Títulos, plagios y otras linduras
Como dice José Alfredo Jiménez, “la distancia… es cada vez más grande” o como lo dice Tony Aguilar “quisiera que fuera cuento, pero, señores: es cierto” Así de cruda y mundana es esta reflexión que dedico a mi Alma Mater.
El título pertenece al titulado, lo sé, certifica que el egresado adquirió un grado académico; si resulta de un plagio, entonces el titulado no adquiere inmunidad, no tiene fuero. Por supuesto, tampoco existe norma para declarar que el plagio prescribe con el paso del tiempo. En México, todavía no llegamos a semejante invención; pero, nos gana el cinismo. Eso es lo que deduzco cuando se habla de linchamiento político de una jueza que aspira a ser un buen ejemplo moral en la aplicación de la justicia.
Un plagio hay que frenarlo desde la dirección de la tesis y, en caso de que, por alguna razón pase desapercibido, hay que ponerle un alto definitivo en la defensa ante jurado. Frenarlo significa que se impide que se presente la tesis para obtener el grado. El criterio es esencialmente académico, pero también es ético. No es otra cosa que el reconocimiento y respeto a la propiedad intelectual. Es ético, porque se reconoce que eso es parte de la moral. Se resuelve en instancias académicas y no en los tribunales de justicia.
Criticar un plagio no nos hace conservadores, como tampoco su defensa nos hace revolucionarios. Es una contradicción absoluta, decir que es posible sancionar el plagio y al mismo tiempo señalar que no es posible retirar un título de grado, más cuando se demuestra que existe toda una tradición en la academia que lo sanciona y que, además, existen reglamentos aprobados que forman parte de la vida universitaria que deben hacerse valer.
En una valoración con el estudiante se puede concluir que el plagio se hizo por desconocimiento de las reglas de la academia, en ese caso, se corrige durante el proceso de elaboración de la tesis; pero, si un documento se copia casi completo, no hay nada que discutir: se castiga. Si esta situación se deja de lado como un asunto menor, entonces, preparémonos para recibir copias fotostáticas como tesis de grado. Si no se pone límite a todo esto, entonces el mensaje será que hay “luz verde” para seguir ese camino. Espero que no lleguemos a semejante degradación.
Aquí la responsabilidad del director o directora de tesis implica que hará su trabajo. En este caso, es posible que el profesor no tenga experiencia porque no se tituló por esa vía. Pero, lo más frecuente es que el responsable de dirigirlo no lo revise, no lo lea y en ese caso, incumple y por tanto, es responsable de cualquier resultado.
Actualmente se presentan otros problemas que se engloban en la simulación, pero, que en realidad son fraudes completos, como el de la “coautoría” de un alumno con su director de tesis, cuando éste, como parte de su desempeño laboral no hace otra cosa que dirigir al alumno. Otro aspecto que hemos vivido es en los proyectos de investigación donde participa un equipo de investigadores, pero, los informes y publicaciones salen a la luz a nombre del responsable. Por último, se sabe de investigadores que los colocan como autores de algo que no hicieron a cambio de hacer lo mismo con otros varios. Lo grave es que, por todas estas acciones, el Sistema Nacional de Investigadores lo premia y se dice que con ello se contribuye a la formación de recursos humanos. Entonces, la clave de la simulación está en el estímulo que institucionalmente se recibe por los méritos ajenos, lo cual impulsa a simular.
En conversación personal con la Dra. Verónica Aguilar Vázquez señala que en la UAZ existen casos de directores de tesis que extorsionan a sus becarias (académica y económicamente), a cambio de firmar sus investigaciones para que puedan terminar sus procesos de investigación. En las sesiones de academia deciden que es una infracción menor. La reflexión es Ésta: si tengo beca del Conacyt, ¿tengo obligación de compartirla con un tercero? la respuesta es ¡no! La beca es para apoyar al alumno o alumna y si el profesor necesita apoyo, entonces que concurse en los programas que el propio Conacyt ofrece, o bien, que concurso para el financiamiento de sus proyectos de investigación.
Por supuesto que esto es corrupción académica y moral, y, que, en algunos casos, se asume abiertamente con la mayor desfachatez. Me he quedado atónico al leer en redes sociales a algunos colegas en sus afirmaciones como si su defensa los identificara como revolucionarios. No cabe duda que necesitamos una revolución completa, cuyas resistencias saltan por doquier.
Me pueden decir lo que quieran, incluso, su pueden enojar conmigo; es más, hasta me pueden retirar su amistad; pero, lo que se necesita es reflexionar seriamente lo que se plantea. Una opinión extraña que me ha llegado a última hora es que “mejor ya no le movamos”, por supuesto, el piso sobre el que se camina no siempre es firme, y seguramente habrá por todas partes cosas que haya que esconder.