A un año del hecho, se entrega Gerardo “N” de 17 años, el presunto feminicida de Karen Dayanna
Zacatecas.- A casi un año del feminicidio de la joven jerezana Karen Dayanna, el delito no quedará impune, pues quien terminó con su vida está a punto de ser juzgado por la ley, luego de que él mismo decidiera entregarse a las autoridades. No se conoce su rostro, pues la ley lo impide, pero se sabe que su nombre es Genaro “N” quien actualmente tiene 17 años de edad.
Como relatamos en estas mismas páginas, Karen desapareció de la Plaza Tacuba, en el centro de Jerez, el 28 de enero de 2017, alrededor de las 18:30 horas.
De inmediato sus parientes y amigos reportaron la ausencia ante la autoridad y a través de las redes sociales. Pero todo esfuerzo fue infructuoso. El hecho terminó en una tragedia que conmocionó a los habitantes del lugar, enlutó a una familia y lleno de vergüenza a otra.
De acuerdo con fuentes cercanas al caso, se supo que Karen Dayanna y Genaro fueron novios en la escuela secundaria y, justo dos meses antes de los hechos, ella decidió terminar con esa relación.
Él nunca se resignó e hizo repetidos intentos por verla y convencerla de regresar al noviazgo pero sin éxito, pues ella no cambió su decisión.
El joven, perteneciente a una familia de restauranteros muy conocida en el pueblo, no pudo resignarse, así que presumiblemente determinó raptarla.
Según los datos dados a conocer por la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE), la quinceañera fue asesinada el mismo día de su desaparición; se establece que “murió por asfixia” y su cuerpo fue encontrado el 3 de febrero del mismo año, en una presa ubicada en Susticacán.
Los habitantes de Jerez exigieron justicia para la joven.
Se presume que Genaro fue el responsable material del asesinato, luego de que perdió el control ante la negativa de Dayanna de mantener una relación amorosa. El adolescente pidió ayuda a dos amigos para desaparecer el cuerpo. Los cómplices fueron detenidos tras el hallazgo del cadáver, mientras tanto Genaro se daba a la fuga. Aún se desconoce dónde estuvo todo este tiempo.
Casi un año después, Genaro se presentó voluntariamente ante el Juez de control especializado en adolescentes, Juan de Jesús Ibarra. Según refieren sus abogados, el motivo que lo orilló a hacerlo fue el temor a que hubiera represalias en contra de su familia.
La cita para la audiencia era a las 11 horas del viernes 5 de enero de 2018. Llegaron primero los familiares de él, con el luto en la cara, como si el muerto fuera su hijo. La mamá, desconsolada, al tiempo dejó escapar algunas lágrimas.
La rondaban abogados y dos jóvenes que tenían rostros pesimistas la asistían. Constantemente se acercaban y buscaban cosas en los bolsillos de sus pantalones, miraban su celular, la hora, se cambiaban de lugar. Todos se quedaron al fondo del pasillo blanco que conducía a la sala de audiencias, justo a la entrada, y tomaron asiento con la vista clavada en la puerta de detección de metales.
Luego entraron los padres de ella. El ambiente se tensó. Cruzaron miradas; los parientes de la quinceañera discretamente vieron a los muchachos que llegaron primero, como si buscaran a alguien. Se identificaron con el guardia y se sentaron en un sillón alejado de la otra escena; una pared en perpendicular separaba a ambas familias, pero siguió la rigidez del encuentro, el silencio.
La pareja vestía de negro. El papá de la víctima tenía la quijada tensa, la mirada dura, las manos en puños; en los ojos de la señora se veía confusión y constantemente se tocaba los labios con los dedos. Los acompañaba su abogado, un hombre de traje, con mirada seria y el ceño fruncido.
Llegó la hora. Pasaron todos los padres; los adolescentes se retiraron en coche. El presunto culpable había ingresado por una entrada distinta para evitar encuentros ríspidos con los ofendidos. Minutos más tarde, una mujer, a la entrada de la sala, anunció que la audiencia sería privada; ¿el motivo? Se trataba del crimen de un menor.
Con un receso de un par de horas, el encuentro se prolongó hasta caer la tarde.
Así inició el proceso de Genaro. El juez decidió internar al acusado en el Centro Tutelar para Menores por un lapso de cuatro meses, que empezarían a contar desde este seis de enero y concluirían el seis de mayo; la situación del adolescente se revisará mes a mes, en caso de que las condiciones cambien.
El agente del Ministerio Público adscrito al caso tiene un periodo de tres meses para desahogar más pruebas y descartar las que pudieran considerarse como ociosas o irrelevantes. Al respecto, trascendió que existen por lo menos tres pruebas en contra del presunto responsable, por lo que se llevará a cabo la toma de más muestras científicas, además de recopilar algunas testimoniales.
Una vez que finalizó la audiencia, Genaro fue trasladado a las instalaciones de la Policía Ministerial para ser “fichado”, tomarle todos sus datos, sus huellas dactilares, dictaminar si tiene tatuajes, cicatrices, entre otras observaciones que deben capturarse antes de ingresar al tutelar.
De acuerdo con las investigaciones de la PGJE, se trata de un caso de feminicidio y, si bien es cierto que este delito alcanza penas de 20 a 50 años de prisión para los adultos, en el caso de los menores, la sanción máxima es de cinco años, de acuerdo con la Ley Nacional de Justicia Penal para Adolescentes. Quizá esto sea otra de las razones que motivaron su entrega.
Al final de esta primera audiencia los padres de ambos jóvenes salieron devastados: uno era el rostro de dolor, incomparable, por la muerte injusta de una hija quinceañera; mientras, a unos metros, se sentía el peso terrible en la conciencia por un hijo que se entrega y confiesa su asesinato.
El feminicidio de Karen Dayana es uno más de los 33 que se han registrado en Zacatecas, cada uno con su propia historia de dolor y vergüenza.