MADRID. Las Ventas celebró un festejo de rejones en el que Emiliano Gamero, Paco Velásquez, José Miguel Callejón, Roberto Armendáriz, Iván Magro y Andrés Romero se midieron a los de Benítez Cubero.
Los animales dieron un juego más que limitado, con escasa durabilidad, quedándose parados de salida. La excepción fue el primero y el sexto.
El abreplaza fue un toro que salió con movilidad, buscando y también soltando la cara, complicando la labor de Gamero.
El sexto, por su parte, ayudó mucho más al rejoneador brindándole las opciones para el triunfo; de hecho, Andrés Romero estuvo a punto de desorejarlo, pero la decisión del palco le cerró la Puerta Grande.
El resto, tuvieron que ponerlo todo, compensando así la condición de sus adversarios, que se emplazaban y había que llevarlos muy metidos en las distancias cortas para evitar que se desligaran.
Roberto Armendáriz y Romero fueron los únicos que pudieron pasear sus triunfos por el coso venteño.
El principio de la jornada
Abría la tarde la confirmación de alternativa del mexicano Emiliano Gamero, que tras la ceremonia, saltaría al ruedo Valiente, que se arrancó con viveza hacia el rejoneador.
Lo siguió con celo y a gran velocidad, hasta que logró pararlo. Se quedó fijo en tablas y le costó volverlo a encelar.
No tuvo fácil dejar el rejón de castigo, pues el animal, cuando se le arrancaba, embestía con todo y le soltaba la cara, sin darle un respiro: le ganaba las distancias. Logró hundir hasta dos rejones de castigo.
Gamero ambió las cabalgaduras y siguió con las banderillas, bordeando toda la plaza con el astado ligado a la grupa, que llegó incluso a soltarle la cara levantando la mano.
En el momento que depositó el primer palo, el de Benítez Cubero alcanzó al caballo, topando contra él y desplazándolo sin mayor repercusión.
Salió por un nuevo caballo y rápidamente tenía los ojos del toro sobre él. Le dio distancia para después al quiebro dejar los palos.
Finalmente, aquel toro de embestida viva y buscona con la que se le escapaba algún que otro arreón, alcanzó a uno de sus caballos, con una pequeña cornada.
Pudo deleitar al violín en aquellas distancias cortas. Antes de pasar al rejón de muerte, el cual metió con aseo, dejó unas rosas.
Muerte efectiva
Continuaba la tarde con la confirmación del portugués Paco Velásquez. Tras varios intentos logró dejar el primer rejón de castigo a un toro parado y poco cooperativo.
Le costaba arrancarse al cite del rejoneador, por lo que tuvo que poner Velásquez mucho de su parte, llamando la atención de los tendidos.
No terminaba de seguir al caballo, se desligaba rápidamente, quedándose emplazado. Las banderillas las acabó dejando a toro parado en los medios, apurando las distancias para expresarse al quiebro.
Solo se movía a base de distancias cortas, que era donde el rejoneador trataba de llamar su atención. Se acabó parando y no había manera de sacarlo de tablas: no atendía a la grupa ni a la voz.
A base de insistir, logró tirar del animal y sacarlo, arrancándole una embestida muy ovacionada. A pesar de las condiciones del animal, quiso culminar con un par que acabó dejando tras varios intentos a toro parado.
Culminó con un rejón de muerte efectivo para dar una vuelta al ruedo tras la petición.
De más a menos
El tercero de la tarde, un toro de nombre Nono, salió con chispa, encelándose a la grupa del caballo, dándole ritmo al inicio.
Se arrancaba con viveza ante las directrices de Callejón, que logró lucirse con el rejón de castigo. Llegaron las banderillas y con ellas el cambio de cabalgaduras. Buscó la continuidad, pero no tardaría en perderla, por lo que tuvo que apurar las distancias con él y no separarse de la cara del animal, llevándolo totalmente metido.
Fueron los palos que dejó al quiebro en la larga distancia los más aplaudidos de su actuación. Un nuevo cambio de caballo le dio un aire renovado, con un repertorio variado para seguir con las banderillas.
El de Benítez Cubero exigió una atención constante para mantenerlo, por lo que no dejó de hablarle.
Aun así cada vez se paraba más y todo lo que le sacó fue porque lo puso el rejoneador. Volvió a cambiar las cabalgaduras y lo abordó en los medios con las cortas. Falló con el rejón de castigo, logrando pasaportarlo al segundo intento.
El rejón de la muerte
Roberto Armendáriz recibió al cuarto de la tarde, un toro parado del que tuvo que tirar hacia adelante, sin que parase.
Hizo el cambio de caballo y tomó los palos, unos que tuvo que dejar a toro parado, por lo que lo dejó en los medios y buscó el encuentro al quiebro.
Entre banderilla y banderilla, trató de enganchar la embestida, llevándolo muy cerquita, para mantenerlo metido y atento al rejoneador.
Hizo un nuevo cambio de caballo y se fue al encuentro con el astado, envolviéndolo, pero sin que se moviera de los medios, donde se emplazó.
Le quitó el bocado y continuó con las banderillas, gustándose y buscando la atención del respetable. Culminó con dos banderillas cortas, que dieron paso al rejón de muerte. Sin embargo, el toro doblaría con el golpe de cruceta.
Un compás medido
Iván Magro saludó al quinto de la tarde, un toro que salió con viveza y seriedad de corrales. Sin embargo, rápido se desligaba, por lo que no daba continuidad, se acababa parando, emplazándose en los medios.
Tenía al público entregado en las banderillas, y es que se supo mostrar, corriendo toda la plaza con el toro ligado, a pesar de las condiciones del animal.
Lo ató en corto y lo desplazó, pero andaba justo de fuerzas, por lo que le exigió con suavidad. Ralentizó el ritmo, evitando que el toro perdiera el compás y se acabara yendo.
Optó por dejar los palos en las distancias cortas, prácticamente encima del animal, porque a pesar de que se mantuvo fijo en él, cada vez le costaba más, no le sobraba fuerza.
Magro tuvo acierto y desparpajo con los palos, disfrutando y haciendo disfrutar. Dejó las banderillas cortas y un rejón de muerte perpendicular que no fue suficiente para que el animal se doblara.
La chispa ausente
Andrés Romero esperó en los medios al sexto de la tarde, un toro que le apretó y siguió con celo y ritmo hasta que logró pararlo.
Dejó un único rejón de castigo y cambió de caballo, dando paso a las banderillas. Siguió ligándolo, llevándolo cosido a la grupa, arrancándose ante el cite del rejoneador.
Buscó el punto de encuentro con un toro que seguía apretando y exigiendo, ganándole casi las distancias.
Le dio juego para la expresión y lucimiento, eso sí, no faltó la voz que lo guiara y mantuviera metido.
Al tener ese punto de movilidad, le permitió darle vida y continuidad, buscando aquella chispa que tanto se ausentó en la tarde. También arriesgó, apurando aquellas distancias.
Lo pudo andar hacia atrás al caballo y darle variedad para culminar las banderillas, aunque antes dejó una corta.
El toro cada vez se apagaba más y ya no ayudaba, tenía que hacerlo todo él. Dejó un rejón de muerte con el que toro se intentó tragar la muerte, pero acabaría doblando en cuestión de segundos.