Barrios Mágicos
A dos pasos de la Alameda, hay una pequeña callejuela que por lo caprichoso de sus ángulos se vuelve difícil de transitar si uno va en automóvil; ya sabrá que hablo de la delgada calle del Estudiante que desemboca a la plazuela del mismo nombre, donde si uno se percata, existe aún una pequeña capilla que por la discreción de su fachada pasa desapercibida. El arco de medio punto que enmarca un portón de acceso apenas acusa su pasado de templo católico, donde la ventana del coro, las dos columnas adosadas y lo que parecen los restos de una basa de torre, señalan la presencia de ese antiguo espacio de fe.
Se trata de la capilla de la Concepción, un pequeño recinto que ha permanecido cerrado por años mientras que más de uno (yo incluida) se ha preguntado cuál es el estado de conservación que guarda en su interior, quién o quiénes son los propietarios y por qué no se recupera, entre otras cosas.
De la capilla hay datos dispersos que no permiten consumar una historia concluyente desde su origen hasta su desaparición. Rivera Bernárdez la menciona en su clásica descripción de la Muy Noble y Leal ciudad de Zacatecas cuando enumera los templos y capillas que se encontraban en la ciudad en aquel siglo XVIII: “(…) el templo nuevo de la Bufa, el de San José, el de San Diego de Tonalá Chepinque; el de Tlacuitlapan, el de Mexicapan, el de Nuestra Señora de la Concepción (…)”. En 1799, Bernardo de Portugal sitúa al templo de la Concepción al poniente de la ciudad, donde se puede observar una pequeña construcción de una sola torre circundada de árboles, lo que para algunos puede simbolizar el paseo arbolado que hoy conocemos como la Alameda. (Si desea ver este plano puede hacerlo en línea en https://artsandculture.google.com/asset/mapa-de-la-intendecia-de-zacatecas-bernardo-portugal/egEJR9Q1fZinkQ?hl=es-419 o en Banorte). Algunos documentos apuntan que después de las reformas liberales del siglo XIX y la desamortización de los bienes eclesiásticos, la capilla se abandonó al punto de estar casi derruida para finales de esa centuria, cuando se intentó rescatarla de la ruina. A pesar de que lleve más de un siglo en abandono, llama la atención que siga en pie. De su fachada original es probable que no quede casi nada, ya que su apariencia comunica ciertas reformas arquitectónicas recientes.
La capilla formó parte de los espacios sagrados que se ubicaban en el antiguo barrio de San Diego Tonalá- Chepinque, segundo pueblo de indios en importancia y población durante la época colonial. Este pueblo se integró por los barrios de San Diego Tonalá y Chepinque, habitados por indígenas tarascos, tecuexes e incluso tonaltecas, lo que nos recuerda que los llamados barrios de indios fueron espacios mixtos donde convivieron distintas etnias y grupos españoles interesados en el trabajo de las minas que se encontraban cercanas a este punto: en las inmediaciones de este pueblo se encontraba la famosa mina de la Quebradilla que tantas riquezas trajera a José de la Borda. Además de la capilla de la Concepción, estaba el templo de Nuestra Señora de la Soledad de Chepinque, un poco más arriba de la pequeña capilla arriba descrita. Este templo lo dibuja el mismo Bernardo de Portugal con dimensiones mayores a la Concepción: dos torres, cúpula y un amplio atrio que fungía sin duda como camposanto. Investigaciones señalan que se construyó a finales del siglo XVIII en estilo gótico, sin embargo, las construcciones neogóticas aparecieron hasta mediados del siglo XIX, lo que indica que posiblemente se remozara la construcción original unos años después, aunque para 1799 en el plano de Portugal, su fachada se ve completa con las dos torres. En este templo fue venerada la Señora de la Soledad, así como otras imágenes o devociones caídas en desuso como la Buena Muerte, de la cual se dice tenía incluso una corona de plata. Ésta es una parte de la ciudad que ha sufrido incontables cambios al transcurrir de los siglos; de ser un pueblo indígena cercano a las minas y haciendas de beneficio, pasó a ser un lugar de recreo de los zacatecanos decimonónicos y contar con un amplio panteón que incluso llegó a ser denominado como el panteón francés. El siglo XX vería varias ferias en la Alameda, así como las mañanitas de abril, temas que ya estaremos abordando en la próxima colaboración.