CIUDAD DE MÉXICO. El novillero Bruno Aloi salió a hombros este domingo en la Plaza México, donde cautivó por completo a una afición que reconoció su toreo.
Bruno es una carta firme, una figura en ciernes que seguramente llegará muy lejos. Su actuación hizo vibrar a la afición capitalina que le reconoció como al que más.
Llegaba enrachado después de una temporada arrolladora, siendo la Catedral del Toreo en México la plaza que faltaba para culminar una obra escrita con letra propia.
LA CLASE DE MANUEL CABALLERO
Abrió plaza Yuyín, de 422 kilos, de la ganadería de Campo Hermoso, el cual correspondió al novillero español Manuel Caballero, quien mostró sus buenas maneras con el capote al asestar por verónicas y rematar con media pinturera.
Caballero brindó a la afición capitalina y después comenzó su faena toreando por la senda derechista. Recorrido y temple fueron su mejor carta de presentación.
Novillo con nobleza y calidad de Campo Hermoso que humilló a una muleta profunda de Caballero, acompañada con la cintura.
Las series por el izquierdo tuvieron el punto de una naturalidad de exquisitas notas. Se mostró con buen toreo; el de sentimiento, acompañó con las muñecas. La faena fue completa, de buen gusto, siendo una de las más solventes de toda la temporada. La colocación de la espada fue muy mala. Palmas.
LA GRANDEZA DE BRUNO ALOI
Bruno Aloi y el buen saludo con el percal a Para Siempre, de 435 kilos, destacando en el variado quite por tafalleras.
El novillo fue muy distraído, saliendo suelto y sin mayor transmisión. El ejemplar no valió nada, pero Bruno lo intentó siempre e hizo lo impensable, se metió por los adentros y toreó por dosantinas, sobrado de recursos. Un gran final por manoletinas donde antepuso el valor. Pinchazo y estocada.
Ya Merito, de 433 kilos, para Bruno Aloi, que con elegancia saludó con el capote. Brindó la muerte de su ejemplar a su abuelo, el ganadero Sergio Hernández.
El novillero mexicano llegó enrachado a este compromiso con la afición capitalina, por lo que las expectativas por verle eran altas.
Cuánta evolución hay en Bruno, que lo hace ver todo tan fácil. Así se relajó para correr la mano en las dos primeras series, donde profundizó los derechazos.
Qué asentado, con ritmo y a compás llevó la muleta; ese cambio de mano portentoso y eterno.
Cuántas emociones afloraron en ese instante que perdurará.
Bruno por el izquierdo también prodigó el toreo al natural; los muletazos de pecho valieron todo por la lentitud. Encajado y completamente roto siguió por derecho, en cámara lenta; y ese pase de la firma, digno de una pintura.
Qué novillero fue Bruno, y cómo dimensionó la faena; y cuando todo estaba ganado, apostó por más, toreando de rodillas y con un valor absoluto, digno de grandeza.
Cumbre estuvo cuando toreó de rodillas en redondo; magia en estado puro. Estos muletazos tocaron las fibras más sensibles. Fue una llama que encendió la esperanza de que México tiene un novillero de los más altos niveles.
En buen sitio dejó la espada para que el astado rodara sin puntilla, cortando dos orejas y dando la vuelta al ruedo ante los gritos de ¡torero, torero!
POCAS OPCIONES PARA GARCÍA
Venga Ya, de 422 kilos, marcó el debut del novillero Andrés García en la Plaza México. El queretano dejó muy buenas maneras con el capote; lento se recreó por verónicas.
En su faena de muleta dejó ese sabor que busca. Simplemente natural por el derecho, sobrado y relajado, como si de toreo de salón se tratara.
A pies juntos, girando, y con la muleta muy baja, así actuó, sintiendo y gustándose. Grato sabor de boca dejó en esta presentación. La estocada fue muy trasera, cosechando palmas.