NUEVO LEÓN. El triunfo hubiera sido con la mayor de las fuerzas para el rejoneador Tarik Othón este domingo en la Corrida Charro Taurina de la Monumental Monterrey, de no haber sido por el rejón de muerte que le privó de tocar pelo; saludando con fuerza en el tercio en su lote.
Tarik marcó diferencias tanto con el toro complicado, su primero, como con su segundo, con el que estuvo insuperable en una tarde sobresaliente del rejoneo, firmada bajo la convincente apuesta de Tarik, que sigue emocionado a la afición.
Quien se llevó el triunfo fue Diego San Román, que bajo la poderosa verdad, una vez más demostró su gran nivel.
El público se rindió, sin cautela alguna, le reconoce su entereza, pero sobre todo la honradez y profesionalismo con el que se conduce en el ruedo.
Las dos orejas son la consecuencia a lo que hace, al salir a por todas, una tarde sí y la otra también, y así la salida a hombros plagada de justicia.
Octavio García El Payo se entonó con una faena de clase, empaque y temple a su segundo al que no le pudo cortar las orejas por las fallas con la espada.
Gran tarde para Tarik Othón
Palmero, de 440 kilos de Pozo Hondo, el abre plaza para el rejoneador Tarik Othón, que de salida montó a Ribeiro, para dejar el primer rejón de castigo, buscando encelar a un toro que fue muy tardo.
Al enterarse de la presencia del rejoneador acometió con más fuerza, y así, Tarik, se rodó con mando y verdad, colocando el segundo rejón.
El buen paso del rejoneador se plasmó desde la primera de las banderillas, citó de frente y fue deletreado la primera batida a pitón contrario para dejar la banderilla en todo lo alto.
Cual poderoso y poseedor del temple se reflejó en la escena taurina Tarik, que apenas con la segunda banderilla, Enzo, fue el compañero de este pasaje.
Muy despacio lo sacó de las tablas para meterse en los adentros y dejar una banderilla en todo lo alto.
Lo llevó de costado, con Espartano, provocando la emoción del respetable, que se entregó a la buena actuación del rejoneador.
Las banderillas cortas en un palmo de terreno fueron los adornos finales de una intensa actuación que no selló con el rejón de muerte. Saludó en el tercio.
Pial, de 450 kilos, de Pozo Hondo, segundo del lote de Tarik Othón, al que saludó en los lomos de Kalimán, dejando dos rejones de castigo.
Aquiles y la gran espectacularidad que conjugaron con los quiebros, así se abrió con las banderillas, con la determinación, cuanta verdad en la cara del toro al aguantar en la segunda banderilla, pero lo resolvió con mando y logró que el público se mantuviera expectante.
Barona, con ese poderío con el que torea, permitió que las emociones continuaran, con una banderilla, con esa armonía que marcó para meterse, de encelarse con el de Pozo Hondo, al tiempo y exponiendo, dejando el buen sabor en cada suerte.
A Toreto le correspondieron los adornos finales, con las rosas. El toro tardó en doblar, y fue el factor para que no llegaran los trofeos que ya estaban en la espuerta. La ovación en el tercio fue ensordecedora.
La clase manifiesta de El Payo
Machado, de 528 kilos, segundo de la tarde y primero del lote de Octavio García El Payo; un toro muy suelto, desentendido de los capotes de salida, al que bregó con mucho mando el torero queretano que desplegó el compás por verónicas deletreadas que rubricó con aterciopelada media.
El toro no cambió a su condición de inicio, muy agarrado al piso; y sin más que ofrecer, abrevió su labor el torero. La ración de acero que dejó al primer viaje no fue suficiente, tomando la espada corta al final, dividió las opiniones.
Teniente, de Monte Caldera, el quinto bis de 495 kilos para Octavio García El Payo, que dejó el lucimiento con el saludo capotero.
El brindis fue a la afición regiomontana para dar comienzo a la primera serie por pitón derecho, donde la muleta la llevó muy baja, suavidad en el toque y hondura en el recorrido para el sello poderoso con el de pecho.
El toro apuntó la nobleza, y por ello la muleta tuvo esa clase y empaque en las series posteriores.
La faena tuvo la intensidad del buen toreo, encaminado a más esta labor donde atesoró el toreo de empaque y solera que no coronó con la espada. Palmas.
El valor en tiempos de San Román
El tercero, Mazapil de 530 kilos, de Pozo Hondo para Diego San Román, que desgranó la primera ovación de su actuación cuando saludó por verónicas, aprovechando el viaje del toro para también adornarse por chicuelinas, rematando con una revolera.
Para San Román, triunfar cada tarde se convirtió en una consigna, su derroche de voluntad emana con naturalidad.
Qué bien lo llevó toreado por el derecho, con la mano muy baja, cuajando las primeras notas del buen toreo.
Qué facilidad en el manejo de la tela tiene el joven queretano, que gira prácticamente sobre su eje, sin mayores aspavientos, sereno y seguro y es que cuando al toro, como en este caso, le falta algo.
A San Román le sobra todo, se convirtió en un torero poderoso, como el que más, entendiendo a cada ejemplar, como al de Pozo Hondo que le costaban las embestidas. Molinete de rodillas y una serie con la más absolutas de las entregas, y de pie, entre los pitones para un detalle torero dar el pase de la firma.
Qué final tan temerario en la cercanía de tablas, abaniqueo que asusta al mismo miedo. Qué nivel tiene San Román, que a nadie le quede la menor de las dudas. Pinchazo y estocada para cortar una oreja.
Negroni, de 490 kilos, de Pozo Hondo para Diego San Román que una vez más firmó bajo la convicción su temerario inicio de faena.
El toro fue tardo, se quedaba muy corto y terminó por prender al queretano que se llevó tremenda voltereta.
Con esa serenidad regresó a la escena y es que él jamás se va para abajo. Aguantó esos parones del toro, se quitó las cornadas, terminó en una lucha, defendiéndose, pero sin perder la cabeza.
Sus arrebatos no son sin esa lucidez, piensa y resuelve sobre la marcha. El toro no tuvo ya un pase, pero San Román los sacó, y al filo de las emociones mantuvo al público que no le caben más emociones cuando le ven torear. Pinchazo y estocada para cortar una oreja.