La casa de la Lupe
No existe nada más liberador, para la aterrada alma, sobre todo en estos años de muchos balazos y más ideológicos bandazos, que leer los diarios y las redes sociales y enterarse que, el paro de actividades en la Universidad del rancho, para exigir la destitución, rescisión de contrato y destierro de sistema planetario del ex rector, Rubén Ibarra, concluyó con una serie de acuerdos que ojalá sirvan para iniciar la reconstrucción de la vida universitaria, lo cual es bastante complicado.
Para iniciar, es necesario comentar como la falta de empatía de muchas mujeres fue la nota, pues su comportamiento hacia otras féminas no fue el deseado. Llamarles tibias por el simple hecho de que no se incorporaban a su movimiento, es una falta de respeto a los principios más sagrados de la vida democrática.
¿Acaso es obligatorio que todas las mujeres, tengan que andar con paliacate en el rostro y cartulina gritando consignas mañana, tarde y noche? Nel, es falta de empatía, así no se construye ciudadanía.
La Universidad, que debe ser un espacio de debate civilizado, en momentos se convirtió en una batalla entre mujeres: unas más radicales que otras, algunas autodenominadas anarquistas, célebres lectoras del príncipe Kropotkin, de Bakunin, de Proudhon, de Malatesta, se encargaron de lanzar calificativos denigrantes sobre sus compañeras en distintos eventos, lo cual me parece tácticamente incorrecto.
Otras compañeras, se solidarizaron con el movimiento, pero sin involucrarse en ningún evento, pero ciertas de que los comportamientos de acoso y violencia (de todo tipo) en contra de ellas es, simplemente, inaceptable y debe ser sancionado con todo el rigor de la ley.
Si bien, la reclasificación del delito, que tanto molestó al grupo de mujeres que tomaron las unidades académicas de la UAZ, está dentro de la ley, el asunto debe de trasladarse a todos los ámbitos de nuestra Institución. La Universidad debe de actuar en contra de actos de violencia contra las mujeres que forman parte de la institución. ¡Alto al acoso!
Es increíble que aun haya muchos profesores y profesoras que tengan telarañas en la chompeta, que se paren en el aula a decir estupidez y media sobre las estudiantes, ya sea por su manera de vestir o por su simple presencia. Eso ya debe de terminar, las compañeras estudiantes no deben dejarse intimidar y están obligadas -digo yo- a denunciar a quien las acose. Debemos de seguir impulsando en la UAZ la cultura de la denuncia.
Bien sabemos que aún quedan muchos resabios de la cultura machista, misógina y patriarcal de siglos anteriores. Pero debemos de luchar porque desaparezcan, que se vayan mucho a la porra. ¡Ni una más! Ni en la Universidad, ni en la casa, ni en el trabajo. Construir una cultura de respeto, es esencial para avanzar hacia una sociedad democrática, hacia la construcción de una ciudadanía, plena. Esa es la tarea inmediata.
Vean el caso de la funcionaria de la Secretaría del Campo, que fue removida de su cargo por el simple hecho de que un misógino y acosador, que se dice líder sindical, fue sancionado por la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Zacatecas, por una mujer que tuvo el valor de denunciarlo. El sujeto armó la escandalera en la mentada secretaría, exigiendo el despido de la funcionaria.
Se fue a negociar con el secretario general del Gobierno estatal y no se sabe qué negoció, porque no hubo declaraciones, minuta, acuerdos firmados ni nada por el estilacho. Parece que solo le dieron una lana para los tacos del Kikis y, cúchila, se fue contento como si con su pancho hubiera transformado la administración pública estatal.
¿Se dan cuenta de hasta qué punto está escalando la misoginia? Por lo pronto los trabajadores y trabajadoras están esperando conocer los acuerdos por escrito o, ya de perdis, su orden de tacos de colores. Y conste que no lo digo, nomás por criticar.