AGUASCALIENTES. La primera corrida del Serial Taurino de la Feria Nacional de San Marcos destacó por el temple y la naturalidad con la que firmó Juan Pablo Sánchez en su lote, desplegando el buen toreo. Cortó una oreja de peso a ley, al segundo de su lote.
Fernando Robleño también aquilató detalles de calidad importantes, reflejando su empaque y clase. Quien también eslabonó el esfuerzo con el cierra plaza fue Miguel Aguilar, ante un toro que se rajó en tablas, pero al que terminó por imponerse, saludando en el tercio.
LA CLASE DE FERNANDO ROBLEÑO
Mi Pepe, de 506 kilos, de Barralva, el abre plaza para Fernando Robleño, que tuvo un buen saludo con el capote.
Muletazos por bajo en el comienzo de faena. El encaste mexicano de Barralva manifiesto en el comportamiento del toro, buscando la firmeza y mando por el pitón izquierdo, empleándose el animal.
Por el derecho le costó mucho más, y de ahí que la apuesta fuera por naturales, dejando momentos de lucimiento, sin tomar la faena ese fondo.
Fue el toreo poderoso de Robleño el que terminó por meter al ejemplar, llevándolo a los medios, y ahí plantando la faena.
Al final, cuajó trazos por el derecho de buena manufactura. Pasaportó al tercer viaje y se retiró entre palmas.
Cortinero, de 510 kilos, el cuarto de la tarde, que firmó buenos lances con el percal, acompasado al saludar por el lance natural por excelencia.
El toreo asentado y con la visible madurez y evolución fueron la carta que hoy firmó Robleño ante los hidrocálidos.
No cabe duda de que hoy el torero español disfrutó mucho su toreo, a pesar de que faltó el punto de colaboración del toro para romper.
Series con muletazos más cortos, la fórmula que reditúo; y así logró pasajes de mucho lucimiento. Buena estocada para dar muerte al de Barralva, cortando una oreja.
LA NATURALIDAD DE JUAN PABLO
El segundo, Chalao, de 483 kilos, para Juan Pablo Sánchez, que con cadencia y mando saludó por verónicas acompasadas por el izquierdo.
El deseo de Juan Pablo de ir a más quedó manifiesto en el quite, imprimiendo esa variedad.
El hidrocálido brindó su faena al respetable en el coso monumental. Doblones en un prometedor inicio de un trasteo plagado de la madurez de Sánchez, que pulsó y templó en una primera serie ligada por el pitón derecho.
Despacio, largo y templado ante la franqueza por este pitón del ejemplar de Barralva. Los naturales a pies juntos por el izquierdo, con la nota de la calidad de un inspirado Juan Pablo; la apuesta siguió por derecho, buscando la pausa sin prisa, pero regresando muy pronto con la muleta en la mano izquierda.
Al final, una serie variada, por ambos lados, ante un toro que ya no tenía más para dar. La espada, sin ser su aliada, pinchando. Palmas para Sánchez.
El quinto de la tarde, Almudeno, de 529 kilos, con el que de rodillas comenzó su faena de muleta. Planteó desde inicio en los medios, cuidando el terreno y buscando ayudar al de Barralva, que demostró su justa fuerza.
El animal se paró, pero Sánchez lo esperó y aguantó enormidades. Pulsado por el izquierdo, con un toro que humillaba y al que le pudo alargar el trazo.
A Juan Pablo le brota por los poros una quietud infinita: el abandono y la naturalidad con la que resuelve todo en escenas parecieran ensayadas con anterioridad, pero en el toreo no existe esa posibilidad, se piensa sobre la marcha, se actúa y, al final, se manda con ese valor inconmensurable donde termina por adueñarse del tiempo.
Por él no quedó: al final una gran estocada le llevó al corte de una oreja, de ley, a fuego.
EL ESFUERZO DE MIGUEL AGUILAR
Andorrano, de 509 kilos, número 906, tercero de la tarde y primero del lote de Miguel Aguilar, que tras brindar al público su faena buscó sacar lo que no tuvo el de Barralva, que evidenció poca transmisión, siendo muy soso.
Estuvo muy voluntarioso Miguel, pero no pudo llevar a más su trasteo. Pinchazo y palmas para retirarse entre aplausos.
El sexto llevó por nombre Abuelo, de 476 kilos, para Miguel Aguilar, que saludó de hinojos con larga cambiada de rodillas, dejando después las verónicas que remató con media.
Comenzó de rodillas su faena en una temeraria muestra de su deseo y ganas de ir a más.
El toro fue a menos muy pronto, buscando el cobijo de las tablas hasta donde llegó el hidrocálido a plantar cara, sacando y extrayendo muletazos con el entero valor.
Estocada caída con ligera petición de oreja no concedida, terminando por recoger la ovación en el tercio.