Los principales libros y autores reconocidos
El martes fue presentado La Biblioteca Zacatecana. Colección de 30 libros determinantes, de Édgar A. G. Encina y Ezequiel Carlos Campos. El acto ocurrió en el marco del Día Nacional del Libro, en el museo de Guadalupe.
El ejemplar es un ensayo y un conjunto de referencias sobre libros leídos, vueltos varias veces a ojear y registrados como puntales en el haber cultural de quienes opinaron para formar el estudio —estos son escritores, ensayistas y lectores, diferentes a los responsables de este volumen, asimismo están quienes escribieron sobre el tema principal de los 30—. No es un trabajo de historia literaria o de la literatura, es un título sobre libros literarios, por supuesto también están anotados sus respectivos autores, ediciones y géneros literarios.
La Biblioteca Zacatecana es un estado de la cuestión de libros leídos en una comunidad —delimitada, pero no cerrada, integrada por académicos, intelectuales, docentes, investigadores y escritores —. En su momento, con base en la información, se discutirá desde las inclusiones de más a las ausencias provocadas, porque en definitiva no estaban considerados entre los 30.
Coloco el libro como una propuesta para configurar una biblioteca colectiva de privados. Es una serie libresca que, sumando toda la información, apuesta a establecer un canon de y sobre lo literario elaborado, editado, distribuido y consumido en la región que tiene como hinterland a la capital de Zacatecas. El arco temporal es del siglo 19 a lo reciente.
La lectura de este texto provocará revisar los libreros propios, procurar los títulos faltantes y dialogar sobre los aciertos y desaciertos de la Colección de 30 libros determinantes.
Sus (los) treinta
Javier Acosta Escareño, Libro del abandono (Premio de Poesía Aguascalientes).
Elías Amador, Bosquejo histórico de Zacatecas. Javier Báez Zacarías, Para asuntos comerciales (Premio Hispanoamericano de Cuento). Maritza M. Buendía, Jugaré contigo. Roberto Cabral del Hoyo, Obra poética. Fernando Calderón, Obras poéticas. Veremundo Carrillo Trujillo, Zacatecas: barro que suena a plata. David Castañeda Álvarez, Un hombre, una mujer y un mirlo. Colección de varias composiciones poéticas de señoras zacatecanas. Arregladas exprofesamente para la Exposición de Chicago en 1893. Amparo Dávila, Árboles petrificados (Premio Xavier Villaurrutia, 1977).
Janea Estrada Lazarín, Una bizarra melancolía. La tradición plástica en Zacatecas. Enrique Fernández Ledesma, Con la sed en los labios. Carmen Fernández Galán Montemayor, Gonzalo Lizardo y Maritza M. Buendía, Ficcionario de teoría literaria. Joel Flores, Nunca más su nombre. Marco Antonio Flores Zavala, Los decimonónicos. Alejandro García Ortega, La noche del Coecillo. Raúl García Rodríguez, Hemeroteca.
Verónica González Arredondo, Ese cuerpo no soy. Alberto Huerta, Ojalá estuvieras aquí (Premio de Cuento San Luis Potosí). Fayad Jamís, Abrir la verja de hierro. Gonzalo Lizardo, Memorias de un basilisco. Óscar Édgar López, Solo y sin bolsillos para meter las manos antes de llorar. Ramón López Velarde, Obras. Mauricio Magdaleno, El resplandor. Tryno Maldonado, Teoría de las catástrofes. Juan José Macías, Ánima Ascua (Premio de Poesía Ramón López Velarde). Tomás Mojarro, Cañón de Juchipila. Severino Salazar, Donde deben están las catedrales (Premio Juan Rulfo a Primera Novela). José de Jesús Sampedro, Un (ejemplo) salgo de gato pinto. María Isabel Terán Elizondo, Los recursos de la persuasión. La portentosa vida de la Muerte de fray Joaquín Bolaños.
Posdata
He mirado, sin prisas, la nueva película sobre Pedro Páramo (Dir. Rodrigo Prieto; guión Mateo Gil; actores Tenoch Huerta, Dolores Heredia, Manuel García-Rulfo). En el transcurrir repetí frases de la novela. Qué agradable que no fuese una proyección lineal, la estructura muestra el estilo Rulfo.
Me gustó la escenografía, aunque es una producción con recursos, no empalagó. Luego de mirar, reitero: Juan Rulfo es un genio, lo es en tiempo presente, porque la película hace valorar la importancia de leer, imaginar, crear y apaciguar o atizar “el rencor vivo” que es Pedro Páramo.