Cultura vs. Violencia
Confieso que empecé estas líneas con una visión poco clara de lo que quería decir. Y espero que no me malentiendan, no es que no tuviera idea sobre lo que deseaba compartir, por el contrario, siempre tengo en mente escribir sobre tal o cual iglesia, tal o cual tema histórico o cultural. El problema es que de repente me llegó una sensación de inadecuación; vivimos en un contexto tan complicado que escribir sobre algún tema histórico/cultural, me parecía por un momento increíblemente banal, sobre todo cuando nuestra necesidad más acuciante hoy en día -al menos en nuestra ciudad, municipio, estado- es sentirnos seguros. En los últimos días todos nos hemos sentido tocados por los sensibles acontecimientos que no hablarlo, pareciera querer tapar el sol con un dedo.
Fue entonces que comencé un periplo mental en donde yo pudiera aportar a la discusión, desde mi lugar profesional y personal. En alguna ocasión he llegado a comentar que mi formación profesional tiene que ver con el estudio de la Historia. En la carrera comprendes que más allá de aprender fechas y nombres, el estudio de la Historia (así con H mayúscula) es una herramienta para interpretar con una mayor y mejor luz nuestro presente. Algo así como un bagaje que nos ayuda a actuar con más conciencia; saber de dónde venimos nos ayuda a re enderezar el rumbo, verificar hacia donde vamos. En muchísimas ocasiones durante mi paso por la universidad, mis compañeros y yo nos preguntamos qué aportábamos nosotros a los problemas actuales, puesto que escribir libros sobre las reformas borbónicas o sobre la cultura escrita del siglo XVII parecía no ser socialmente útil o relevante. Más aún, cuando las propias afinidades personales te llevan a querer estudiar el arte como expresión cultural de una sociedad, sientes que ahora sí estás fuera de toda discusión.
¿Y entonces en qué puede abonar la historia, los estudios culturales, la defensa del patrimonio y la cultura en general en esta espiral de violencia que estamos viviendo? Mucho se ha mencionado acerca de cómo las expresiones culturales son un remedio para los ambientes violentos. Aquí y allá escuchamos a nuestros representantes asegurar que a través del fomento a este tipo de actividades nacen vínculos de comunidad.
Ya en una colaboración anterior hablé de cómo el arte se ha tratado de ver como un antídoto natural a las expresiones de violencia. Apunté muy someramente que algunas corrientes científicas como la neuroestética y la psicología evolutiva, afirman que las conductas artificadoras han servido como herramientas de cohesión social, de escape de la presión individual o de espacios creativos para la ficción en donde se descarga cualquier emoción. ¿Sería este el caso para nuestro Zacatecas tan lastimado?
En un ejercicio breve de investigación, pude corroborar que en efecto hay experiencias exitosas de este tipo en contextos similares al nuestro. En Colombia, Brasil o incluso zonas de la ciudad de México como Iztapalapa, el impulso a la creación de centros culturales ha abonado a la solución de problemas como corrupción, pobreza y los altos porcentajes de criminalidad. Y pongo énfasis en la palabra “abonar”, porque todos sabemos que la educación o la cultura no son la panacea o la varita mágica para aliviar todos nuestros males. Sin embargo, sería interesante que este 2023 que cumplimos 30 años como ciudad patrimonio mundial, comenzáramos a pensar en términos de construir proyectos culturales que nos ayuden a plantear mejores escenarios futuros para nuestra ciudad y municipios, con la conciencia de que colectivamente podemos poner un granito de arena para transformar nuestros contextos.
Creo que respondiendo a la pregunta que me hacía siendo estudiante, si de algo pueden servir la historia, las artes o las expresiones culturales, es como aglutinante para fortalecer nuestra identidad, nuestra sensación de pertenencia a un lugar (lo que indudablemente genera vínculos colectivos) y la conciencia de que tenemos una pasado y futuro en común por el que vale la pena luchar. No esperemos que todo venga desde los programas y proyectos institucionales, desde la sociedad civil se puede hacer mucho y la historia nos lo ha enseñado.