Los malabares finales
En marzo de 1911, Francisco de Paula Zárate continúa como un gobernador viudo, eficiente y práctico. Aunque cercano al vicepresidente de la República, Ramón Corral, Zárate en la entidad ha permitido fortalecer un grupo político que media entre los que se autodenominan liberales (sus medios de socialización son El Casino Zacatecano y El Correo de Zacatecas) y los liberales radicales (sus bases están en la masonería, la Sociedad de Obreros Libres y el Instituto de Ciencias).
Frente a los tres grupos, un grupo político está germinando. Éste no oculta su perfil ideológico: el catolicismo social. Sus formas de intervención pública son la Sociedad Artístico-Científica, el semanario El Ilustrador Católico y las labores filantrópicas de profesionistas católicos.
Zárate, quizá para crecer su mediación política, o para preservar la gobernabilidad, desde enero de 1911 autorizó la sustitución de algunos de los titulares de las jefaturas políticas. Éstas eran los territorios político-administrativos que componían la entidad.
Zacatecas entonces se dividía en 12 jefaturas políticas: Zacatecas, Fresnillo, Sombrerete, Nieves, Mazapil, Pinos, Nochistlán, Juchipila, Tlaltenango, Ojocaliente, Villanueva y Jerez. Al interior de las jefaturas políticas, el territorio se dividía en municipalidades. El gobernador nombraba a los jefes políticos. En ausencia de estos, los regidores del ayuntamiento cubrían interinamente las plazas.
En enero de 1911, una parte de las jefaturas fueron cubiertas por regidores, como en Tlaltenango y Jerez. En el primero quedó el hacendado Aureliano Castañeda (él será gobernador del estado, en la década de 1920). En el segundo estuvo Sinesio Berúmen (este boticario es tío de Ramón López Velarde).
Un nombramiento del gobernador llama mi atención: el de Alberto Elorduy (hacendado de Sombrerete). A él lo colocó en la jefatura política de la capital del estado. Elorduy era parte de los liberales radicales que no se unió al antirreeleccionismo de 1910.
Signifiquemos su toma de posesión. Ocurrió en enero 9, un día después de que fueron enviados a la Ciudad de México los escandalosos de Juchipila, los que estuvieron comprometidos con el levantamiento de noviembre de 1910. En esta situación, Elorduy no firmó su entrega.
Pese a estar consciente el gobierno del estado, de que los disturbios eran motivados por las agitaciones políticas nacionales, la situación la enfrentó con improvisaciones inmediatas que definen más la defensa de la autoridad, que la procuración de una vía de negociación pacífica.
En primer lugar el gobierno estatal aumentó el número de las fuerzas de seguridad. Lo hizo con individuos de carácter auxiliar. También vigiló las líneas telegráficas y telefónicas, para mantener una mejor comunicación. Estableció destacamentos en las poblaciones de la entidad, más en las amagadas por los revoltosos; e instó a los hacendados para que formaran grupos de seguridad interna en sus propiedades.
Para la ciudad de Zacatecas, el gobernador autorizó la contratación de más una docena de individuos para que vigilaran puntos específicos de la capital. La particularidad de los sujetos es su procedencia: la cárcel de hombres.
Fueron excarcelados los individuos que propuso Alberto Elorduy, el jefe político de Zacatecas. La lista de los nominados indica que les faltaba menos de un año para concluir su encierro. A cambio de la conmutación, los sujetos trabajaron en la seguridad pública y abonaron una fianza económica. Los puntos populosos que contaron con dos exreos como vigilantes, fueron la jefatura política, el mercado de carnes y la alameda.
El sábado 1 de abril de 1911, Francisco de Paula Zárate acudió al Congreso estatal para presentar su respectivo informe gubernamental. Lo hizo en cumplimiento de un precepto constitucional.
El informe apareció el mismo día en el Periódico Oficial. Esto indica que el texto fue concluido dos o tres días antes. En el texto se aprecia la estructura de un documento que debe ser leído en un ceremonial republicano, mismo que tiene el problema de estar ya anquilosado.
La ceremonia fue en el salón de sesiones del Congreso estatal. Allí el gobernador informó sobre nuevas leyes; del censo de población; y, del establecimiento de un consejo de salubridad.
Lo denso del informe estuvo en el rubro de seguridad pública. La autoridad admitió la situación: “El conocimiento de los trastornos de orden en el estado, con motivo de las actuales agitaciones políticas y de las frecuentes invasiones de gavillas a su territorio”.
Zarate comunicó las medidas que fueron dispuestas: el aumento de las fuerzas de seguridad y compra de caballos, monturas y armas. Las adquisiciones fueron hechas con cargo a una partida extraordinaria autorizada en diciembre. Y, con cargo a la misma partida, para mejorar el servicio y por estimar el asunto de justicia, el 29 de marzo de 1911 se decretó el aumento del 25 por ciento para los jefes y oficiales, y del 20 por ciento para los individuos de tropa.
La autoridad estatal ideó una raquítica protección armada, imagen de seguridad; pero no hubo proyección de control y negociación política.
Incidencias
He mirado la exposición “Incidencias”, presente en san Agustín.
Es una muestra colectiva: artistas, obras, representaciones y múltiples díceres para generar diálogos entre lo expuesto y los horizontes de los espectadores.
En “Incidencias” hay disidencias que dan cuentas diferentes a la “cultura abstracta” local.
Es evidente que es un trabajo de equipo -organización, coordinación y convencimiento de estar-. Felicito a Alba Citlali Córdova, Claudia Córdova y Abraham Soriano por lo que les toca: construir algo que es diferente y con horizontes nuevos, desjerarquizados y desemblematizadores.
Algunas piezas me recordaron mis recorridos por los museos Reina Sofía y Rufino Tamayo.