¡Cuando se niega la responsabilidad!
Busco compartir con el ciudadano común una reflexión que pretende recoger la experiencia vívida; es decir, la experiencia como si yo mismo la viviera intersubjetivamente. Nace como una pregunta que lleva a hacer otras ¿Cuál es la identidad de Zacatecas? ¿Qué es lo que nos hace compartir una misma cultura? y ¿Cómo impacta en esa identidad, la inseguridad?
Me vi sufrir, desapareció;/incansablemente lo busqué/un día lo encontré/sólo eran sus restos/no reía, no miraba,/dejó de respirar.
En 2005 decíamos sin cuestionarnos que Zacatecas era una de las ciudades más seguras de México. Poco antes, quienes redactamos el Plan de Desarrollo Estatal de Gobierno del Estado de Zacatecas (1999-2005) propusimos crear “La Ciudad de la Ciencia”. Dijimos que el tamaño de la ciudad, su fisonomía colonial, su identidad cohesionadora, la seguridad, así como la existencia de varios museos de estatura nacional y el rol de la UAZ que acababa por pasar por una reforma que apuntaba hacia un nuevo proyecto de educación superior y de investigación constituían el mejor atractivo para atraer a intelectuales de primer nivel y abrir otro sendero para Zacatecas. Ese proyecto siendo viable, terminó muerto:
Ya no pude llorar./Por las noches, su silueta/lentamente desaparece,/corro sin alcanzarla/está en la puerta vieja/voy a abrazarla,/el despertar me entristece.
En efecto, desapareció el optimismo de nuestros sueños, se nos fue de la mano porque pusimos toda la confianza en quien no asumió el compromiso que este proyecto requería…
Corazón hecho pedazos/cada vez que late, respira/se siente incomprendido/cuando un hijo ha perdido/se llena de ira/soportando los abrazos.
Me lo expresó llorando un cuñado que perdió a un hijo por esta causa: “cada abrazo que me dan y que me dicen que Dios así lo quiso me llena de ira” “Si creen que me consuelan, en realidad me agreden, siento que no me respetan, que no entienden lo que estoy viviendo…” “Lo platico contigo porque siento que eres el único que me comprende” Esas eran sus palabras de dolor e incomprensión.
Ya sin esperanza/sin reglas, sin límites/la guerra avanza/desenlace a la deriva/camino escondido/llorando su partida.
La tragedia es tan grande que sabemos que nos ganó el miedo, que el miedo se convirtió en terror y, que hemos quedado paralizados al reconocer que no hay instancia a dónde acudir.
Caminamos codo a codo/seguridad y esperanza,/perdimos absolutamente todo;/su costo es incalculable/no clamamos venganza/este mal es incurable.
Del orgullo de ser zacatecanos hemos pasado a recomendar a nuestros familiares y amigos que no vengan, que esperen que vuelva a salir el Sol. Quizás el “Cometa Azul” nos afirme que por ahora todo es nebuloso y que la paz está tan lejos como también lo está la órbita sobre la cual se desplaza en el Universo. Entonces, ¿Cuándo tenemos que esperar?
Grito desesperado: auxilio/sin evidencias, sin cámaras/sin compromiso, nos queda el exilio/sin casa y sin amor/Zacatecas del terror/transformado en migración.
Ya se nos fueron huyendo los primeros zacatecanos a Aguascalientes, Durango y Estados Unidos. Primero bajaron de sus comunidades y se refugiaron en las ciudades de Jerez y Valparaíso. Los vimos volver a sus comunidades a recoger lo poco que pudieron. Fue una tragedia, volvieron acompañados de la Guardia Nacional para volver a huir. Pero, eso que empezó en dos municipios se extendió a Tepetongo y Monte Escobedo.
¿Qué hicimos mal? Fallamos como sociedad. Las estructuras que tienen responsabilidad son: el Gobierno del Estado de Zacatecas, el Tribunal de Justicia Administrativa del Estado de Zacatecas, la LXIV Legislatura del Estado, El DIF Zacatecas, el Obispado de Zacatecas, la Universidad Autónoma de Zacatecas y los hogares. Todas estas son las estructuras que le han fallado a la entidad y que cada cual debe de asumir su responsabilidad; sin esa autocrítica están impedidas para hablarnos de PAZ.
En 2005 fui responsable del análisis de la base de datos de la Encuesta Nacional de la Juventud, en el libro que publicamos el Dr. Óscar Pérez Veyna y Yo, ya se advertía que los jóvenes veían sus hogares como uno de las estructuras menos confiables y disfuncionales; una proporción alta llegó a decir que no se sentían seguros en ese “nidito de amor”. Años más tarde encontramos a jóvenes tratando de cruzar la frontera estadounidense, buscando huir desesperadamente de la violencia de que eran víctimas de sus padres y madres.
Esto se me aclaró más con las cifras de niños abandonados a su suerte por el padre o por la madre, niños(as) violadas por sus propios familiares, niños que vivieron en carne propia las escenas de golpes a la madre dentro del hogar y que ellos mismos sufrieron como víctimas directas. Esos niños de 2005 hoy, en 2023, son jóvenes que han crecido con resentimiento, sin amor y muchas veces estigmatizados socialmente por su pobreza y disfuncionalidad. Eso fue lo que hicimos mal y muy mal; lo grave es que ni nos hemos enterado de ese resultado, y aunque me pueden criticar porque no le echo la culpa al “capitalismo salvaje” y al “neoliberalismo”; sin negar lo degradante de ese sistema social, económico y político, la verdad es que ese lenguaje propio del “racionalismo radical” que se centra en la denuncia, es cada vez más la fachada que no nos permite develar científicamente el problema.