Sobre dioses aburridos y el asueto
Santísimos días, Batman. En las críticas tierras del libre pensamiento desde donde se escriben estás letras y pese al gran avance científico, racional, crítico y laico de la humanidad en general, se agradece bastante tener vacaciones con cualquier pretexto, sea (casi siempre) santísimo o no.
Qué bonito es celebrar, conmemorar, festejar o idolatrar místicas fechas especiales tirados sobre una comodísima hamaca junto a la playa, rodeados en todo caso, de toda la tranquilidad que pueden aportar creaciones que sí parecen divinas como el mar, un río o ya de perdido una alberquita que asemeje un gran caldo de descansados humanos.
En el mismo contexto inmediato desde el que se escriben estas humildes y pecadoras líneas, hay que justificar que se merece tener vacaciones de vez en cuando.
Porque como bien saben los liberalistas, feudalistas, empresarios, jefes explotadores y grandes líderes del mundo en general, el trabajo todo lo vence, sobre todo y por supuesto, para los que saben que lo que vence el trabajo de los demás, esos que no tienen tantas vacaciones y que justifican sus altísimos sueldos, ganancias o prerrogativas solamente disponible a través del trabajo de los otros.
Habría que preguntarse quién gana con las vacaciones, porque seguramente alguien pierde con tanta gente descansando como si tuvieran derecho a respirar por su propia cuenta.
El trabajo nunca termina y menos para los que sí quieren dejar su huella en la historia, que se sepa que existieron, que su paso por el mundo no fue solo resultado de múltiples eventos fortuitos que le pudieron pasar a cualquiera y que se les reconozca, porque no descansaron como hacían los demás menos interesantes, los que le echaron menos ganas y que después por eso la historia no los recordará escribiendo sus nombres en letras de oro en un importantísimo recinto en el que poco se trabaje.
Devolverle el mundo a dios
Dicen que un día o una noche, después de estar muy aburrido el dios disponible para esta historia creó unas creaturas muy parecidas a él. Al poco tiempo les entregó a sus recién creados y semejantes, pero menos divinos, un mundo para que lo habitaran con la encomienda de que, entre otro tipo de sacrificios, crecieran y se multiplicasen.
Lamentablemente, los demasiado novatos en cuidar mundos no pudieron percatarse de las trampas que implicaba tener un planeta a responsabilidad propia, sobre todo y habiéndole hecho caso a su grandísimo delegador de realidades, trayendo a otros participantes a eso de la responsabilidad mundial.
A los pobrecillos inexpertos las cosas no les salieron muy bien. Echaron a perder el paraíso, pero luego, le inventaron unos justificantes mitos. Estando muy mal ya las cosas, decidiose el altísimo en enviar un poco de ayuda. Un mesías con la misma forma que tenía su papi y todos los demás menos mesiánicos participantes llegaría para intentar arreglar los infortunios; sin embargo, no fue así.
A los muy confundidos carnales del que se sabía salvador se les ocurrió ignorarlo. Por algunos días y noches dedicáronse los sonsos a mortificarle hasta que, finalmente, terminaron por sacrificarlo en un instrumento de tortura que posteriormente sería el signo que adoptaran sus fans.
Casi espontáneamente un par de milenios después, estas fechas se utilizan para recordar todas las malas decisiones que se tomaron entonces. De dos cosas están seguros sus ahora consolidados adeptos.
Por un lado, a un mesías no se le debe de tratar así nomás, sacrificándolo y torturándolo tanto como para luego arrepentirse incesantemente por los siglos de los siglos. Por otro lado, la responsabilidad del paraíso es mucha para los hijos de un dios que desconoce los alcances de las malas decisiones.
Ahora, como no pudieron los chiquitines hijites del todopoderoso le andan queriendo regresar su mundo. Se la pasan santificando sus días, deseándose protegidos de todo mal, no desamparados, cuidados y encomendados al mismo dios paternalista regalador del mundo que no les enteró, no tenía la opción de devolverse.