Eduardo Campech Miranda
El viernes 1 de noviembre murió Eduardo Campech Miranda, el maestro Campech. La noticia me la transmitió Armando Rodríguez, un amigo en común, ambos de larga data. Ese día constaté la estimación, el respeto y el reconocimiento que tuvo Lalo en residentes de Zacatecas y personas de otras partes del país.
La última vez que conversamos Lalo y yo fue a través de un Meet, en agosto de este año. Fue sobre un nuevo proyecto que estaba armando sobre la cultura libresca y cómo era posible fomentarla en estos días que las redes y los aparatos electrónicos van modificando el acontecer cotidiano de las personas.
Cada año, el día de su aniversario (julio 25 de 1972), lo felicitaba en Facebook. Es un texto al que le aumentaba datos sobre las diferentes acciones culturales emprendidas: talleres de lectura, fomento de creación literaria, escritura en el blog “Estantería abierta (https://campechmediador.blogspot.com/)”y en en la plataforma azul (Campechaneando lecturas https://www.facebook.com/profile.php?id=100064329865913 ).
Transcribo, manteniendo el tiempo presente, el texto de felicitación anual: A Lalo lo conocí en la Biblioteca Mauricio Magdaleno. Creo que el 80 por ciento de quienes sabemos de él, lo conocimos por y desde esa ya casi bicentenaria institución. El 20 restante lo trata por cosas de la vida.
Estudió Economía, pero fue más promotor de la lectura. Se ha preparado como un profesional promotor nacional de la lectura (leer para hacer lectores, no para promover libros). Le sitúo también como poeta, ya muy discreto. Es criticón como todo viejo estudiante de Economía de la UAZ.
De vez en vez hace tambalear a directores que dirigieron la Coordinación Estatal de Bibliotecas. Pero no lo hacía por “grilla”, sino porque él y otros promotores de la lectura quieren remontar la lectura y no las bibliotecas como un simple espacio político. Una de sus últimas quejas fue el porqué este año no hubo actividades en el día internacional de la biblioteca.
En su despacho de la Coordinación hay libros, nescafé y café de grano, papeles y proyectos para promover la lectura. Ha viajado y sabe de las delicias de conocer y vivir. Usa la R 17 para ir de su residencia permanente a su despacho. Camina y lleva audífonos. Toma fotografías, mira con discreción a las personas. A veces usa auto y ofrece rait.
Campech llegó joven a Zairo, quizá antes de estudiar Economía. Creo que en aquel tiempo hizo teatro. Fue de los pocos rebeldes que vivió fuera de la casa familiar y hacía casa-célula de rebelión.
Durante la pandemia, lo escuché en radio. Lo hizo como fomento cultural. En un tiempo provocó remembranzas con el hashtag #Cienmexicanosleyeron; en WhatsApp emprendió audio cuentos que denominó “Antes de dormir”.
La labor de Eduardo Campech Miranda estuvo más allá de estar en el jornal en una biblioteca, emprendía cotidianamente las actividades que debían convertirse en los imanes básicos para que la institución pública fuese el centro donde las palabras impresas construyeran nuevos imaginarios, discursos y saberes científicos. Su mediación rebasaba el jornal y lo hacía con pasión sincera, y por supuesto con quejas.
Reproduzco algunas palabras de Campech: “¿Cómo puede el bibliotecario despojarse de la invisibilidad? Primero, asumirse como bibliotecario y no como cuidador de libros. No basta con organizar, acomodar, alinear el material bibliográfico. No es suficiente con dar, en mano, el libro a quien lo solicita. Bibliotecario que se aburre en su trabajo, no sirve.
“Segundo, proyectar su trabajo más allá de los muros de la biblioteca. Debe ser capaz de mostrar por qué es importante su trabajo para el ama de casa, el mecánico, la cocinera, el taxista. Al realizar lo anterior, está diciendo a la sociedad: ‘cualquiera puede cuidar los libros, pero no cualquiera puede acercarse a la información’”.