Dos temas nos ocuparon al regreso. Mucho se escribe sobre ellos y por lo prolijo de sus consecuencias, seguirán teniendo secuelas.
En el ámbito diplomático la violación a la embajada mexicana en Ecuador no es un tema menor. Consultando con dos expertos en relaciones internacionales (uno miembro del servicio exterior mexicano), comentan que, en el contexto mundial, lo sucedido debería tener consecuencias graves para cualquier país.
El ánimo es disuasivo en desincentivar dichas transgresiones porque el respeto al derecho internacional viene a la baja. En otros años y contextos lo que pasó sería sencillamente impensable, porque ningún país del mundo se aventuraría a convertirse en paria diplomática, salvo que ya lo fuera, pero en tal caso se estaría hablando de una nación en ruinas o de niveles civilizatorios pedestres.
Solo países con arrogancia imperialista (sí, imaginen cuáles) podría aventurarse a no enfrentar consecuencias, pero hasta ellos se cuidarían de no provocar a la comunidad internacional porque eso sí multiplicaría las turbas enardecidas contra sus muchas sedes diplomáticas en todo el mundo.
Si Ecuador no enfrenta consecuencias se desincentivaría el respeto a marcos jurídicos como la Convención de Viena y el mundo sería peligrosamente más inseguro.
Todo debe plantear consecuencias solo políticas —no militares— pero que calen en los intereses económicos inmediatos y de largo plazo del estado perpetrador.
Lanzar un mensaje unívoco donde, sea por inexperiencia, arrogancia, ignorancia o por todas las anteriores, no hay atenuantes: la soberanía de las sedes diplomáticas es inviolable y quien transgreda debe pensarlo muy bien porque las consecuencias serán firmes e implacables. No importa que gobierne López Obrador y no importa que el país sea México; es por todos y no es un juego.
Y, ¿qué si Ecuador luego resulta respaldado por alguna potencia, en pos de algún acuerdo geoestratégico? El respaldo debe costarle a su aliado en razón de lo que se viola y el país agraviado y la comunidad internacional deben quedar satisfechos con el arreglo que respalde la nación poderosa.
Debate. Ya es tiempo de evolucionar hacia ejercicios democráticos de comunicación política más actuales y que favorezcan el escrutinio ciudadano. No se trata de cuidar los intereses comunicacionales de los candidatos sino de los electores.
Estos formatos estilo “corsé” que mantienen asfixiada no solo la capacidad de debatir sino también la discusión entre los contendientes, no dan elementos de juicio. Y es cierto, entre más rígido más se favorece al puntero, ya que arriesga menos. En tal caso solo implicaría mayor preparación para todos por el despliegue de agilidad requerido.
El formato que en Estados Unidos llaman townhall, es de mucho mayor provecho para que el ciudadano interactúe en este caso con las candidatas y el candidato. El townhall, o “junta comunitaria” es un formato de micrófono abierto donde quienes están al frente, suelen ser directivos de empresa, funcionarios o líderes comunitarios, se exponen a cuestionamientos verbales y directos del público. De esta manera, la audiencia se vuelve un elemento decisivo para el desarrollo del ejercicio.
Dependiendo del diseño del evento, en la selección de los asistentes, y los turnos para hablar, los miembros del público tienen más margen para interactuar y cuestionar. ¿Podríamos imaginarnos a Claudia y a Xóchitl capoteando cuestionamientos directos? ¿Qué tal un formato en que las candidatas y el candidato circulan libremente por el escenario con un micrófono de mano escuchando cuestionamientos y cuestionándose entre ellos?
Un elemento más, y dada la necesidad de escrutinio cuando el tiempo y las campañas se acaban. La eliminación de los contendientes sin posibilidades reales en una “segunda vuelta” de facto. Lamentablemente ninguno de los anteriores elementos se antojan viables cuando ya ha empezado el proceso, ya que se considerarían “con dedicatoria” para favorecer o perjudicar a alguien.
Pero para poner el debate al servicio del ciudadano es preciso hacer lo mismo con el sistema de partidos. A ver si para la próxima.