“Si difícil es gobernar la casa…”
Una de las mayores delicias de investigar tiene que ver con recoger fragmentos de otros aspectos de la vida y de la historia que, a pesar de no pertenecer a aquello que buscabas, capta tu atención.
Hace unos meses, mientras revisaba la prensa local de mitad del siglo 20, comencé a ver un interés inusitado por el feminismo. De repente, las primeras planas se llenaban con las disertaciones de colaboradores periodísticos, columnistas o reporteros que se centraban en escribir sobre un tema tan polémico -al parecer- para su época: la incursión de las mujeres en la política.
Entre tantas plumas ansiosas por escribir (masculinas, por supuesto), las siguientes palabras que citaré llamaron mi atención: “En efecto, la mujer es la obra más preciosa que hizo el Supremo Hacedor, para consuelo de la humanidad y no quisiéramos que un ser tan privilegiado por las altas dotes naturales que posee: la obediencia, como hija, la ternura, como madre, la fidelidad como esposa y la lealtad como amiga, se obscurecieran con el llamado feminismo, que no es sino la máscara con que encubren las mujeres dizque antes esclavas y ahora libres, como los hombres y que se creen aptas para todas las actividades masculinas.
“No comulgamos con que las gracias que adornan a nuestras zacatecanas y mexicanas en lo general, sufrieran un colapso con tanta consideración al pretender mezclarse en la política para escalar los puestos públicos de tanta responsabilidad y de tan difícil realización y cumplimiento, aún para el hombre, que muchas veces ve naufragar con su buena fe y férrea voluntad, ante los escollos mil (sic) que tienen los cargos públicos y principalmente en nuestro país (…)”.
Apenas días antes había escrito con un plural arrogante pero creíble que “creemos que están equivocados al pretender que el bello sexo se involucre en la sucia política (…) y que, si es difícil gobernar la casa, más lo es dirigir el gobierno”.
Estas palabras las publicó un asustado hombre que se hizo llamar Ezequiel A. Dueñas, vaya a saber usted si fue su nombre de pila o un seguro seudónimo que utilizó para arengar a la mujer durante los meses de septiembre y octubre de 1949. ¡Cuánta indigestión le causaría a don Ezequiel saber que, 75 años después, muy probablemente tendría a una mujer sentada en la silla presidencial!
Sus discusiones bizantinas se afincaban en un hecho muy concreto: por primera vez, una mujer alzó la mano para ocupar el cargo de presidenta municipal de Zacatecas, convirtiéndose en la primera alcaldesa del país- y una de las pocas- que ha tenido nuestro ayuntamiento. Se trató de Belén Márquez, una mujer que tomó posesión como presidenta municipal en 1950, soportando los comentarios de quienes afirmaron que ganó por no tener contrincante que quisiera competir con una fémina. La doctora Norma Gutiérrez ha dedicado un interesantísimo artículo a su figura poniendo de relieve su actuación en un contexto más general.
México se estaba abriendo a la inclusión de la mujer en la vida política a través de un proceso histórico que comenzó a finales del siglo 19 y tuvo un punto álgido durante la Revolución Mexicana.
La participación de Belén Márquez en las elecciones municipales fue posible gracias a que en diciembre de 1946 se aprobó una iniciativa que aceptaba la participación de las mujeres, en igualdad de condiciones que los varones, en las elecciones municipales, con el derecho de votar y ser votadas. Otra victoria más llegó en 1953, cuando todas las mexicanas adquirían la ciudadanía plena, legándonos un derecho que absurdamente se negó por siglos.
La historia de nuestra primera alcaldesa no terminó bien. El acoso constante que sufrió en la prensa y la crítica feroz que perseguía todas sus acciones, provocó que sus hermanos buscaran un ajuste de cuentas con el director del periódico. Tal hecho provocó que los regidores solicitaran su renuncia.
Recordarla este 8 de marzo es recordar que la historia ha mostrado que podemos gobernar la casa, el gobierno, las universidades, las empresas y hasta un país. Y aunque las cosas son muy distintas a aquel lejano 1949, la lucha por la igualdad, la paridad de género y la inclusión política sigue viva.