Lo favorito
Regularmente la gente desarrolla ciertas preferencias de unas cosas sobre otras. Algunos prefieren la nieve de vainilla por encima de la de chocolate; el azul más que el rosa o eligen identificarse más con la izquierda progresista que con la derecha conservadora. Elegir entre diferentes opciones es eso a lo que llaman libertad, que no es otra cosa que poder preferir algo y despreferir lo otro.
De entre todas las opciones elegidas hay unas que gustan más, tal vez a alguien le guste mucho la nieve de vainilla, pero la de fresa sea la favorita; tal vez el amarillo sea el preferido de alguien, pero también le guste tantito el azul y en una de ésas, aunque alguien se identifique con el estilo de vida de los izquierdosos progresistas preferiría vivir como un derechoso conservador nomás que todavía no se entera.
El gusto es eso que se desarrolla a lo largo de la vida y que define la personalidad de los gustosos, algo así como el dicho ese mafufo que prefieren los que le hacen al psicoanalista y dice: “dime que te gusta y te diré quién eres”.
Como se supone que todo mundo tiene derecho a ser libre, la gente debe de poder elegir si prefiere la nieve de vainilla o la de chocolate, el asunto es que actualmente hay tantos sabores de nieve como colores y tendencias políticas, el problema tal vez radica en las diferentes opciones disponibles para elegir.
Nadie puede preferir lo que no conoce y ésa es la trampa de la dichosa libertad, que no es lo mismo tener dos opciones que tener cien porque incluso, hay quienes piensan que tener tantas alternativas complica más que resolver y entonces, en una amplia gama de posibilidades la gente se puede poner creativa y elegir que le gusta la fresa avainillada, la ropa descolorida o la anarquía democrática.
Decir que algo es lo favorito es dejar a un lado muchas opciones que por alguna razón se prefieren descartar. Elegir también es renunciar y, al parecer, vivir normalmente es tomar decisiones dándole preferencia a unas cosas por encima de otras más prescindibles.
La cosa no termina aquí, preferir algo aun sabiendo que es impopular o que no “debería” de gustar tanto es llamado gusto culposo. Es como si a alguien le diera un poco de culpa que le guste la nieve sabor tomate, el rosa en la ropa interior masculina o que, a pesar de que alguien se diga progresista, tenga miedo de no irse al cielo y opte por ir de vez en cuando a confesar sus izquierdosas y revolucionarias pecatas minutas.
Para que algo se convierta en preferido debe, como se ha mencionado lógicamente, ser primero conocido, pero, además, debe de intervenir una tercera mirada que juzgue las preferencias elegidas, ese vox populi que determina lo que está bien poder elegir y lo que no, un criterio público que hace que la gente se sienta más o menos normal por lo que prefiere, sea o no popular lo que ha elegido.
Para el juicio público todo debe de caber en ciertos moldes para identificarlo mejor, qué son los trastornos de la personalidad sino “anormalidades” que se salen de esos moldes de congruencia mental.
Hola soy Fulano de tal y mis favoritos son la nieve de chocolate, los colores que aprendí que son muy masculinos y me identifico con la izquierda progresista, aunque me guste mucho ser autoritario y viva con privilegios que por supuesto quiero conservar; soy normal porque gracias a mi dios particular nada me ha trastornado lo suficiente como para salirme del molde.
Que difícil eso de ser anormales y ser juzgados por el exigente escarnio público, mejor ser libres y tener de vez en cuando algunos gustillos culposos; poder elegir cómo se quiere ser o al menos, así creerlo.
El número de colores de ropa disponibles en los aparadores es menos limitado que las tendencias políticas aprobadas por la historia o los tres sabores básicos de nieve. Lo favorito entonces tal vez sea eso de preferir entre lo que hay, porque quién sabe, en una de ésas y en las circunstancias adecuadas, todos tienen dentro de sus favoritos, preferencias suficientemente anormales.