tiempos”, como una manera de decir que deben dimensionar la realidad actual y por qué estamos como estamos.
Él explicaba unas ideas alrededor del prisma social que compone nuestra realidad actual y precisamente eso es lo que exige que quienes toman decisiones públicas, estén con los pies en la tierra, por lo complejo que es el prisma, por las diferencias que componen nuestra sociedad actual. Leer los signos de los tiempos nos obliga a crecer, a evolucionar, a tratar de entender y sobre eso, decidir, actuar, asumir.
No hay mecanismos perfectos del ejercicio de gobierno. Siempre habrá situaciones que reten a plenitud las decisiones gubernamentales, a los funcionarios (la presión social y política sobre el equipo de trabajo) pero, sobre todo, a las cabezas de gobierno, a los responsables del timón.
Pero si el capitán del barco no sabe dónde está subido, navegará sin brújula (como parece que sucede en la actualidad a muchos que se aventuraron a ganar una elección y triunfaron, pero han resultado malitos para la responsabilidad) y cada día será un retroceso, una tristeza.
Creo que es válido afirmar, sobre todo aludiendo la primera parte de esta colaboración, que ningún funcionario o gobernante nace sabiéndolo todo. Pero el compromiso de preparación constante, la construcción de un equipo sólido y comprometido, y la certeza de reconocer los tiempos complicados que vivimos, nos pueden ayudar a navegar estas aguas turbulentas con la más elemental de las brújulas. Por el bien de todos.
*Doctor en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Administración Pública.
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