Dos mujeres, dos experiencias
Claudia Espinoza, de 60 años, dedicó un tercio de su vida a la pizca de frijol y chile, pero ganaba menos que los hombres; Sayaka Yoselín, de 20 años, afirma que recibe un trato igualitario y sus compañeros la respetan
Zacatecas.- Aunque la vida en el campo implica compromiso, trabajo y dedicación, las condiciones que viven las mujeres en este sector son más complicadas y desiguales en comparación con los hombres, por lo que existen opiniones encontradas, desde quien sufrió la desigualdad de género, hasta las nuevas generaciones que dicen estar orgullosas de trabajar las tierras.
Claudia Espinoza dedicó al menos un tercio de su vida a la pizca de frijol y chile, así como a la recolección de tunas y nopales para un tercero, con un salario por debajo del que le daban a los hombres, que no era por arriba de los 100 pesos diarios, por lo que a ella le tocaban 80 cuando le iba bien.
Actualmente, con más de 60 años, reconoce que esta actividad en el campo le dio lo suficiente para sacar a su familia adelante y ahora recibe ayuda de sus hijos. Además, busca emplearse entre los habitantes de la comunidad El Maguey, en la capital del estado, en actividades sencillas, porque el campo no le dejó más.
Recordó que cuando iba a la pizca, al igual que los hombres, salía a los campos de cultivo con los primeros rayos del sol, y cumplía a cabalidad con las jornadas laborales que se extendían por al menos ocho horas diarias.
Sentada en una banca de las despobladas calles de El Maguey, la mujer frotó sus manos partidas por el trabajo, para relatar algo nerviosa cómo era su vida cuando terminaba su jornada en el campo, y destacó que tenía que cumplir con sus obligaciones en el hogar, “ya que ésas no perdonan”, por lo que expresó entre risas que “eran unas verdaderas chingas”.
Con buen ánimo, pero a la vez con huellas de cansancio en su rostro, indicó que contrario a los hombres que cuando cobraban o acababan de trabajar las tierras, se podían ir a divertir o emborrachar, la mayoría de las mujeres que se dedicaban al campo no tenían tiempo para ellas, ya que tenían que atender al marido, a los hijos y las obligaciones del hogar.
Resaltó que ante la falta de recursos económicos y de oportunidades laborales, el campo era la única opción que tenían para sacar adelante a la familia, por lo que no tenía opción, era trabajar o quedarse sin comer.
Orgullosa de su vida y de lo que hizo por su familia, con la voz entrecortada, resaltó que tuvo que dejar el campo por cuestiones de salud después de 20 años, pero que esa etapa fue muy importante para ella, ya que le enseñó el verdadero valor de las cosas.
Nuevas generaciones superan desigualdad
En la actualidad, las condiciones en el campo avanzaron y la discriminación de género poco a poco se erradicó, sobre todo en las nuevas generaciones, como el caso de Sayaka Yoselín Alvarado, de 20 años, quien siguió los pasos de su padre, se dedicó al campo, y destacó que la tratan igual que a los hombres.
Con toda la energía de su juventud, sin dejar de hacer sus tareas, relató que desde pequeña le interesó trabajar en el campo. En cuanto tuvo la oportunidad y la fuerza necesaria, comenzó a trabajar las tierras.
Precisó que tanto su patrón como sus compañeros la tratan con respeto y bajo las mismas condiciones que a los hombres, por lo que nunca enfrentó problemas de discriminación.
Limpiando el sudor de su frente y protegida del sol con una camisa de manga larga y su sombrero blanco, la joven resaltó que en el campo no hay discrimanación , “todos somos iguales”, por lo que consideró que es una actividad noble y de la cual dijo sentirse orgullosa.
Por último, y aún nerviosa por la entrevista, indicó que para ella el trabajo en el campo cada día es un reto, por lo que ella establece los límites que cumplirá y por poner un ejemplo indicó que diariamente intenta superar la cantidad de tareas que realiza en su trabajo.
“En el campo no hay discrimanación , todos somos iguales”
SAYAKA YOSELÍN ALVARADO
ASÍ LO DIJO:
“También tenía que cumplir con mis obligaciones en el hogar, esas no perdonan, eran unas verdaderas chingas”
CLAUDIA ESPINOZA