ZACATECAS. Con voz firme y conocimiento profundo, Soledad Enríquez Santa Cruz, la «Nena Enríquez», relató cada suerte charra desde un lugar que hasta hace poco parecía inalcanzable para una mujer: la locución.
«La charrería la llevo en la sangre», confesó mientras recordaba sus inicios como escaramuza a los seis años.
Hija de Javier Enríquez, charro de Jerez, y de Yolanda Jiménez, la legendaria «Torera de Fresnillo», Nena creció entre espuelas, lazos y tradiciones.
Su camino hacia la locución comenzó casi por casualidad durante un entrenamiento en el Rancho El 24.
Lo que empezó como un ejercicio improvisado se transformó en una vocación cuando Sergio Armando Durán la invitó formalmente a narrar eventos oficiales.
«Los charros automáticamente se dirigen a los caballeros», contó entre risas, «algunos te aplauden, otros dicen que te faltan tablas».
Sorprendentemente, admitió que la mayor resistencia no ha venido de los hombres, sino de algunas mujeres del medio.
A pesar de los obstáculos, figuras como Edgar Álvarez le abrieron las puertas del lienzo charro La Colonial, mientras que Pancho Gómez fue el primero en confiarle un micrófono en Puebla.
Nena no solo narra la charrería; la vive intensamente.
Fue campeona estatal y regional con las escaramuzas Real de Minas, montó toros profesionalmente durante una década y hoy dirige una escuela donde siembra en los niños el amor por este deporte.
«México está lleno de tradiciones, y la más grande de todas es la charrería», sentenció con orgullo.
Su mirada se iluminó al imaginar un futuro donde más voces femeninas se sumen a narrar este deporte nacional.
«¡Anímense!», exclamó, «es un deporte muy bonito y más narrado por una mujer, porque de nosotros viene la charrería».