Desde la cama de su habitación, Carlos Ernesto recibe con una sonrisa, amable y emocionado, a quienes pasan a visitarlo, luego de que una enfermedad intestinal inflamatoria lo limitara a quedarse en su casa a sus apenas 27 años.
Fue hace tres meses que el joven padre de familia, ante la falta de recursos para continuar pagando los servicios de un médico particular, dejó de atender los malestares de la enfermedad de Crohn, un padecimiento que hasta entonces desconocía y que cada vez se agravaba más, sin prever las consecuencias que esto le traerían a él y a sus seres queridos.
Tras encontrar trabajo como vigilante de una universidad privada y adaptándose durante los primeros días a sus labores, los síntomas de Carlos Ernesto se intensificaron hasta que fue internado de emergencia a una clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), donde se le removió un tumor del intestino grueso y se le realizó una colostomía.
Esta situación lo ha postrado en su pequeño hogar, en el que vive con su esposa, Verónica, así como con su hija de siete años y su pequeño de tres, a quienes le es difícil sacar adelante debido a esta condición, la que su médico aseguró es un problema que sufren personas de edades más avanzadas.
“Me dijo un médico que era hereditario, pero en mi familia no padecen nada ni mis abuelos, ni nadie. Entonces otro médico me dijo que porque no llevaba una adecuada alimentación. Pues sí, me malpasaba y cuestiones que había, pues no había a veces para comer. Entonces, pues, se fue agravando, agravando y como no me atendía a tiempo, se agravó el problema”, recordó.
Ahora, la joven familia busca llevar el pan a su hogar, ubicado en una loma y entre caminos sin pavimentar de la segunda sección del fraccionamiento Miguel Hidalgo, bajando al Mercado de Abastos para vender golosinas como apenas un paliativo ante las grandes deudas y compromisos que se van acrecentando con esta situación.
Sin embargo, esta medida también representa repercusiones para la salud de Carlos Ernesto, quien tiene la esperanza de poder encontrar entre la sociedad la ayuda que necesita para poder salir adelante ante la difícil condición que atraviesa, para lo que pone a disposición el número 492 869 9006 y las puertas de su casa.
“Aquí tiene su casa todo el que quiera venir”, asegura con una mirada de esperanza y amabilidad desde la cama de su habitación, cuya puerta es resguardada por unos cuantos periquitos de colores que brincan y aletean dentro de su jaula.